Con más de 100 años de historia, la Biblioteca Nacional de Israel tiene una nueva y espectacular casa. Abrió en días oscuros, en octubre pasado, pero ha estado repleta desde el comienzo, cumpliendo su cometido de ser el recinto que resguarde la memoria del pueblo judío y del Estado de Israel. 

 

Si la guerra es la cancelación del entendimiento y el fracaso de la cultura, una biblioteca es lo opuesto. Por eso resulta paradójico que la Biblioteca Nacional de Israel tuviera que abrir sus puertas justo cuando una nueva guerra arrastraba al país hacia las sombras en las que aún se encuentra.

En octubre de 2023 la Biblioteca Nacional de Israel abrió las puertas de su nuevo recinto, un espectacular edificio emplazado en las cercanías de la Knesset, institución que, en 2007, promulgó una ley para convertir a esta biblioteca en el recinto destinado a resguardar toda la documentación judía del mundo, y a ser un centro cultural abierto, tanto físicamente como en línea, para todo aquel interesado en conocer el acervo del “Pueblo del Libro”.

“Nuestros orígenes están en 1892”, recuenta Naomi Schacter, directora de Relaciones Internacionales de la Biblioteca Nacional de Israel. “La gente empezó a enviar libros desde Europa del Este y teníamos una pequeña operación, hasta que, en los años 20, se estableció la Universidad Hebrea. Para ese entonces ya habíamos crecido y la universidad nos pidió que fuéramos su biblioteca”.

La gente ya se refiere al edificio como el más bello de Israel

Se trata de un diseño de Herzog & De Meuron, una firma suiza de gran prestigio internacional, y contó tanto con financiamiento público como privado. Para su inauguración, nos cuenta Schacter, se había planeado toda una semana de actividades, con la presencia de personalidades de la política y de la cultura, conciertos y demás.

Por desgracia, los acontecimientos del 7 de octubre dieron al traste con los planes. Todos los eventos de inauguración fueron cancelados pero el recinto abrió sus puertas al público. “Fue muy emotivo cuando abrimos y la gente vino”, recuerda la promotora, en entrevista remota, un mes después de haber visitado México como parte de sus actividades oficiales.

“La gente había visto cómo se construía el edificio y quería verlo (por dentro)”, agrega. “Una cosa que descubrimos es que mudarnos durante la guerra añadió toda una nueva dimensión al ambiente dentro de la biblioteca. En este hermoso lugar hay calma, hay intelecto, hay inspiración. Es un espacio que ofrece esperanza. Esperanza en un tiempo en el que Israel atraviesa tiempos tan retadores y dolorosos”.

 

 

En palabras de Schacter, la biblioteca es un espacio para la paz, pues ahí la gente se reúne a estudiar y a conversar, a mirar al pasado y a proyectar el futuro, y tiene un efecto sanador. “Somos la memoria colectiva del pueblo judío. El 8 de octubre no pudimos hacer nada, estábamos en estado de shock. Pero el 9 de octubre nos dimos cuenta de que teníamos un papel que jugar: recolectar todo lo que había pasado el 7 de octubre y lo siguiente“.

 

Aliza Moreno Goldschmidt, coordinadora para América Latina de la institución, abunda sobre el papel de la biblioteca en el mundo judío: “la biblioteca se ve a sí misma como la casa de los tesoros culturales del mundo judío y del Estado de Israel. Inmediatamente, cuando sucedieron todos los trágicos eventos del 7 de octubre (…) surgieron distintas iniciativas, tanto particulares como de instituciones, para documentar los trágicos hechos”.

Recuperar los testimonios de los supervivientes y hasta reunir los mensajes de WhatsApp que se enviaron ese día son parte de esas iniciativas que la Biblioteca Nacional de Israel ha acogido como parte de sus esfuerzos documentales. Según Moreno-Goldschmidt, la institución pretende ser “el cuerpo que concentra todas estas iniciativas“.

Se trata de más de 100 iniciativas que han surgido alrededor del mundo y que la Biblioteca Nacional deberá recoger, clasificar y conservar para cumplir su misión de ser el recito que albergue la memoria de estos hechos, los últimos en la larga historia de una civilización acostumbrada a enfrentar retos colosales y a sufrir la persecución, la guerra y la violencia en carne propia.

Moreno-Goldschmidt alienta a quienes, desde la Diáspora, quieran aportar materiales a este acervo, y ofrece la plataforma web de la biblioteca como medio. El proceso de reunir, clasificar y organizar el material llevará al menos cinco años.

Una colección para una civilización

Si bien las bibliotecas nacionales tienen la misión de resguardar los libros y los documentos que refieren a un país, que le son importantes a una nación, la Biblioteca Nacional de Israel cumple, además, la función de ser la memoria de toda una civilización: el pueblo judío. Eso incluye, desde luego, a los judíos de la Diáspora.

Eso incluye, claro, a los judíos mexicanos. “Tenemos un porcentaje muy alto de libros publicados por judíos en México, o libros que abordan la cultura judía mexicana”, dice Moreno-Goldschmidt, y refiere que hace no mucho recibió a representantes de diversas comunidades judías de México, quienes aportaron varias colecciones de libros. “Tenemos mucho y nuestro objetivo es llegar a tenerlo todo”, admite la funcionaria.

También nos confía que la biblioteca se encuentra en estrecha colaboración con el CDIJUM, la institución mexicana encargada de la documentación de la vida judía de México, de la que dijo “hacen un trabajo maravilloso”.

Los tesoros de la Biblioteca

Moreno-Goldshmidt habló también sobre los tesoros que alberga la Biblioteca Nacional de Israel. “Hay un comentario de la Mishná escrito de puño y letra por Maimónides (…); tenemos la primera hagadá impresa en su totalidad, que sobrevivió de forma increíble, sin ninguna tacha, y lo impactante de esa hagadá es que fue impresa en España”, pocas décadas antes de la expulsión y cuando apenas había llegado dicha tecnología al país.

La Biblioteca Nacional alberga, además, una gran colección sobre Islam y Medio Oriente, entre muchos otros libros y documentos en formatos diversos que pueden consultarse, ya sea como parte de una investigación académica o por el simple gusto de sumergirse en este muestrario amplio del conocimiento de la civilización judía.

“Sí, la gente de todas las edades todavía lee libros”, responde a pregunta expresa Nahomi Schacter, y agrega que los visitantes a la Biblioteca Nacional no solo acuden a leer sino a mirar los hermosos documentos que la institución alberga, y que incluye mapas, fotografías y manuscritos. “A la gente le gusta estar con la gente. Creo que parte de por qué a la gente le gusta venir a la biblioteca es porque ve amigos, colegas y estudiosos a los que les hace preguntas…”

Pese a contar con el doble del espacio de lectura con el que contaba el edificio antiguo, y al hecho de que la apertura se realizó sin aspavientos, “desde el primer día las salas de lectura están repletas”, celebra Moreno-Goldshmidt, “los libros se siguen utilizando, se siguen leyendo; incluso en la era en que ya muchos de los materiales están digitalizados, aún se consultan los libros de papel…”

La biblioteca cuenta, además, con programas educativos que reciben a miles de niños en edad escolar, y gracias a que cuenta con un alto porcentaje de digitalización, ahora mismo trabaja en la implementación de programas educativos online para gente fuera de Israel, incluyendo a las comunidades de América Latina.

Antes de despedirse, nuestras entrevistadas invitan a los usuarios de Enlace Judío a visitar el sitio web de la biblioteca, donde podrán consultar los tesoros que la institución resguarda: https://www.nli.org.il/en

 

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