Daniel Castro Aniyar / Los espejismos del mal. ¿Qué quieren realmente los terroristas?

Una vez hablé, en un parque de Madrid, con un musulmán armenio, padre de un niño amigo de mi hijo. Hablábamos de la explosión del tren de Cercanías de Atocha, en aquel 11 de marzo fatídico. Y, como para justificarse un poco, me dijo “pero lo que no se puede negar es que son muy inteligentes los terroristas, hicieron un explosivo que se detonó con contactos eléctricos en las puertas”.

Cada vez que veo las noticias sobre el Medio Oriente no dejo de encontrar esos espejismos. ¿Qué impulsa interiormente a los estudiantes con keffiyeh (la pañoleta blanquinegra)? ¿Qué motiva tanto odio a Hamas, Erdogán y el negro concilio islamofascista de Irán? Sus discursos vacíos pero maximalistas, llorosos y arrogancia, se ven ávidos de algo.

Turquía, responsable del horrendo genocidio armenio, que nunca ha querido reconocer, cuyo gobierno amenaza constantemente a Grecia y Chipre de invadirlos, acusa a Israel de un genocidio que no ha cometido y de pretensiones territoriales que no tiene.

Irán, que financia más de seis grupos terroristas en el mundo, que destruye naciones como Líbano, Yemen y Siria, que explota gente en Canadá o Argentina, que secuestra inocentes, y prepara una guerra nuclear para dominar el mundo, acusa a Israel de un expansionismo sionista que no existe, y de un control conspirativo del mundo, que no tiene.

Si Israel no existiese, no habría otro chivo expiatorio y los países musulmanes hubieran entrado en una terrible guerra entre si. Pero Israel los calma como un vaso de leche tibia antes de dormir.

Un sociólogo acusaba a Israel de no usar su tecnología, para actuar sin tocar a los civiles de Gaza ¿Qué tecnología es esa? Siendo los civiles escudos humanos, rehenes de sus propios dirigentes, ¿qué tecnología permitiría eso? ¿Cree de verdad que los israelíes pueden tener una super-arma, al estilo Avengers, para evitar saldos mortales en los civiles?

Mario Silva, un entrevistador venezolano del chavismo, que ostentó el más alto nivel de audiencia de su TV pública, fue grabado hablando mal de los chavistas. El propio presidente no lo perdonó y le quitó su programa de TV. Aún no lo perdonan. La defensa de Silva fue ésta: “¿Acaso no saben que Israel tiene drones invisibles para las Fuerzas Armadas, volando sobre el espacio venezolano, y que pueden grabar con precisión todo lo que yo diga, y luego editarlo como si yo lo hubiese dicho?”.

Visto así, toda la responsabilidad del sistema parece reposar en la infinita astucia y tecnología de los judíos. Y que por eso controlarían el mundo.

Pero lo destacable no es ese sentido conspirativo, heredado probablemente del nefasto libro Los Protocolos de los Sabios de Sión, sino del deseo de convertirse en ese enemigo imaginado.

Los que protestan hablan de tierras robadas por Israel, mientras Hamás y sus amigos terroristas invaden países, islamizan el mundo, secuestran, matan, violan y/o esclavizan a israelíes, sudaneses, nigerianos, sirios, iraquíes, jordanos, libaneses, argentinos, canadienses, hindúes, bangladesíes y estadounidenses. Sin hablar de las tiranías con sus propios pueblos.

Desconocen el derecho internacional para las atrocidades del 7 de Octubre, pero sacan punta de manera muy discutible al mismo derecho para pedir el arresto de los líderes democráticamente electos de Israel. Quieren ser lo que acusan, quieren justificarse con un enemigo perpetuo, más poderoso, y conducir así sus soldados hacia los espejismos.

