IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – En 1642, la Inquisición en México desató una persecución masiva contra un grupo de mexicanos de origen portugués, acusados de practicar el Judaísmo en secreto. El asunto terminó por convertirse en el proceso más agresivo en toda la historia de la Inquisición en la Nueva España, y se saldó con la ejecución en la hoguera de 13 personas “relajadas en vivo” (quemadas vivas), mientras que otros 57 murieron en las mazmorras de la Inquisición, esperando sentencia.

Los dos personajes más interesantes que murieron en esta última condición fueron el Rabino Antonio Rodríguez y Arias, y su esposa Blanca Enríquez, llamada por los clérigos de la Inquisición como “la rabina dogmatista”.

Pero lo interesante empieza desde el arranque de todo: en realidad, esta campaña inquisitorial no tuvo motivaciones religiosas, sino políticas.

En 1639 Portugal era parte de la Corona Española, y en ese momento la Guerra de los Treinta Años, cruel confrontación entre protestantes y católicos en Europa, estaba en su apogeo (se extendió desde 1618 hasta 1648). En 1640, los condados catalanes se rebelaron contra la Corona Española, y el Conde-Duque de Olivares, Primer Ministro plenipotenciario de Felipe II de Alemania y IV de España, movilizó a las tropas portuguesas para aplastar la sublevación catalana.

Pero Olivares no era el único interesado en ese conflicto. Pese a que en el contexto de la Guerra de los Treinta Años se suponía que España y Francia eran aliados por ser católicos, el Cardenal de Richelieu tenía sus propios objetivos para Catalunya, y aprovechó la coyuntura para hacer una negociación con el Duque de Braganza, ofreciéndole el trono de Portugal si se aliaba con Francia y en contra de España.

El Duque aceptó dado que el desgaste español por la guerra contra los protestantes era mayúsculo. Las tropas portuguesas no tuvieron ninguna dificultad para someter a las españolas, la virreina de Lisboa Margarita de Saboya fue depuesta de inmediato, y Juan IV de Braganza fue proclamado rey de Portugal. De inmediato el Arzobispo de Braga y otros nobles exigieron su renuncia y el regreso a la tutela española, pero fueron arrestados, torturados y reducidos al silencio absoluto.

La revuelta en Catalunya prosperó, y eventualmente España tuvo que renunciar no sólo a Portugal, sino también a la zona norte de los condados catalanes, que desde entonces quedaron en poder de Francia. Richelieu había ganado la partida, y con ello Francia empezaba su ascenso para convertirse en la máxima potencia europea, mientras España comenzaba el declive que lo haría eclipsarse prácticamente hasta el siglo XX.

De todos modos, Felipe IV tomó represalias contra los portugueses, y uno de los modos en los que afectó temporalmente sus intereses comerciales fue atacando a la comunidad portuguesa de México, conexión fundamental para la amplísima red marítima que se movía desde Amsterdam hasta las Filipinas, pasando por México y Argentina.

Atacarlos no fue difícil: todo mundo sabía que esas familias portuguesas eran de origen judío, y muchos de ellos practicaban el Judaísmo clandestinamente.

Esta situación relativamente bizarra comenzó en 1497, cuando los judíos de Portugal fueron obligados a bautizarse. A diferencia de los judíos de España cinco años antes, estos no tuvieron opción. La conversión al Catolicismo fue forzosa. Por eso, las familias judeo-portuguesas fueron siempre las más proclives a la práctica secreta del Judaísmo. Cuando Holanda se independizó de España en 1581, la Casa de Orange puso al Protestantismo Calvinista como religión tutelar del reino, y se proclamó la libertad de culto. Eso permitió que la comunidad portuguesa, que se había establecido allí por medio de una migración hormiga durante casi un siglo, abandonase abiertamente el Catolicismo y proclamase su fe judía. De ese modo surgió la comunidad sefardita de Amsterdam, que luego daría personajes tan interesantes como el filósofo Baruj Spinoza. Desde allí, estos judíos portugueses se pusieron al frente de una impresionante red comercial, gracias a que tenían parientes en muchos lugares a los que habían migrado otros portugueses de origen judío: México, las Antillas y el Caribe, la Guyana Holandesa, Brasil, Argentina, y del otro lado de América, las Filipinas.

