La activación de un centro para combatir el trauma, y la puesta en marcha de un programa de becas para estudiantes reservistas son algunas de las medidas que la Universidad de Tel Aviv ha adoptado para ayudar a la sociedad israelí a superar los estragos del 7 de octubre. Al respecto, conversamos con el director para América Latina, España y Portugal de esa institución. 

 

A la entrada de cada facultad hay una mesa con un mantel negro sobre el cual pueden observarse las fotos de los muchachos, iluminadas por la luz de las velas. El vacío que dejaron tras de sí crece conforme el número de retratos se va multiplicando. Uno de cada cinco estudiantes de la Universidad de Tel Aviv está ahora mismo en el ejército. Muchos de ellos no volverán o lo harán con lesiones y traumas emocionales que les impedirán continuar con sus estudios.

Por eso, la institución lanzó el programa Becas para Héroes, un intento de aminorar el impacto de la guerra sobre la comunidad universitaria, cuya importancia para el futuro de Israel es decisiva. Finalmente, estamos hablando de la “start-up nation”, del país sin grandes recursos naturales, que depende de la innovación, del desarrollo científico y tecnológico, del pensamiento, para prosperar en medio del desierto.

“A partir del 7 de octubre, justamente lo que se vio es, primero, que muchos de los estudiantes estaban en el ejército y no volvían a estudiar”, nos cuenta Juan Dircie, director para América Latina, España y Portugal de la Universidad de Tel Aviv, en entrevista exclusiva en la Ciudad de México. “Pero se empezó a pensar cómo hacemos para que cuando puedan volver sí regresen a la universidad”, agrega.

Se trata de 6000 reservistas, hombres y mujeres que combaten en Gaza. “Muchos, lamentablemente, no van a volver; otros van a volver con una discapacidad física y les va a ser muy difícil estudiar. Otros van a volver con una discapacidad mental y quizás también les va a ser difícil estudiar. Pero a lo que la universidad se comprometió es que todos los estudiantes soldados que vuelvan y que quieran seguir estudiando no van a tener que preocuparse por el costo de los estudios universitarios“.

Probablemente sea esa la principal razón por la que Dircie se encuentra en México, un país íntimamente vinculado a la Universidad de Tel Aviv y con el que, además, el representante de la institución tiene simpatías añejas. “Estuve varias veces y la verdad que cada vez me gusta, me enamoro más de México, de la cultura mexicana, de ese amor a la tradición que existe en este país, de cómo rescatar lo que fue el pasado y adaptarlo y celebrarlo en el presente, que no es algo habitual en América Latina”.

Se encuentra en México, decíamos, porque “la Universidad de Tel Aviv entiende y ve a la comunidad judía de México como una de las comunidades a las que le une una de las historias más largas, quizás, desde la fundación de la Universidad”.

Hablamos de la década del cincuenta del siglo pasado, cuando Israel estaba recién formado y su existencia misma se mantenía en vilo, constantemente amenazada por todos los países de la región. Si ese país quería un futuro necesitaba apostarle a la educación y no solo a la milicia, poro eso a sus dirigentes les vino la idea de crear una moderna universidad en Ramat Aviv, una zona dominada por dunas al lado del mar.

Querían construir “un campus al estilo moderno, con edificios, con deporte, con cultura, algo que no estaba en el Medio Oriente. ¡A quién se le ocurría, en los años ’50, cuando el Estado recién había podido conseguir establecerse! Era algo muy de avanzada y en ese momento se viene a ver la comunidad judía de México y se las invita a ser parte de este proyecto”.

Con una larga tradición filantrópica, sionista y visionaria, la comunidad respondió al llamado y financió la construcción de uno de los primeros edificios de la facultad.

“Es el edificio de la Facultad de Arte. Es el Edificio México y todos lo conocen en Israel y en Tel Aviv, como el Edificio México, porque fue fundado gracias a la generosidad de familias en ese momento de la comunidad judía de México que decidieron donar dinero para construir este edificio y este edificio sigue existiendo hasta el día de hoy”.

 

Persiguiendo lo desconocido

Parece el lema de una película de aventuras o de un videojuego pero se trata, en cambio, de la frase que define a la Universidad de Tel Aviv, la más grande de Israel con entre 25 y 30 mil alumnos desde bachillerato hasta posgrado, y una de las más prestigiosas del mundo, donde se puede estudiar carreras tan diversas como Danza o Medicina, Antropología u Odontología, Ingeniería o Música.

