Esta historia era usada por rabí Meir para hablar sobre la importancia de mantener el honor familiar. Una mala reputación en la familia puede hacer que los hijos sufran por lo que sus padres hicieron. Sin embargo, el gran talmudista también recordaba constantemente que los hijos pueden corregir los errores de los padres y sólo conociendo las historias de sus antepasados pueden cambiar el destino que les espera, porque sólo así pueden evitar cometer los mismos errores que sus padres cometieron.

Uvas ácidas

Seducido por la exagerada descripción que un astuto zorro le había hecho del banquete del Shabat, un lobo se ofreció para ayudar a los judíos en sus preparativos del día de descanso; pero, al entrar en el local, lo apalearon con palos y porras.

El lobo consiguió escapar al fin, pero estaba tan enfurecido con el zorro que decidió matarlo. Tras una larga persecución, el lobo consiguió arrinconar al zorro que, en tono suplicante, le dijo:

– ¿Acaso fue culpa mía que te apalearan? Ellos te guardan rencor por culpa de tu padre.
Da la casualidad de que, hace muchos años, tu padre les ayudó a preparar sus celebraciones festivas, pero se comió todas las ricas viandas que había sobre la mesa.

– ¿Estás queriendo decir que me apalearon y me castigaron por culpa de una equivocación que cometió mi padre? – exclamó el lobo furioso.

Y el zorro le explicó al lobo que los hijos no se habían olvidado de que por culpa de su padre, sus padres habían comido uvas ácidas.

Fuente talmúdica: Sanhedrín 38b
Fuente: Parábolas del Talmud.