La incorporación de la mujer a los ámbitos que hace unas décadas eran exclusivos de los hombres provocó una crisis de identidad en la masculinidad.

Cada vez hay más mujeres con mayores niveles de escolaridad, que ya no aceptan el dominio conyugal, que defienden su libertad y ocupan puestos de poder, hay un gran desconcierto por parte de un sector masculino.
La doctora Loyden Sosa, autora del libro “Los hombres y su fantasma de lo femenino”, afirma que la crisis de identidad de la masculinidad se debe a que muchos individuos “se quedaron atrapados en un esquema tradicional de lo que era ser hombre y eso, ahora, no les funciona”.                                                          La mercadotecnia y los medios de comunicación dificultan la construcción de una nueva identidad masculina, porque siguen reproduciendo estereotipos basados en la cultura falocéntrica. El bombardeo de comerciales que promocionan artículos y medicamentos contra la disfunción eréctil, los cuales refuerzan una idea “limitada y machista de lo que es la masculinidad”.

Los hombres por su cuenta han empezado a explorar también su condición de género. Muchos ya no se sienten cómodos en el papel de “machos”, pero tampoco saben ahora qué significa para ellos ser “hombre” y si el hecho de ser más “suaves” atenta contra su virilidad e identidad sexual.                                Existe un gran sufrimiento y comportamientos autodestructivos por los cuales tienen que pasar los varones para acceder a la deseada virilidad

Las mujeres hemos cambiado, considerablemente, en comparación con nuestras madres o abuelas. Nos sentimos orgullosas de nuestras capacidades, porque además de trabajar, muchas somos también amas de casa, madres y esposas…

Esa multiplicidad de roles ha cambiado nuestra posición no sólo en la sociedad, sino también en nuestro hogar y dentro de la pareja.

El “cambio ha sido positivo y enriquecedor para nosotras, pero ¿estaban los hombres preparados?. Crecieron sabiéndose los proveedores, el sexo fuerte y de pronto desconfiguramos su mapa, no sólo cambiando la imagen débil y virginal que tenían de nosotras, sino ocupando lugares y roles que les pertenecían…
¿Cómo les afectó ?. ¿Qué sienten ?.¿Qué lugar y roles ocupan hoy ?.

Ser hombre plantea exigencias de la cultura patriarcal, obligaciones y responsabilidades, no obstante, es necesario entender que ¡el hombre no es un ser estático, debe evolucionar, así como ha evolucionado el planteamiento femenino, y darse la posibilidad de construir una nueva masculinidad !.

La psicóloga Fabiola González dice: “Ya no arrastran el terrible peso psicológico de ser los únicos responsables de alimentar, proteger, proveer…Tienen más funciones dentro de la familia y, por eso, hoy son mucho más que los encargados de traer dinero a la casa… Que, por sí no lo habían notado, era el único rol que se les asignaba socialmente hace algunos años”

Según estudios, problemas sexuales, separaciones, divorcios y otros males sociales, tendrían en algún porcentaje relación con la dificultad que algunos hombres tienen en asumir y aceptar el nuevo rol de su pareja.
Debemos ser capaces de ver y hacer ver que no somos “competencia, sino complemento” al asumir nuevos papeles y aunque a ellos les cueste asumirlo, en alguna medida, ayudarles a “cargar” con el peso.

¡Compartir roles es parte del proceso evolutivo que arrastra este cambio social!. Y aprender estos nuevos roles, en ambos casos, es una tarea complicada, incluso agotadora, pero enriquecedora sin duda alguna.
Se entiende por masculinidad un conjunto de atributos asociados al rol tradicional de la categoría hombre. Algunos ejemplos de esos atributos son la fuerza, la valentía, la virilidad, el triunfo, la competición, la seguridad, el no mostrar afectividad etc. De manera que a lo largo de la historia de los países occidentales, y todavía hoy día, las personas consideradas hombres han sufrido una gran presión social para responder delante las demás con comportamientos asociados a esos atributos

En nuestro mundo dinámico, se dice que el hombre está transformándose, modificándose y que actualmente no sólo se está en un momento de transición, sino en una verdadera crisis.

El hecho de considerar o partir de que hay sólo una masculinidad en singular, nos impide generalmente darnos cuenta de la variedad y gran riqueza de la experiencia de la masculinidad. El hecho de juzgar que sólo hay una masculinidad y que ésta es la “correcta” nos dejaría a una gran cantidad de hombres, (por no decir a la mayoría) fuera de lo que se considera como “correcto”. Ya se ha visto, que juzgar al hombre o a la mujer desde esa forma distorsiona, nos lleva a formas de discriminación desde las más sutiles, hasta las más burdas y hasta grotescas que van en contra de los derechos humanos (de hombres y de mujeres).

Algunos investigadores, hablan de una nueva masculinidad en que se busca lo “profundo masculino”; es decir, el hombre firme, más no duro, que acepte sus emociones, sentimientos y sufrimientos, que descubra esa riqueza emocional y esa intensidad espiritual que posee pero que no muestra, porque no se lo permite, por no corresponder al modelo masculino predominante.

¿Qué es lo que pretenden los movimientos reivindicatorios de las masculinidades actualmente?                                                     Desconstruir la masculinidad significa al menos deshacernos del dictador que muchos llevamos por dentro.

El feminismo y el masculinismo tienen algo en común: Ambos luchan contra el sexismo. Es una lucha de ambos que tienen desde diferentes ángulos. Mientras los feministas luchan por los derechos que ha perdido la mujer por el sexismo, los masculinistas se enfrentan al mundo por los derechos del hombre como ser humano

Un psicólogo acuñó las cuatro reglas de la masculinidad que tienen que ser suscritas por los hombres todo el tiempo.