“Realmente es una cantidad de títulos y de materias impresionante, y lo que la hace única hoy en día a la Universidad de Tel Aviv es esta posibilidad de trabajar de forma multidisciplinaria en temas que afectan a la vida cotidiana”, recalca con orgullo Dircie, y ofrece un ejemplo de esa aproximación multidisciplinaria para la solución de problemas.

“Hoy en día la Universidad de Tel Aviv está construyendo el Centro de Nanotecnología más grande de Israel, uno de los cinco más grandes del mundo. La nanotecnología es hoy quizás una de las áreas donde está presente el futuro de lo que va a pasar en la medicina, en la tecnología, prácticamente en todas las ramas del conocimiento humano.

“Este edificio, que se está terminando y se va a inaugurar en el mes de junio, tiene muchas particularidades, y entre ellas, para que estas máquinas que trabajan en la nanotecnología sean eficientes, necesitan trabajar con cero oscilación o tienen que estar apoyadas en plataformas donde no haya oscilación (…), y en este edificio se construyeron plataformas que son independientes de la estructura del edificio, algo único. No existe otra universidad en Israel que tenga esta tecnología, donde hay plataformas donde se van a poner estos edificios que no tienen oscilación y que no son parte de la estructura misma del edificio”.

La Universidad de Tel Aviv “lidera índices, por ejemplo, de emprendurismo con las universidades más competitivas del mundo, índices que tiene que ver con la investigación al más alto nivel y un desarrollo del conocimiento humano prácticamente en todas las áreas de lo que tiene que ver con la investigación y la superación”.

La misión de perseguir lo deconocido es fundamental para esta institución. Significa “investigar, descubrir y no quedarme con lo que yo sé y lo que yo conozco, sino animarme a pensar más allá para investigar y descubrir la cura para una enfermedad o para entender la evolución humana en algún aspecto, o para desarrollar algún remedio que tenga que ver con un tema en particular. Y la Escuela de Medicina hoy en la Universidad de Tel Aviv es claramente líder en el mundo en lo que tiene que ver con la formación de médicos, pero también con la investigación en medicina”.

Sin embargo, el más famoso de sus egresados no es un médico sino el inventor de Waze, el sistema de navegación que permite ganarle pequeñas batallas al tráfico cuando se conduce un vehículo en las ajetreadas capitales del mundo. Como parte crucial del ecosistema de innovación que constituye al moderno Israel, la Universidad de Tel Aviv ofrece un apoyo intenso a aquellos de sus estudiantes que pretendan aportar al mundo.

“En este momento tenemos investigadores que han ganado premios y reconocimientos internacionales. Hay patentes de muchos remedios que fueron hechos en la universidad; hay patentes de sistemas de investigación que fueron hechos en la universidad; hay acuerdos de cooperación con las universidades más importantes del mundo”.

También “hay un sistema donde la misma universidad junta fondos para financiar a los estudiantes que vienen con ideas de investigar o desarrollar microemprendimientos en áreas particulares y startups. Y la universidad dice ‘En vez de salir a desarrollar afuera un startup y tratar de conseguir el financiamiento, la universidad misma te lo va a financiar para ayudarte a desarrollarlo’.”

¡Cómo no iba a venir tras mi sueño!

Como director de la universidad para los países de habla hispana (y portuguesa), Dircie tiene la misión de estrechar los lazos entre la institución que representa y las comunidades, judías y no, de América Latina, España y Portugal.

Esa relación implica no solo recaudar fondos para que puedan realizarse programas como Becas para Héroes, o construir nuevos edificios que alberguen la investigación científica del futuro, sino también ofrecer acceso a la universidad a personas que, de otra manera, jamás podrían educarse en instituciones de tan alto nivel académico.

“El año pasado, en Panamá, hicimos una convocatoria a una competencia, un concurso para una maestría de Medio Ambiente, donde el ganador del concurso se ganaba la posibilidad de estudiar un año en la Maestría de Medio Ambiente de la Universidad de Tel-Aviv, en inglés” relata Dircie.

“Hicimos una convocatoria a nivel nacional; hubo varios candidatos; salió elegida una muchacha panameña que nunca había estado en Israel, que no tiene ninguna relación con la comunidad judía, pero que realmente presentaba una propuesta para el tema del medio ambiente muy importante para Panamá. Y lo que le dijimos a los candidatos es que, a cambio de esa maestría, que era gratuita y que incluía los estudios, los dormitorios y hasta el pasaje aéreo, pedíamos una cosa: que el ganador se comprometa a regresar a Panamá para aplicar lo que aprendió en la Universidad de Tel Aviv para contribuir al desarrollo de Panamá.

