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MOISÉS NAÍM

El país que dejó Hugo Chávez no es mejor que el de 1999, cuando llegó a la Presidencia.

Ya antes de su muerte, Hugo Chávez se había sumado a Fidel Castro y Ernesto ‘Che’ Guevara en el panteón de líderes latinoamericanos a los que se reconoce al instante en todo el mundo. Y, como Castro y Guevara, Chávez es y será muy controvertido. Es objeto de una profunda admiración, que se transforma enseguida en apasionada veneración, y de un antagonismo que se convierte con la misma facilidad en intenso repudio. Chávez murió el martes, a los 58 años, después de dos años de tratamientos contra el cáncer. (Lea también: Nicolás Maduro, el delfín que es favorito en un mar de incertidumbre).

Es inevitable que su labor sea tan difícil de valorar como la de otros controvertidos líderes, como Mao y Perón. No obstante, aunque los actos de Chávez susciten debates sin fin, su legado tiene aspectos indiscutibles. (Lea también: Evita y Hugo, de aquí a la eternidad).

Lo bueno

La consecuencia más duradera y positiva del mandato de Chávez es que hizo añicos la coexistencia pacífica de Venezuela con la pobreza, la desigualdad y la exclusión social. No fue el primer líder político que convirtió a los pobres en el tema central de la conversación nacional. Tampoco fue el primero que aprovechó el aumento de los ingresos del petróleo para ayudar a esos pobres. Pero ninguno de sus antecesores lo hizo de manera tan agresiva como él. Y nadie tuvo tanto éxito como él a la hora de fijar esta prioridad en la mentalidad colectiva e incluso exportarla a los países vecinos y más allá. Además, su capacidad de hacer que los pobres sintieran que tenían a uno de los suyos en el poder no tiene precedentes. (Lea también: Un duro golpe para el ya debilitado ‘eje bolivariano’ / Miguel A. Bastenier).
Otro aspecto positivo de su legado es que acabó con la indiferencia política y la apatía generalizadas, nutridas durante decenios por un sistema en manos de partidos políticos en descomposición y ajenos a la realidad. El despertar político que desencadenó Chávez ha absorbido a habitantes de las barriadas, trabajadores, universitarios, la clase media y, por desgracia, también a los militares. Y aquí es donde comienza el legado negativo. (Lea también: El fin del redentorismo iluminado / Enrique Krauze).

Lo malo

Tras 14 años en el poder, Chávez no dejó el país con una democracia más fuerte ni una economía más próspera. Esto, a pesar de sus constantes recordatorios de que por fin había logrado que los pobres vivieran mejor y no obstante el aumento más prolongado y desmesurado de los ingresos petroleros en la historia de Venezuela durante su presidencia. (Lea también: Hugo Chávez no dejaba indiferente a nadie).

Chávez y sus partidarios afirmaban que, durante su mandato, se celebraron 15 elecciones nacionales y referendos, y que sus programas sociales fomentaban la participación y la democracia “directa” o “radical”. Sin embargo, como explica el prestigioso profesor estadounidense Scott Mainwaring, para que exista democracia es necesario que haya “elecciones libres y justas para designar el Gobierno y el Legislativo, derecho casi universal al voto, protección de los derechos políticos y las libertades civiles, y control civil del Ejército. El régimen de Chávez no cumple la primera y la tercera de estas características. No hay igualdad de oportunidades electorales y el respeto a los derechos de la oposición se ha deteriorado gravemente. El Ejército está mucho más politizado e interviene mucho más en política que antes de Chávez”. (Lea también: ‘Seguiremos siendo una nación socialista’: Jorge Valero).

En realidad, el presidente Chávez fue uno de los que antes y con más destreza que otros supo poner en práctica una estrategia política que se hizo común tras la Guerra Fría en muchos países que los politólogos llaman “regímenes autoritarios competitivos”. En estos, los dirigentes obtienen el poder mediante elecciones democráticas pero luego cambian la Constitución y otras leyes para debilitar el sistema de controles al gobierno, con lo que se aseguran la continuidad del régimen y su autonomía casi absoluta, al tiempo que conservan una pátina de legitimidad democrática. No es casual que a su muerte Chávez fuera el jefe de Estado de más tiempo en el poder de toda América. (Lea también: Nicolás Maduro, el nuevo conductor de Venezuela).