Por su parte, hacia 1570 la comunidad judía portuguesa estaba muy bien organizada en México, y hay elementos para asumir que incluso tenían organizado un rabinato (es decir: varios rabinos funcionando de manera regular, un tribunal religioso para tomar decisiones conforme a la ley judía, y por lo menos un rabino jefe; naturalmente, también matarifes para proveer carne kosher). Por ello fue que la Inquisición decidió instalarse en México en 1572.

Pese a las actividades inquisitoriales a finales del siglo XVI (sobre todo en el caso del juicio a la familia Carvajal en el Nuevo Reino de León), hacia 1620 las persecuciones contra los judíos se habían relajado.

Pero entonces vino la compleja coyuntura política que lanzó a España al ataque contra los portugueses, situación que se exacerbó debido a una extraña situación que se dio entre las comunides sefarditas de México, Amsterdam y Venezia: una serie de especulaciones cabalísticas llevaron a varios rabinos a la conclusión de que el Mesías podría ser un judío mexicano llamado Gaspar Báez de Sevilla, hijo del comerciante Simón Báez de Sevilla, también conocido como Simón Báez de Castelo Branco.

Los Báez de Sevilla eran una distinguid familia, e integraban el liderazgo de la comunidad cripto-judía portuguesa que tenía alrededor de 20 sinagogas en diferentes ciudades de México.

Al frente de la misma en el aspecto espiritual, estaban Antonio Rodríguez y Arias –último rabino mexicano colonial que recibió su Smijá (ordenación rabínica) en Europa–, su esposa Blanca Enríquez (luego apodada por la Inquisición como “la rabina dogmatista”, y considerada la verdadera jefa de todo el clan), y el bachiller Pedro Tinoco. Tanto Tinoco como Báez de Sevilla eran nietos de Antonio Rodríguez y Blanca Enríquez.

Para garantizar la correcta educación judía de Gaspar, la comunidad judía de Venezia envió al rabino David Machorro, instruido en Izmir (Turquía), pero su rastro se perdió. Nunca se supo qué sucedió con él. Seguramente murió en el viaje. En consecuencia, se despachó como sustituto a su hijo Salomón Machorro (también instruido en Izmir), y este arribó a México hacia 1638, un poco antes de que estallara el conflicto político entre Portugal y España.

Salomón, que en México tomó el nombre postizo de Juan Pacheco de León, pronto se integró al clan familiar de los Rodríguez-Enríquez-Báez de Sevilla-Tinoco, y también fue capturado en 1642 cuando la Inquisición recibió la orden de proceder con las represalias contra los portugueses.

Los Báez de Sevilla fueron condenados a regresar a España sin permiso para volver al Nuevo Mundo; Antonio Rodríguez y Arias, Blanca Enríquez y la mayoría de sus hijas murieron en las cárceles de la Inquisición esperando juicio; Pedro Tinoco murió en el Auto de Fe de 1649. Salomón Machorro sobrevivió y siguió al frente del grupo cripto-judío.

En 1648 se firmaron la Paz de Westfalia, con la que terminó la Guerra de los Treinta Años, y el Tratado de Münster, con el que terminó la guerra entre España y Holanda. En ambos casos, España fue la gran perdedora. Incapaz de hacer valer sus exigencias y sin recursos para continuar en conflicto con los protestantes holandeses, entre 1649 y 1650 la Corona Española fue deteniendo sus actividades persecutoras contra las comunidades portuguesas en sus dominios. Justo en 1650, los juicios inquisitoriales se cancelaron, al punto de que ni siquiera se hicieron registros de qué sucedió con los presos que todavía estaban en las mazmorras de la Inquisición en la Ciudad de México. La sobrevivencia del cripto-judaísmo portugués evidencia que fueron liberados, se reubicaron y volvieron a su modo de vida: católicos por fuera, judíos clandestinamente.