Los terroristas entraron el 7 de Octubre a Israel ¿Qué hicieron? Violar mujeres judías, como si quisieran obtenerlas. Humillarlas como para decirles “yo soy tu amo, tú no me dominas, aunque tu impúdica belleza me perturbe” ¿Cuánto perverso deseo sexual contenido pudo impulsar las violaciones masivas, y las esclavizaciones sexuales desde el 7 de Octubre? Los vimos buscando destruir todo, incluso aquel perrito negro que venía a saludarles. Todo era motivo de odio. Todo en Israel era bello, ordenado, próspero, y por tanto, destruible. Pero no recuperaron para sí ni un centímetro de tierra. Ni siquiera recuperaron Ashkelon, donde Sinwar dice haber nacido. Solo quisieron destruir la huella de aquello que no pueden ser.

Del mismo modo, gritan los estudiantes con kaffiyeh en universidades prestigiosas del mundo, sabiendo el odio que esconde el 7 de octubre, pero prefiriendo rebelarse contra los judíos, imaginados como los amos del mundo. Una mezcla de inocencia, hormonas, belleza juvenil, marihuana y utopías. Pero de estudiantes peligrosos, llenos de resentimiento, está llena la historia ¿Acaso Maduro no fue líder en las revueltas estudiantiles venezolanas? ¿Acaso la revolución cultural china, impulsada por estudiantes, no asesinó, se calcula, 50 millones de personas? ¿No fueron también estudiantes las Juventudes Nazi, Fidel Castro y los Hermanos Musulmanes en Egipto?

Al Jazeera acaba de transmitir un reportaje sobre Sinwar, poniéndolo como un héroe. Se intitula: “El hombre que puso al mundo en un solo pie”. No importan las atrocidades que hicieran los soldados de Sinwar a sus órdenes, y que grabaron con orgullo, y por lo que además se volvieron una suerte de “héroes del mal” en las redes en árabe, turco y farsi. Lo importante es que poder decir en TV “nosotros también somos inteligentes”. Lo importante es que la astucia de los terroristas estuvo al nivel de la inteligencia de los judíos.

La verdad es que hacer el mal es mucho más fácil que hacer el bien. Y no saber esto es la trampa misma de los espejismos del terror.

Cuando Abraham fue a Egipto con su familia, entró como migrante. Abraham, el padre del monoteísmo, aquel mediante el cual las naciones del mundo se redimen, mintió al soldado egipcio de la frontera. Había escondido a su hermosa mujer, Sara, entre las cargas, y cuando los egipcios la encontraron, esta fue su mentira: “es mi hermana”.

Abraham sabía que, si decía que era su mujer, los soldados hubieran querido a Sara para ellos, y hubiesen matado a Abraham, y probablemente, esclavizado a Sara. Al ser solo una hermana, aun quedaba libre. Los soldados la llevaron frente al Faraón, como un trofeo, y éste también la deseó. Entonces Abraham reconoció ser su esposo. El Faraón se molestó con Abraham y los echó de su presencia, pues, ya en su nivel, no iba a tomar a la esposa de otro hombre.

La pregunta importante aquí es: ¿De dónde provenía la increíble belleza de Sara? ¿Qué tendría esta mujer de especial, que llevó al mismo Abraham a mentir? La belleza de tal mujer no era física, sino espiritual. Era su sabiduría, su luz interior, lo que daba un brillo inalcanzable por otras mujeres bellas. El soldado egipcio no hubiera entendido esto, porque solo vive en un mundo de conspiraciones, maquillaje y apariencias y, por eso mismo, la hubiera querido robar como un trofeo. Al pretender el espejismo de esa belleza, no tendría más que el cuerpo que alguna vez alojó un alma maravillosa, pero ahora triste y amargado. Entonces, en su mente, no habría tenido más remedio que violarla, para obtener en el plano físico, los residuos de esa increíble belleza interior.

Los terroristas son como los soldados egipcios. Creen que su inteligencia se mide por la maldad y el despojo, por la destrucción de lo que se desea y se envidia. Y se enorgullecen de haber hecho temblar a los que ellos creen son los poderosos del mundo. Pero no saben que el poder no está allí, en los judíos secuestrados, en los cuerpos violados, en las tierras verdes de los kibutzim.

Que, incluso, destruyendo con misiles nucleares a Jerusualem, no habrían afectado mínimamente la real fuente del poder y la belleza, una cosa sutil que se llama alma, y que reposa más allá de las apariencias.

 Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío.

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