Uno de los aprendizajes más grandes que tuve en mi adolescencia me lo dio el subtítulo de un libro: “Capítulos prescindibles”, sin ellos Rayuela de Cortázar jamás sería lo mismo. Así es con la vida, aquello que no parece esencial, que no ofrece una riqueza material, que sería nombrado “prescindible” por muchos es lo que irónicamente nos da vida. Lo que nos lleva a amar, entender y desear. La poesía cae en este ramo “¿Y para qué cantar?” Es una las preguntas más comunes que el hombre se ha hecho a lo largo de los siglos, y sin embargo, la respuesta no puede ser distinta a la que siempre se ha dado: por el amor al canto. Por el poder ver aquello que sólo un poema puede decirnos de la realidad, por encantar el oído con su belleza. Por ello es importante darle un espacio a la poesía en nuestras vidas. Y así como es esencial estudiar autores clásicos, si no damos espacio a autores contemporáneos estaríamos perdiendo gran parte de lo que este arte tiene para ofrecernos, como la posibilidad de ver con nuevos ojos nuestras propias vivencias y tiempo, además de que no estaríamos realmente dándole vida en nuestros días.
Elena Bell y Erika Meitner son dos poetas judías contemporáneas que no han recibido aún la fama que sus versos se merecen. Siendo ambas nietas de sobrevivientes escriben sobre el rol de la memoria en el presente y abren nuevos horizontes hacia la exploración de la identidad a través del recuerdo y la poesía. Escriben sobre la cotidianidad desde el verso libre y una voz poética personal, y ponen numerosa atención al detalle. Tejen un camino de la experiencia personal hacia lo general, ya sea a través de la percepción íntima de la naturaleza y los funcionamientos globales de la misma o el prójimo visto desde lo social o desde un humanismo.
Elena Bell
Aunque sus temas y trayectoria se parecen, sus estilos y objetivos son distintos. Bell se enfoca más en el encontrar a través de la poesía esa fuerza creativa que nos une a la existencia, que es el génesis de toda vida. Y retrata constantemente las historias que nos unen como personas. Te recuerda que “siempre hay una aldea quemándose” y que esa aldea es tu aldea, en esa aldea hay un niño “y si no llorás porque ese niño no es tu hijo, / igual es tu hijo” (Your Village). Regresa constantemente al recuerdo de su abuela y habla de las vivencias que ésta tuvo en Auschwitz, honra su pasado judío y la identidad de ella misma Elena como un pasado compartido, como un sueño con la cual la complace, como el recuerdo de la forma en que fue criada. Sin embargo, en su poesía le da más peso a lo que Auschwitz le enseña al hecho de que no podemos estar separados de la tragedia humana.
Habla de la meditación y el canto como cura y pertenece a organizaciones que buscan fomentar la paz entre Palestina e Israel. El dolor y la realidad del conflicto aparece en sus poemas, mucho antes que la tragedia del octubre pasado. Una de las cosas más bellas de sus poemas es la sinceridad y brevedad de los mismos con imágenes muy concretas te lleva de golpe a la realidad que retrata y en tres palabras resume lo que el poema mismo explica, todas las cosas que “este poema no dice”.
Erika Meitner
Por su parte Erika Meitner mira la generalidad no desde un lugar de unión sino desde un sentimiento profundo de irrelevancia que sin embargo, empodera al individuo. Los dos ancianos que se agarran de la mano frente al mar en su poema, no saben de los cargamentos de cocaína lavada que ese puerto recibió antes, ni de la maquinaria que fue usada para limpiar el sargazo, siendo turistas no tienen los recuerdos de ella en ese lugar particular de Los Ángeles. El oscuro del cielo le lleva al corazón de su hijo y si mira melancolía el idish es porque le recuerda a su abuela y le duele que el mundo que ella conocía muera lentamente como murió toda su familia en la Segunda Guerra. Hay cosas que ella le gustaría que permanecieran en el tiempo y cosas que se alegra que mueran. Sin embargo, lo cotidiano, los detalles, la regresan constantemente a su presente y a la libertad que tenemos todos cuando nos vemos nuestra propia irrelevancia dentro de esta inmensidad. Si sus poemas no fueran tan bellos podría incluso llamárseles cínicos o irónicos.
Al igual que Bell constantemente mira hacia su pasado y se reconoce dentro de la identidad judía. Los siguientes son poema escritos por las autoras.
Poemas
Elena Bell
Letters to Jerusalem
To hold the bird and not to crush her, that is the secret. Sand turned too quickly to cement and who cares if the builders lose their arms? The musk of smoldered rats on sticks that trailed their tails through tunnels underground. Trickster of light, I walk your cobbled alleys all night long and drink your salt. City of bones, I return to you with dust on my tongue. Return to your ruined temple, your spirit of revolt. Return to you, the ache at the center of the world.
Traducción
Sostener el ave y no aplastarla, ése es el secreto. La arena se convirtió demasiado rápido en cemento y ¿a quién le importa si los albañiles pierden los brazos? El herdor de ratas humeantes en palos que arrastran sus colas por túneles subterráneos. Juglar de la luz, camino tus callejones empedrados toda la noche y bebo tu sal. Ciudad de huesos, vuelvo a ti con polvo en mi lengua. Vuelvo a tu templo en ruinas, a tu espíritu rebelde. Vuelvo a ti, al dolor en el centro del mundo.
Otros poemas
There are things this poem would rather not say
Erika Meitner
Fragmentos de Yiddishland
[…]
The people who sang to their children in Yiddish
and admonished them in Yiddish are nearly all gone, whole vanished towns that exist now
only in books, their maps drawn entirely by heart: this unknown continent, this language
of nowhere, these stones from a land that never was. Der may kumt shoyn on.
The month of May has arrived. Der vind voyet. The wind howls,
says I’m not a stranger anywhere. On the stones we write all we remember,
but we are poor guardians of memory. Can you say it in Yiddish? Can you bless us?
Traducción
[…]
La gente que cantaba a sus hijos en idish
y los regañaba en idish han muerto casi todos, pueblos enteros desvanecidos, que existen ahora sólo en libros, sus mapas dibujados enteramente de memoria: este continente desconocido, este idioma
de ningún lugar, estas piedras de una tierra que nunca fue. Der may kumt shoyn on.
Ha llegado el mes de mayo. Der vind voyet.. El viento aúlla,
dice que no soy extranjera en ningún lugar. En las piedras escribimos todo lo que recordamos,
pero somos malos guardianes de la memoria. ¿Puedes decirlo en idish? ¿Puedes bendecirnos?
Otros poemas
We’re gonna live with water for the rest of our lives
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