Los nombres de los procesados por la Inquisición entre 1642 y 1650 son los siguientes:

María Aeres
Gaspar Álvarez
Manuel Álvarez de Arellano
Clara Antúnez
Diego Antúnez
Francisco Antúnez
Manuel Antúnez
Pedro Arias Maldonado
Francisco Blandón el viejo
Francisco Botello
Antonio Caravallo
Juan Cardoso
Sebastián Cardoso
Manuel Carrasco
Duarte Castaño
Francisco Coronel
Manuel Coronel
Diego Correa
Isabel Correa
Francisco de Acosta
Isabel de Acosta
Manuel de Acosta
Álvaro de Acuña
Teresa de Alarcón
Juan de Araujo
Julián de Arbolaez
Juan de Ayllon
María de Azate
Nicolasa de Bañuelos
Luis de Burgos
Simón de Burgos
Diego de Campos
Francisco de Campos
Gridonia de Campos
Isabel de Campos
Pedro de Campos
Francisco de Campos Morales
Anda de Espinosa
Bernardina de Espinosa
Pedro de Espinosa
Lorenza de Esquivel
Isabel de Figueroa
Nuño de Figueroa
Gaspar de Fonseca
Gabriel de Granada
Manuel de Granada
Rafael de Granada
Pedro de Guevara
Isabel del Bosque
Juana del Bosque
Juan Baptista del Bosque
María del Bosque
Ana de León Carvajal
Duarte de León Jaramillo
Francisco de León Jaramillo
Simón de León Jaramillo
Baltasar del Valle
Marcos del Valle
Manuel de Mella
Pedro de Mercado
Francisco de Mézquita
Lope de Mézquita
Luis de Mézquita
Enrique de Miranda
Jorge de Montoya
Margarita de Morera
Blanca de Ribera
Catalina de Ribera
Clara de Ribera
Isabel de Ribera
Margarita de Ribera
María de Ribera
Agustín de Rojas
Juan de Rojas
Catalina de Silva
Clara de Silva
Elena de Silva
Gómez de Silva
Isabel de Silva
Nuño de Silva
Rafael de Sobremonte
Duarte de Torres
Amaro Díaz Martaraña
Baltasar Díaz Santillán
Diego Díaz
Francisco Díaz de Montoya
Gonzalo Díaz Santillán
Manuel Díaz de Castilla
Pedro Díaz Santillán
Isabel Duarte
Jorge Duarte
Juan Duarte
Ana Enríquez
Beatríz Enríquez
Beatríz Enríquez
Blanca Enríquez
Blanca Enríquez
Catalina Enríquez
Clara Enríquez de Acosta
Clara Enríquez
Clara Enríquez
Diego Enríquez de Montilla
Isabel Enríquez
Juana Enríquez
Micaela Enríquez
Rafaela Enríquez
Geronyma Esperanza
Ana Fernández
Diego Fernández Cardado
Enrique Fernández
Gaspar Fernández
Isabel Fernández Botello
Luis Fernández Tristán
Rodrigo Fernández Correa
Rodrigo Fernández Salzedas
Simón Fernández de Torres
Gerónimo Fernández Correa
Antonio Fernández Cardado
Pedro Fernández de Castro
González Flores
Hernando Franco
Francisco Franco de Morera
Ana Gómez
Isabel Gómez
María Gómez
Ana Gómez Botello
Francisco Gómez de Medina
Tomé Gómez
Francisco Gómez Texoso
Pedro Gómez Texoso
Gaspar González
Gutiérrez de Peralta
Francisco Home
Jorge Jacinto Bazán
Ana Juárez
Ana Blanca Juárez
Blanca Juárez
Diego Juárez de Figueroa