La otra herencia paradójica –y negativa– de Hugo Chávez es una catástrofe económica. Es paradójica porque su mandato coincidió con una fuerte alza mundial de los precios de las materias primas y con un sistema financiero internacional con abundantes recursos y gran apetito por dar préstamos a países como Venezuela. Además, el presidente gozó de total libertad para adoptar cualquier política económica que quisiera. (Lea también: Una sucesión clave para Colombia en paz, seguridad y comercio).

Sin embargo, al momento de su muerte, pocos países del mundo sufren distorsiones económicas tan profundas.Venezuela tiene uno de los mayores déficits fiscales del mundo, la mayor tasa de inflación de América, el peor desajuste del tipo de cambio (a pesar de la reciente devaluación) , el mayor y más veloz incremento de su deuda y una de las mayores caídas de la capacidad productiva, incluso en el crítico sector del petróleo. (Lea también: ‘La oposición ganó, así pierda dentro de un mes’: Luis Vicente León).

Además, durante la era Chávez, el país cayó a los últimos puestos de las listas que miden la competitividad internacional, la facilidad para hacer negocios y el atractivo para los inversionistas. Pero subió a los primeros puestos de los países más corruptos. Este último dato es otra paradoja de un líder cuyo ascenso al poder se basó en la promesa de eliminar la corrupción y aplastar a la oligarquía. La burguesía bolivariana –los ‘boliburgueses’, como llaman los venezolanos a la nueva oligarquía, formada por los más estrechos aliados del régimen, sus familias y sus amigos– ha amasado enormes fortunas gracias a contratos corruptos con el Gobierno. Y eso también forma parte de la desgraciada herencia de Chávez. (Lea también: Retrocesos en la democracia y los derechos humanos / José M. Vivanco).

Lo feo

El presidente Chávez deja una sociedad ferozmente polarizada. Aunque siempre existieron divisiones, el estilo de Chávez hacía demasiado hincapié en alimentar los resentimientos y la venganza, hasta niveles desconocidos. Tendrá que pasar mucho tiempo y habrá que hacer muchos esfuerzos para sanar las heridas causadas por las enormes dosis de conflicto social que el presidente promovió y de las que tan magistralmente se aprovechó. (Lea también: Los números rojos de la revolución bolivariana / Francisco Toro).

Otra fea faceta del mandato de Chávez es que, durante su presidencia, Venezuela se convirtió en uno de los países con más asesinatos. Kabul y Bagdad o las peores ciudades mexicanas son más seguras que Caracas, donde los homicidios y los secuestros se han vuelto casi normales. (Lea también: Estados Unidos no se hace muchas ilusiones / Eric Farnsworth).
Los organismos internacionales consideran asimismo que el país es un centro de operaciones –y refugio– de falsificadores, blanqueadores de dinero y traficantes de seres humanos, armas y, por supuesto, drogas. Según la ONU, Venezuela se ha convertido en el principal proveedor de drogas de Europa. El Departamento del Tesoro estadounidense ha acusado a ocho altos jerarcas de la administración de Chávez, incluidos el antiguo responsable de los servicios de inteligencia y el Ministro de Defensa, de encabezar redes de narcotráfico. Ante todo ello, Chávez permaneció insólitamente silente. Su complacencia mientras veía cómo los pobres que decía amar tanto se volvieron las víctimas de una amplia masacre y que su país caía en una dolorosa espiral de asesinatos es uno de los aspectos más inexplicables –e imperdonables– de sus largos años en el poder.

Epílogo

El pueblo venezolano le extendió a Chávez un cheque político en blanco para que hiciese los cambios que quisiera, y gracias al largo boom de los precios del petróleo el presidente también contó con un cheque económico en blanco para financiar esos cambios. Pocos jefes de Estado han podido aunar el enorme apoyo popular y los inmensos recursos económicos de los que disfrutó Chávez durante 14 años. Su control absoluto de todos los poderes también le permitió hacer lo que quería. Y lo hizo. Cambió el nombre del país, su bandera, impuso una zona horaria nueva y especial para Venezuela. Y mucho, mucho más. Lo que no hizo fue dejar el país en mejor situación que cuando llegó a la Presidencia. Por eso Hugo Chávez merece ser recordado como una oportunidad perdida.

Fuente:eltiempo.com