Irán hace poco se ha estado acercando a sus vecinos árabes para proponer una reconciliación fraternal.

Algunas naciones árabes han sido criticadas por sus respuestas poco entusiastas a estas ofertas. Pero esa crítica es ingenua. La historia y estructura política de Irán dejan en claro que estos intentos no son más que un intento pobre de giro de relaciones públicas y que no se puede confiar en él. La reciente Cumbre Arabe en Jordania aprobó 15 resoluciones juzgando el comportamiento de Irán en la región — su respaldo a grupos terroristas, su intromisión en los asuntos internos de naciones vecinas, su incitación al conflicto entre suníes y chiíes, su intervención en la guerra civil siria y muchas otras de sus políticas hostiles.

Si Irán estuviera de hecho tratando de dar vuelta una página con sus vecinos árabes — los que han soportado décadas de interferencia y terrorismo patrocinados por Irán dentro de sus fronteras — Irán debe demostrar alguna prueba que ha cambiado realmente.

De hecho, nada ha cambiado.

¿Qué señales ha dado el régimen iraní que indiquen un deseo serio de reconciliarse con las naciones árabes de la región? ¿Qué cambios ha hecho en sus políticas y acciones?

La respuesta: ninguno. Teherán sigue como siempre su patrocinio y exportación de terrorismo en la región, respaldando a Hezbola en Siria, a los huzíes en Yemen y a otros grupos militantes. Más para el punto, si este intento de reconciliación es creído, ¿a quién deben responder en Teherán las naciones árabes? ¿Deben tratar con el gobierno iraní oficial o con la verdadera base de poder — el Líder Supremo Ali Jamenei y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI)?

¿Irán ha hecho algún cambio estructural en su clase gobernante que persuada a sus vecinos árabes que las cosas son realmente diferentes en Teherán? Absolutamente no. Los clérigos siguen a cargo en Irán y tienen la palabra final.

Todas las campañas diplomáticas y decisiones políticas del gobierno iraní son controladas por el liderazgo teocrático, el CGRI y sus afiliados extremistas sectarios. Si ese sigue siendo el caso cualquier oferta de reconciliación es falsa.

Esto fue demostrado durante las negociaciones por el acuerdo nuclear con Irán. El ministro del exterior iraní Javad Zarif insistió en mudar a Teherán al equipo negociador durante las conversaciones para permitir que el Ayatolá Jamenei y el CGRI controlen las discusiones y aprueben o rechacen cada detalle del acuerdo hasta que éste cumpla con la aprobación de los líderes verdaderos.

Esto es prueba que el gobierno iraní no puede actuar en forma independiente o asumir algún compromiso vinculante sin la aprobación del liderazgo clerical y militar.

¿Pero podría el mismo Ayatolá Jamenei buscar la reconciliación con los vecinos árabes de Irán? ¿No es la paz buena para todos?

Esta presunción podría ser válida si ignorara el hecho que el liderazgo de juristas de Irán ha priorizado “exportar la revolución” como un principio central de la constitución de la república islámica. El CGRI planifica e implementa las políticas intervencionistas del régimen y está inextricablemente entrelazado con el liderazgo teocrático. El CGRI es sinónimo de la seguridad nacional del país, la cual es la única prerrogativa del Líder Supremo Jamenei.

Si el régimen iraní fuera serio acerca de desear sostener negociaciones con las naciones árabes, éstas serían lideradas por el líder supremo del país, no por el gobierno bajo su control. El gobierno y el cuerpo diplomático no tienen ningún poder independiente y son sus herramientas.

Los últimos intentos de Teherán por iniciar negociaciones unilaterales con sus vecinos a través de su administración impotente son un ejercicio infructuoso. La oferta vacía por parte del liderazgo iraní es ganar más tiempo para promover su programa regional de desestabilización y terror y evaluar las posturas de otras naciones hacia Irán, particularmente la de la nueva administración presidencial estadounidense.

Sin cambiar radicalmente sus políticas, especialmente su financiación y despliegue de milicias extremistas sectarias en Siria, Irak y Yemen, y su interferencia en los asuntos internos de Líbano, Bahrein y Arabia Saudita, el discurso de reconciliación y discurso de negociación del régimen iraní deben ser ignorados.

Cualquier negociación real requiere confianza y respeto mutuos, los cuales Teherán no está dispuesto a conceder.

La comunidad internacional debe entender que la historia agria de las naciones árabes con la falsedad del régimen iraní y su brutal expansionismo regional militar les da todo el derecho a ser escépticos acerca de esta oferta reciente de reconciliación. El objetivo primordial detrás de la nueva estrategia diplomática de Teherán es convencer a la comunidad internacional y potencias occidentales que Teherán es un gobierno normal, razonable y pragmático.

Nadie debe caer en esta táctica. Los árabes en Estados Unidos y en todo el mundo no lo harán.

Mohammed Alsulami es un investigador en la Universidad Umm Al-Qura en Arabia Saudita, que se especializa en estudios iraníes.

Fuente: The Washington Times- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México