Gaspar Juárez
Juan Juárez de Figueroa
Manuel Juárez
Simón Juárez de Espinosa
Violante Juárez
Ana López de Chávez
Antonio López de Orduña
Antonio López Blandón
Blas López
Diego López Rivera
Diego López
Felipe López de Noroña
Francisco López de Fonseca
Francisco López Díaz
Francisco López Blandón
Francisco López Correa
Francisco López Sevilla
Francisco López
Francisco López Enríquez
Inez López
Isabel López Cardado
Manuel López Núñez
Manuel López Coronel
Margarita López
Mayor López
Pedro López de Morales
Pedro López Núñez
Pedro López
Pedro López Monforte
Simón López Núñez
Tomás López Monforte
Francisco Luis
Leonor Martínez
Antonio Méndez Chillón
Diego Méndez de Silva
Gaspar Méndez
Juan Méndez de Villaviciosa
Juan Méndez
Juan Méndez de Escobar
Justa Méndez
Leonor Méndez
Manuel Méndez de Miranda
Pedro Méndez
Tomás Méndez
Violante Méndez Cardado
Cristóbal Miguel
Simón Montero
Pascual Moreira
Francisco Nieto
Álvaro Núñez de Segovia
Ana Núñez
Antonia Núñez
Antonia Núñez
Clara Núñez
Diego Núñez Pacheco
Francisca Núñez
Francisco Núñez Navarro
Franciso Núñez
Gerónimo Núñez
Isabel Núñez
Isabel Núñez
Leonor Núñez
Leonor Núñez
Leonor Núñez
Luis Núñez Pérez
María Núñez
Miguel Núñez
Tomás Núñez de Peralta
Inés Pereira
Luis Pérez Roldán
Elena Ramírez
Isabel Ramírez
Jorge Ramírez de Montilla
Manuel Ramírez
Antonio Ribera
Melchor Rodríguez de Huerta
Ana Rodríguez
Antón Rodríguez
Antonio Rodríguez y Arias
Beatriz Rodríguez
Catalina Rodríguez
Diego Rodríguez Arias
Diego Rodríguez de Silva
Diego Rodríguez Botello
Diego Rodríguez
Duarte Rodríguez
Enrique Rodríguez Obregón
Esperanza Rodríguez
Felipa Rodríguez
Fernando Rodríguez
Francisco Rodríguez
Francisco Rodríguez
Gabriel Rodríguez Arias
Gaspar Rodríguez
Juan Rodríguez Juárez
Juana Rodríguez de los Ángeles
Manuel Rodríguez Núñez
Marcos Rodríguez Tristán
Matías Rodríguez de Olivera
Melchor Rodríguez López
Mencia Rodríguez
Simón Rodríguez
Violante Rodríguez
Sebastián Román
Josefa Ruiz
Beatriz Texoso
Clara Texoso
Francisca Texoso
Isabel Texoso
Rafael Gómez Texoso
Violante Texoso
Antonio Tinoco
Diego Tinoco
Isabel Tinoco
Juana Tinoco
Miguel Tinoco
Pedro Tinoco
Tomás Treviño de Sobremonte
Ana Tristán
Clara Tristán
Isabel Tristán
Manuel Tristán
Antonio Váez Casteloblanco
Fernando Váez de Torres
Gonzalo Váez
Leonor Váez
Leonor Váez
Leonor Váez
Gaspar Váez Sevilla (Báez de Sevilla)
Leonor Váez Sevilla (Báez de Sevilla)
Simón Váez Sevilla (Báez de Sevilla)
Sebastián Vaz de Acevedo

(Algunos nombres se repiten porque en los archivos de la Inquisición existen registros diferentes con el mismo nombre; en algunos casos, podría ser la misma persona).