Enlace Judío México / HENRIQUE CYMERMAN BENARROCH – Si había alguna duda de ello, en el café ubicado junto a la céntrica plaza Manara de Ramala queda totalmente clara la ruptura entre la opinión pública palestina de las distintas facciones y la administración norteamericana.

“Que ni se molesten en venir Jared Kushner (yerno del presidente Trump) y Jason Greenblat (enviado especial para el proceso de paz). Con su actitud proisraelí ellos son más Netanyahu que Netanyahu, y así no podemos llegar a nada”, dispara Abu Mohamed, de 70 años, mientras aspira profundamente caladas de un narguile junto a sus compañeros. Los más jóvenes le escuchan con respeto, y algunos asienten con la cabeza. El propio Kushner fue grabado recientemente en una conversación privada donde reconocía las dificultades de alcanzar el acuerdo definitivo que prometía Trump.

La mayoría cree que el presidente Mahmoud Abbas, de 82 años, está muy mayor (es fumador y superó un cáncer en el pasado) y, si bien mantuvo un diálogo fluido con la administración Trump para, por ejemplo, evitar el traslado de la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, es visto incluso por algunos que le apoyaban en el pasado como un líder cansado, deprimido y desgastado. Sin embargo, las informaciones publicadas en medios como The New Yorker, según las cuales el movimiento nacional palestino se está aproximando a sus últimos momentos, despiertan aquí la ira de todos. El mismo medio publicó que Abbas representa la última oportunidad de llegar a un acuerdo de paz con Israel a través de las negociaciones.

El catedrático libanés Husein Agha –muy próximo a Abbas– y el negociador palestino Ahmed Samij Halibi participaron en las negociaciones secretas entre israelíes y palestinos, especialmente durante la presidencia de Barack Obama. En un amplio estudio publicado en EE.UU., los dos indicaron que Abbas es el único líder nacional que tiene la autoridad para firmar un acuerdo de paz y ratificarlo, aunque esta autoridad moral y legitimidad política se está desgastando. En la investigación señalan también que las instituciones palestinas están en una situación cada vez más difícil, que no se ha creado un liderazgo alternativo y que no se ha logrado ningún éxito en el largo camino hacia la paz.

La semana pasada, Abbas volvió a reiterar su oposición a la lucha armada contra Israel, y recibió por primera vez desde la creación de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) una novedad por parte de los altos cargos del Ministerio de Educación palestino: una nueva edición de libros de estudio que serán adoptados en el próximo curso escolar, y que borraron todo llamamiento al martirio y al terrorismo. Hasta hoy, en algunos libros de texto palestinos Israel no figuraba en el mapa, y todavía no está claro si esta situación cambiará.

Los investigadores señalan también cómo el sistema político palestino se convirtió en un régimen presidencial de un solo hombre, sin elecciones en más de una década, entre otras cosas por el temor a una victoria de los radicales islamistas de Hamas. Además, la ANP depende cada vez más económicamente de Washington, la Unión Europea e, incluso, de Israel.

En el café de los narguiles nadie se atreve a hablar del día después del rais Abbas en público, pero más tarde –a solas y exigiendo el anonimato total– la preocupación generalizada por el futuro se hace cada vez más patente. Un joven palestino que estudió en EE.UU. y volvió a su tierra natal en los años noventa con la esperanza de ser parte de la gran aventura de la fundación de un nuevo Estado, analiza la situación con gran tristeza en su mirada: “Cuando Abbas ya no esté, no sabemos hacia dónde iremos. Israel continúa ocupando y poblando parte de nuestras tierras. La guerra civil latente entre Al Fatah y Hamas dura ya más de una década. En Gaza, bajo gobierno de los islamistas, la población es rehén de los radicales, y en Cisjordania, la ANP suma un fracaso tras otro”.

El gran temor es que con el “Nelson Mandela palestino”, Maruan Bargouti, entre rejas, que continúa siendo el político más popular en la calle palestina y que cumple cinco cadenas perpetuas en la cárcel de máxima seguridad israelí por haber ordenado el asesinato de cinco personas en la segunda Intifada, los líderes que pueden relevar a Abas serán poco representativos, estables y cada vez más débiles.

Casi como un símbolo de la situación que se vive en la región, surge la historia de uno de los hombres más vinculados con la apuesta por la paz del gobierno de Mahmud Abas. Saeb Erekat (62 años), jefe del equipo negociador durante largos años y en la actualidad secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), sufre de una grave fibrosis pulmonar, diagnosticada hace poco más de un año. Erekat, que en los últimos años llegó a apoyar el movimiento BDS –que pide el boicot y las sanciones internacionales contra el estado de Israel– está siendo tratado en un hospital israelí y se encuentra a la espera de un trasplante en Israel o EE.UU., que es una condición sine qua non para salvar su vida. En los últimos meses, las medicinas dejaron de hacerle efecto y la salud del líder residente en Jericó se deterioró. Por ello, Abbas nombró a una de las personalidades que está ganando terreno, el jefe de la inteligencia Majd Faraj, para reemplazar a Erekat temporalmente y, sobre todo, para evitar cualquier intento de su rival número uno en Al Fatah, Mohamed Dahlan, de tomar el poder.

En el café de Ramala leen en la prensa palestina con cierta sorpresa la noticia sobre la liberación de cinco periodistas palestinos por parte de la ANP. Cuatro de ellos trabajan en medios vinculados a Hamas. Éstos fueron acusados de atentar contra la seguridad de la opinión pública y de violar una orden emitida por el presidente Abas. Los cinco estuvieron detenidos quince días y fueron excarcelados horas después de que algo similar ocurriese en la franja de Gaza: las fuerzas de seguridad islamistas liberaron a un periodista de la televisión pública palestina próxima a la ANP que mantenían encarcelado, en lo que aparenta ser un canje no oficial.

Dahlan, de 58 años, fue obligado por Abbas a abandonar las zonas palestinas hace una década, y pretende volver lo antes posible como líder aclamado. En el pasado lideró los servicios de seguridad palestinos en los días críticos de la puesta en práctica de los acuerdos de paz de Oslo y luego se instaló en los Emiratos Árabes Unidos, desde donde recibe un fuerte apoyo económico y, por medio de su esposa, dona altas sumas de dinero a todo tipo de instituciones palestinas, especialmente en Gaza.

Según distintas fuentes, los Emiratos –junto a Egipto y sectores políticos de Washington y Jerusalén– podrían intentar coronarle como futuro líder, algo que supone una gran pesadilla para el veterano rais. Abas, sucesor de Yaser Arafat al frente del movimiento Al Fatah, se prepara ante la visita de los negociadores norteamericanos para jugar su última carta en el proceso de paz y, probablemente, para evitar que su enemigo Dahlan se convierta en su sucesor.

Fuente: La Vanguardia