Por séptima vez, Antony Blinken en su calidad de Secretario de Estado de EE.UU., visitó nuestro país. Y en esta oportunidad resolvió abandonar en su reunión con Benjamín Netanyahu y ante la pública opinión israelí cualquier ceremonial diplomático: Washington resueltamente se opone a la programada invasión israelí a Rafah.

En respuesta y poco tiempo después, Netanyahu apareció en todos los medios con el propósito de dar a conocer su postura absolutamente adversa a la de la Casa Blanca.

Conforme a sus directivas, las fuerzas israelíes resueltamente ingresarán en los próximos días o semanas a Rafah, ciudad localizada en el sur de Gaza y lugar de residencia y refugio de casi un millón y medio de habitantes.

Si este escenario tiene lugar implicará, en mi opinión, el enfriamiento radical de los nexos no solo entre Israel y Estados Unidos. Canadá y varios países europeos, Inglaterra, Francia y Alemania entre ellos, acentuarán entonces las restricciones no solo en el envío de recursos bélicos a Israel.

Por añadidura, los tradicionales nexos de entendimiento y cooperación entre ellos y Jerusalén conocerán radicales restricciones.

Cabe agregar que un interrogante abruma en estos momentos a la pública opinión: ¿aceptará sin reservas el ministro de Defensa Yoav Gallant la postura de Bibi? ¿O intentará en unión de Benny Gantz frenar, o al menos moderar, esta inclinación de Netanyahu que en estos días cuenta con el convenido apoyo de los ministros Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich?

Situación que hoy lesiona el público ánimo y el futuro de nuestro país en días en que este conoce tanto un apagado Purim como la creciente inquietud por la suerte de más de cien secuestrados en manos del Hamás.

Con inquietud me pregunto: ¿atinará el gobierno de Netanyahu a reconsiderar su anunciada postura?


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