Por May Samra Cohen
Por May Samra Cohen

Mijali. Así le llaman sus amigos a Mijal Negrin , sinónimo de feminidad a ultranza, sinónimo de Israel, sinónimo de éxito. Es la embajadora israelí de la moda, con treinta y siete tiendas en el mundo, una de ellas en Madison Avenue, su emblema junto al de Ralph Lauren y de otros iconos norteamericanos. Acaba de estrenarse una de sus tiendas en el centro comercial Santa Fe.

 

Es también la historia de éxito de una pareja, Mijal y Meír. Él de origen egipcio, ella mezcla de ruso con polaco, se conocieron en el kibutz donde ambos nacieron. Me reciben en la sala de su departamento de Neve Tzedek, el barrio bohemio de Tel Aviv, ambos descalzos y relajados. La pequeña Mijal compraba viejos relojes y los decoraba; le gustaba bordar lencería con lentejuelas. De grande, al dejar el Kibbutz, decidió hacer negocio con su pasatiempo. Comenzó en los mercados de pulgas, vendiendo feminidad a mujeres cuyo estilo de vida, debido a la necesidad de sobrevivencia del país, forzaba a ser masculinas. La idea funcionó y los israelíes se enamoraron de la riqueza y lo intricado de sus diseños.

 

En 1994, le preguntó a Meír:” ¿Confías en mí?” Él confiaba. Abrieron su primera tienda en la calle Dhenkin en Tel Aviv y el negocio se volvió una empresa familiar. Meír sigue confiando. Después de Israel, el mundo entero gustó del estilo victoriano de sus diseños, incluyendo países árabes en los que mujeres escriben a Mijal agradeciéndole el haber podido rescatar ese lado femenino que muchas entierran, un día, como un tesoro olvidado. Ella no teme decirle al mundo que ha triunfado gracias a su esposo y su genial sentido de la mercadotecnia. En la fábrica de Mijal Negrin, ciento ochenta obreros elaboran, completamente a mano, joyería y ropa que tienen garantía de por vida, utilizando piedras, perlas, cristales Swarovski y materiales varios que, según Mijal, “piden ser incluidos en el diseño”: “Aún no se ha inventado una máquina que trabaje como el ser humano”. Los obreros son parte de la familia y pueden llegar con ideas o sugerencias, pero ella supervisa cada detalle, incluyendo la música ambiental de sus tiendas. Un collar o unos aretes de diseño intrincado pueden llevar una semana de fabricación.

 

Negrin es el apellido de casada de Mijal. Su apellido es Grin, que es también el apellido del tío de su padre, David Grin, que cambió su nombre a David Ben Gurión al llegar a Israel. Los padres de Mijal fueron los iniciadores del primer Kibbutz de la “juventud trabajadora”, el Kibbutz Na’an. Mijal sirvió en el ejército israelí y, como todos sus conciudadanos, está muy involucrada en el quehacer político de su país.

 

Mijal y Meír son de la Izquierda israelí. Se encuentran consternados por el fracaso de la desconexión de Gaza y el rumbo que ha tomado el país. “A veces se nos antoja tomar un boleto de avión de sólo ida a Amsterdam. Pero aquí estamos porque no podemos vivir en otra parte. “

 

Llega a casa su hija, una adolescente molesta por ser invadida por una periodista mexicana que no para de tomar fotos. Se refugia frente a su computadora. Mijal me lleva a través de su departamento, me enseña sus diseños en telas, accesorios y hasta el mosaico de su cocina: una verdadera casa de muñecas. Incluso la vajilla, en la que me sirve un delicioso pastel, está a juego con su estilo. Es una verdadera rapsodia de colores, luces y brillo. Las combinaciones de color son, para Mijal, cruciales. Se inspira en carteles victorianos, presentes en toda su casa, creando telas que enriquece con pedrería.

 

Mijal cree que sólo las mujeres podrán lograr la paz en el mundo, porque son madres y detestan la guerra. Su última creación: un teléfono celular muy decorado y especial : espera que, a través de él, mujeres de todo credo y nacionalidad podrán intercambiar ideas, logrando esta comunicación y conocimiento del otro tan necesarios para la convivencia o por lo menos la aceptación.

 

La paz a través de la moda, pues. Y cuando salgo a las calles de Neve Tzedek, abarrotadas de cafés con nombre italianos, de jóvenes y de niños, me pregunto si esa no sería la respuesta creativa para el conflicto árabe-israelí, y si esta pequeña mujer de pelo corto no será quien tenga éxito donde generaciones de generales han fallado.