Fue una medida audaz, pero Israel hizo bien en cancelar reuniones en Washington después de que la administración Biden decidiera abstenerse (en lugar de vetar) una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que no vinculaba un alto el fuego con la liberación de todos los rehenes.

Israel ahora debe lanzar una ofensiva total de relaciones públicas con un único mensaje primordial: “Devuelvan a todos nuestros rehenes y habrá un alto el fuego”. Debe insistir en un vínculo explícito e inquebrantable entre ambos e impulsar este mensaje ante la administración Biden y el mundo entero, una y otra vez.

Israel no puede permitirse el lujo de esperar porque Hamás y sus apologistas y partidarios están ganando la guerra de relaciones públicas. Los palestinos son maestros incomparables de la propaganda que han logrado presentar a Israel como una nación rebelde que emplea desproporcionadamente una fuerza devastadora contra civiles indefensos y busca el genocidio del pueblo palestino.

Las FDI, según esta narración, son un implacable motor de destrucción impulsado por el Primer Ministro Benjamín Netanyahu y su coalición de líderes políticos de extrema derecha que se oponen a la creación de un Estado palestino y no están dispuestos a ceder para lograr una solución de dos Estados, publicó The Jerusalem Post.

Para ver el éxito de la estrategia de relaciones públicas de Hamás, basta mirar las protestas que ocurren en todo el mundo. Las narrativas son equivocadas pero omnipresentes: Israel asesina bebés, la nación judía se ha convertido en un estado de apartheid, el mundo debería apoyar una Palestina “libre” “desde el río hasta el mar”.

Los absurdos de Hamás no deben quedar sin respuesta

Mientras tejen sus narrativas falsas, los propagandistas de Hamás se centran en recuentos desequilibrados de cadáveres que comparan el número de palestinos asesinados en Gaza y el número de israelíes asesinados el 7 de octubre. Lo que falta, por supuesto, es el contexto y la realidad. Hamás ataca y asesina a civiles, incluidos mujeres y niños, incluso mutilando cuerpos y empleando violaciones masivas para oponerse a la llamada “ocupación”.

Las instituciones controladas por Hamás combinan intencionalmente el número de combatientes muertos en combate con los civiles palestinos que utilizan como escudos humanos.

Estos absurdos no pueden quedar sin respuesta mientras Israel es difamado por legiones en las redes sociales que repiten como un loro los temas de conversación de Hamás. Debería ser Hamás el que esté correctamente etiquetado como genocida, con la responsabilidad de poner fin inmediatamente a la guerra.

Durante meses, los manifestantes pro palestinos han exigido un “alto el fuego”. Israel debería socavarlos expresando su voluntad de implementar un alto el fuego inmediato, pero sólo si Hamás libera inmediatamente a todos los rehenes.

Este posicionamiento indicaría que Israel ya no seguirá el cínico juego de Hamás de facilitar un prolongado derramamiento de sangre y sufrimiento regateando sobre el número de delincuentes palestinos encarcelados que serán liberados por cada rehén israelí inocente.

Israel posee autoridad moral en este conflicto, pero no logra transmitir ese hecho de manera efectiva. ¿Quién en su sano juicio puede justificar el secuestro y la detención palestinos de civiles inocentes, que están retenidos en condiciones inhumanas, violados y sometidos a implacable tortura física y psicológica?

No se pueden presentar argumentos legítimos a favor de nada de esto, por lo que Israel debe obligar a la parte pro-Hamás a hacerlo. Obligar a los partidarios palestinos a defender a Hamás que mantiene como rehenes a niños israelíes y bloquea los intentos de un alto el fuego.

A Hamás le interesa mantener a los rehenes indefinidamente porque son la moneda de cambio más importante que poseen. Es por eso que Hamás y sus partidarios qataríes –por no hablar de la ONU– han tratado de desvincular la implementación de un alto el fuego de la liberación de los rehenes. El asunto de los rehenes demuestra ampliamente el desequilibrio moral entre las dos partes y demuestra que toda esta guerra, y la horrible pérdida de vidas y la destrucción que ha engendrado, es culpa de Hamás.

Fue Hamás, no lo olvidemos, quien violó un alto el fuego el 7 de octubre al matar, violar y secuestrar a todos los que pudo tener en sus manos. Así llegamos hasta aquí y por eso no hay alto el fuego.

Los rehenes no son una abstracción que la palabra colectiva a veces puede transmitir sin querer. Cada cautivo es un ser humano inocente, e Israel debe convertir en una prioridad humanizar a las víctimas, incluido el bebé Kfir Bibas, que acaba de cumplir un año el 18 de enero, y las niñas y mujeres violadas en cautiverio de Hamás.

Israel debería seguir facilitando ayuda humanitaria a Gaza, al mismo tiempo que prosigue su campaña militar y participa en conversaciones diplomáticas. Pero mientras estas medidas se dan en el fondo, en primer plano Israel debe expresar una exigencia firme: liberar a todos los rehenes para asegurar un alto el fuego. Todo representante y partidario de Israel debería transmitir incansablemente este mensaje en cada oportunidad.

Esta más reciente resolución antiisraelí de la ONU destaca la necesidad de una importante renovación en lo que respecta a la estrategia de relaciones públicas de Israel. Es mejor corregir el rumbo tarde que nunca.

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