Por Linda Bucay

Todos están preocupados por los jóvenes, pero la mayoría ha olvidado sentarse a hablar con ellos y escuchar sus voces, que han quedado encajonadas en el estante de la falta de iniciativa y compromiso. Como parte de este sector puedo decir que esas etiquetas pesan mucho. No me es extraño que tantos se sofoquen y se alejen.

Bajo esta misma línea, si tuviera que pasar un mensaje a los “adultos” preocupados, serían buenas noticias: no todos los jóvenes son irresponsables y frágiles de valores, sino que hay una gran cantidad de emprendedores, de jóvenes creativos, preocupados, con ganas de trabajar, motivados por sus ideas y pasiones particulares, que tienen grandes deseos y fuerzas para mejorar el mundo en el que viven. Muchos de ellos no se acercan a las instituciones porque las sienten lejanas, pero no en distancia, sino en lenguaje.

Quizá una propuesta sería formar un equipo de gente enfocada en la educación y el desarrollo humano (psicólogos y pedagogos) que junto con un miembro de cada comunidad, y por supuesto, de jóvenes, conformado por integrantes de distintos sectores y movimientos juveniles, se reúnan y hablen. Que conversando por su grupo, se expongan los problemas más serios que cada uno considere, discutan, realicen dinámicas; pero que se conozcan, antes que nada.

(Luego) generar un plan de acción con el que cada comunidad que quiera involucrarse, esté comprometida. Esto, después de un estudio previo de escucha y análisis de las necesidades reales de cada sector, y así, comenzar a revisar los colegios, los movimientos juveniles, tanto en forma como en fondo (sobre todo los fondos, que desde mi punto de vista están demasiado dispersos, nublados y dependientes de la rigidez y tecnologización de las formas que les contienen).

Así podremos aspirar a un futuro en el que las diferencias no sean un problema, sino una riqueza que nos haga más fuertes y nos invite a trabajar en conjunto.

Es importante recordar que la identidad no es estática; siempre está transformándose. No es un ente monolítico, sino un organismo vivo, despierto, flexible y cambiante; no lo condenemos a la muerte. Vivamos y disfrutemos su eterna composición y re-composición.

Del libro “Ideas jóvenes, Reflexiones y Propuestas en torno a la Comunidad Judía de México” de la Fundación Metta Saade.