“Esta muchacha iba a viajar a Israel el día 8 de octubre y obviamente, cuando pasó el 7 de octubre, no es que no quiso: ¡no había forma de llegar! La compañía aérea que viajaba (a Israel) canceló los vuelos y (la chica) no pudo viajar. Y a las pocas semanas se decidió que los programas en inglés empezaban online y esta muchachita empezó su estudio online”.

Sin embargo, el 31 de diciembre se reanudaron las clases presenciales, y la muchacha que había ganado una beca para ir a estudiar a Israel no iba a dejar que la oportunidad se le escurriera entre los dedos. “La conocí hace dos semanas, cuando estuve en Israel y le dije ‘Pero ¿cómo te animaste?’ Y me dijo: ‘esto para mí es una oportunidad única venir a estudiar en Israel el manejo del medio ambiente. Para mí es imposible de llegar a ese nivel. En Panamá no existe ni tecnológicamente ni educativamente la posibilidad de hacerlo, con lo cual para mí esto era un sueño. ¡Cómo no iba a venir tras mi sueño!’.”

Esa chica panameña, cuyo nombre no conocemos, se encuentra ahora mismo en un país decidido a seguir existiendo, aunque severamente traumatizado por los eventos del 7 de octubre y sus secuelas bélicas. Consciente del impacto del trauma, la Universidad de Tel Aviv está construyendo ya un Centro Nacional para el Trauma y Postrauma.

“Una persona que está afectada por una situación de trauma tiene tres meses para volver a recomponer su vida y poder manejar su vida en una forma normal; si a los tres meses no puede volver a esta normalidad es porque está afectado por una situación postraumática”, razonó el presidente de la universidad y Dircie lo cita: “Nuestro centro tiene que estar listo para funcionar el 1 de enero”, cuando se cumplieron los tres meses desde los atentados.

“Con lo cual el presidente dio prioridad absoluta a la campaña para juntar los fondos necesarios para abrir el centro y el 1 de enero empezó a funcionar en un edificio temporario donde, mientras se construye el edificio, se empezó a contratar los profesionales para salir, asistir a las personas y más de mil personas ya recibieron tratamientos del Centro Nacional para temas de Trauma y Postrauma“.

El enfoque multidisciplinario, la visión estratégica y la vocación científica de la Universidad de Tel Aviv serán piezas importantes para que el país logre superar el trauma nacional en que se encuentra desde el 7 de octubre, y la institución está consciente de esa responsabilidad.

“Hay estudios que hablan que el nivel de ansiedad en los niños israelíes después del 7 de octubre es sin precedentes y tiene que estar preparada la institución para dar respuesta a estos niños. Y quizás hay que buscar formas no convencionales de cómo manejar este estrés postraumático, con lo cual la universidad decidió primero asistir a los estudiantes con los servicios psicológicos, avanzar en la apertura del centro postrauma y generar la ayuda a todos los estudiantes”.

Tras los atentados de Hamás, Israel es otro país, admite Juan Dircie, pero algo no ha cambiado: la importancia que le concede a la educación. “La inversión en la educación demostró una y otra vez que es lo que le permite extraer, posicionarse a un nivel mundial de jerarquía y de respeto absoluto. Y eso no va a cambiar. Y por eso el compromiso de la universidad de seguir apostando a la educación como la forma de salir de esta crisis y de poder seguir avanzando y pensando en un futuro”.

Antes de despedirse, Dircie hace un llamado a la solidaridad.

“Los estudiantes de la universidad son el futuro del país, son los futuros médicos, los futuros ingenieros, los futuros músicos, los futuros arquitectos del país. Y si nos damos el lujo de no atraerlos de vuelta, perdemos a lo mejor que tiene para dar la sociedad “.

“Estos muchachos de 22 años, 23 años que dejaron todo, dejaron su carrera, dejaron su casa y se fueron al ejército y lo dieron todo… Nosotros tenemos la obligación por lo menos de ayudarlos a que terminen sus estudios universitarios y que puedan ser lo que quieran ser. Ellos no querían ser soldados en este momento. Lo hicieron porque tenían que salir a defender, pero quieren ser ingenieros y arquitectos, quieren ser músicos.

“Ayudémoslos a que sean quienes realmente son y salimos con este fondo en todo el mundo y lo estamos trabajando en México con la Asociación de Amigos  (de la Universidad de Tel Aviv) en México, liderada por Karen Troyse, y realmente invito a toda la gente que quiera participar de este fondo de Becas para Héroes, que se contacte con nuestras oficinas en todo el mundo y que sea parte, que realmente podamos de alguna manera agradecerle a estos muchachos que dieron todo y que de alguna manera defendieron lo que es, lo que de alguna manera nos llenó a todos y nos llena de orgullo:

“El Estado de Israel”.

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