La primera y más importante es: nada de mariconadas. No se puede hacer nada que remotamente sugiera la feminidad. La masculinidad es el repudio de lo femenino. Todo lo demás no es más que una elaboración de esa primera regla.

La segunda regla: Sé importante. Medimos tu masculinidad por el tamaño de tu chequera, poder, estatus.

La tercera regla: Sé duro como un roble. Lo que define a un hombre es ser confiable en momentos de crisis, parecer un objeto inanimado, una roca, un árbol, algo completamente  estable que jamás demuestre sus sentimientos.

La cuarta regla: Chíngatelos. Ten siempre un aura de atrevimiento, agresión, toma riesgos, vive al borde del abismo.

Mientras la idea de feminidad ha variado dramáticamente, la ideología de la masculinidad no ha cambiado en los últimos 50 años.

Pero el problema no son los hombres sino la definición tradicional de masculinidad, la cual heredamos y tratamos de incorporar a nuestras vidas, aunque finalmente nos deje una sensación de vacío.

Hablemos del SIDA. En los países desarrollados, 92 por ciento de la gente con SIDA son hombres. Esta es la enfermedad más relacionada con el género que hemos experimentado. Por eso debemos empezar a hablar acerca de la ecuación entre la masculinidad y la tentación de correr riesgos. Me parece vital que abordemos al SIDA (al menos en parte) como una enfermedad de la masculinidad; de la toma de riesgos. Pensemos en el sexo seguro desde el punto de vista de la masculinidad. Lo sexual para ellos es apasionado, explosivo impulsivo, espontáneo, mientras que lo seguro es suave, tibio, acariciable, así, cuando decimos “sexo seguro” lo que ellos escuchan es “dejen de tener relaciones sexuales como hombres”. Por eso es tan difícil hacer que los varones heterosexuales practiquen el sexo seguro. Entre los gays la respuesta al sida ha sido “cómo erotizar al sexo seguro”. Por eso la tasa de infecciones nuevas entre la comunidad gay ha disminuido.                                                                                          Las mujeres saben que la seguridad y el placer sexual no son opuestos, sino necesarios entre sí, pues ellas han sido responsables del control natal durante mucho tiempo.

Hay que tener en cuenta que los hombres en lo individual están haciendo lo mejor posible para ser buenos padres, esposos o compañeros; sin embargo, la manera en que se les enseñó a ser hombres les dificulta mucho el camino. Por eso, por una parte, están reticentes al cambio, pues las demandas de la masculinidad tradicional los han dejado sintiéndose inseguros, devaluados, incompletos e inferiores. Entonces si pierden su noción de la masculinidad lo pierden todo. No tienen de dónde agarrarse; por otra parte, están desesperados por encontrar maneras de ser mejores padres, compañeros, esposos y amigos entre ellos. Por eso sugiero no retar a los hombres en lo individual, sino confrontar a la masculinidad en general, para permitirles vivir animados por el amor, la compasión, la crianza de los hijos y por mejores relaciones de pareja.

“Ser hombre plantea exigencias de la cultura patriarcal, obligaciones y responsabilidades; no obstante, la masculinidad no es estática, es histórica, y esa masculinidad hoy está en crisis. Sus causas comienzan a ser analizadas por los propios hombres. Es posible desconstruir lo culturalmente construido”,

Culturalmente se ha considerado que el varón ejemplar es duro, solitario, que no necesita de nadie, es impasible y viril; entonces, se arraiga la idea de que es “duro entre los duros, mutilado de afecto, y que está más preparado para la muerte que para el matrimonio y el cuidado de hijos

Cuando aceptemos que hay muchas y muy distintas maneras de ser hombre y que no existe una esencia “masculina” como no hay una “femenina” y eso nos hará más libres y humanos

¿Qué significa asumir una nueva masculinidad?

Romper con una estructura hegemónica, que se asume desde la educación, en la cual se piensa que los hombres son los únicos que pueden proveer y gobernar. El discurso de la nueva masculinidad da a los hombres la posibilidad de otros derroteros, donde –desde la cultura– pueden replantearse estructuras que pensaban eran inamovibles.

¿Cuáles son los miedos de los hombres para cambiar?

El principal es a la homosexualidad. Suponen que si un hombre cambia su masculinidad, cambia su opción sexual. Pero el cambio que se plantea, independientemente de la opción sexual que se tenga, es en el orden de los poderes y de la hegemonía. Un mundo gobernado por hombres y mujeres sería mucho más justo porque la mitad del mundo son mujeres.

¿Qué es lo que más le cuesta a los hombres a la hora de cambiar?

Hablar de sí mismos, no tienen el menor nivel de intimidad  Además, si seguimos recibiendo estereotipos que incitan a la violencia, a la dureza, a no ceder y a ver las mujeres como objetos sexuales, entonces será muy difícil cambiar.

¿Cómo convencer a los hombres que tienen que cambiar? ¿Qué ganan si cambian?

Cuando un hombre tiene la masculinidad hegemónica pierde aspectos de su vida, como familia, amigos y el criar los hijos. Sin embargo, si cambia gana en salud mental y en tiempo, ya que los hombres nunca tienen tiempo porque están compitiendo para conseguir lo que no tienen.

“Si bien es cierto que sólo en el vientre de una mujer un embrión puede convertirse en niño, sólo en la compañía nutricia y emocionalmente presente de un varón, un niño puede convertirse en hombre”. Sergio Sinay