“Hay dos costados en la historia de los refugiados y, el lado israelí, es uno de los secretos mejor guardados en el conflicto israelí-palestino.”

POR DANNY AYALON (Cidipal)
Durante largo tiempo, deseamos y esperamos sentarnos a conversar. Después de todo, el conflicto israelí-palestino no carece de puntos destacados que necesiten ser resueltos de manera urgente. Sin embargo, en lugar que ambas partes, discutan los problemas, los palestinos parecen estar más cómodos implementando demandas.
Uno de los temas que podríamos discutir es el de los refugiados; descrito por algunos en el mantra familiar como el “Derecho al Retorno”. La consigna, en sí misma es, por supuesto, una denominación poco apropiada; un derecho es una función legal y debe estar basada en la ley para tener fuerza aplicable. Aun, como sucede con tantos clichés y refranes familiares sobre Medio Oriente, hay dos partes en la historia de los refugiados, y la israelí, es uno de los secretos mejor guardados del conflicto.
Mientras aquellos árabes que huyeron o dejaron la Palestina Mandataria alcanzaban casi los 750.000, hay más de 900.000 refugiados judíos que fueron expulsados o forzados a salir de territorios árabes fronterizos prácticamente al mismo tiempo. Antes que el Estado de Israel fuera re-establecido en 1948, había casi un millón de judíos en territorios árabes. Actualmente suman unos 5.000.
Opuestamente a los árabes en Palestina, que llevan a cabo una guerra civil contra la comunidad judía durante décadas, los judíos en territorios árabes fueron ciudadanos y residentes leales, y no estuvieron involucrados en violencia alguna. No obstante, lamentablemente el liderazgo árabe del momento los trató como “quinta columna” y comenzaron a adoptar medidas draconianas para facilitar su expulsión. El 16 de mayo de 1948, dos días después que el Estado de Israel fuera re-establecido, el New York Times informó que, la Liga Árabe, había recomendado a sus Estados miembro congelar todas las cuentas bancarias pertenecientes a judíos, despedir a todos los judíos en posiciones de servicio civil y, arbitrariamente, someterlos a prisión masiva. Varios regímenes árabes fueron más allá e inspiraron pogromos y asesinatos en masa contra sus poblaciones judías.
Sólo una década después que comenzara la persecución nazi en serio, fue el turno de los judíos en Medio Oriente, de sufrir similares edictos.
También vale la pena considerar cuán profundamente arraigados estaban los refugiados en sus respectivas tierras. Representantes coloniales británicos, en la primera parte del siglo XX, estimaron que la inmigración árabe – de los Estados vecinos hacia la Palestina Mandataria – era “considerable”. CS Jarvis, gobernador del Sinaí de 1923 al 36, dijo en 1937: “Esa inmigración legal continuó no sólo desde el Sinaí, sino también desde Trans-Jordania y Siria”.
De manera que, mientras muchos de los refugiados palestinos eran migrantes recién llegados y auspiciados económicamente, los refugiados judíos, por el contrario, eran empujados fuera de las tierras en que habían vivido durante miles de años, previas inclusive al Islam y la posterior invasión árabe y ocupación de la región, que colocó a todos los no-musulmanes como “dhimmi” o con status sometido.
Esas obvias disparidades no fueron replicadas en el ámbito internacional cuando se trató las crisis. Mientras que las anticipadas resoluciones de Naciones Unidas intentaban ser justas y tratar el tema de todos los refugiados del conflicto árabe-israelí, el bloque árabe y sus aliados pisotearon cualquier referencia o discusión relativa a los refugiados judíos, en tanto que, al mismo tiempo creaban criterios absurdos para los refugiados árabes, que fueron, de inmediato, provistos de ciudadanía israelí.
Además de ser desequilibrada la demanda palestina del “derecho al retorno” se enarbola el moderno reasentamiento de refugiados. Un fallo reciente de la Corte Europea de Derechos Humanos declaró que, debido al tiempo transcurrido, a los refugiados griegos expulsados del norte de Chipre en 1974 no se les permitiría regresar a sus hogares.
Las negociaciones, para una resolución de status final al conflicto israelí-árabe, no son solamente sobre la creación de dos estados para dos pueblos; sino sobre la reconciliación histórica, justicia, paz y seguridad.

Además, está la cuestión de la reparación y los judíos que fueron forzados o expulsados de tierras árabes. Ese es un tema que merece discusión.
Desafortunadamente, están quienes sugieren que no hay necesidad de sobrecargar las negociaciones con otro tema. Aun el hecho que, la mayoría árabe, en foros multilaterales aseguraron que, a la cuestión de los refugiados judíos nunca le fue otorgado – hasta hace muy poco – un papel en el escenario internacional. Y esta falta de relevancia no debería ser sin consecuencias.

Este tema llega al corazón de una solución regional al conflicto y reconoce que, una resolución, comprenderá los reclamos de todas las partes en cuestión.
Israel aclaró el camino de las negociaciones para recomenzar declarando, una y otra vez, que todos los temas se pondrán sobre la mesa. La cuestión de los refugiados judíos debe ser uno de ellas.