DAVID LUDOVIC JORGE DESDE VENEZUELA EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

La promesa de “Atzmaut” de ser una facción “sionista y de centro” rescata muchos de los valores que el laborismo ha boicoteado en la coalición gobernante.

La ruptura de hecho entre el partido Laborista y la coalición que gobierna Israel, a raíz de la dimisión de Ehud Barak de la tolda, es vista como una aparente derrota a la política del primer ministro Benjamín Netanyahu. De los trece miembros de la tolda izquierdista solamente cuatro seguirán unidos al ministro de Defensa en la nueva facción que constituyó (“Atzmaut”, o “Independencia”, en hebreo”) y que aparentemente seguirá en la coalición del gobernante partido Likud. Los ocho restantes pasan a la oposición, junto con Kadima y los demás parlamentarios de partidos de izquierda y árabes, dejando a “Bibi” –como se le conoce al premier israelí- con 66 parlamentarios a su favor, en lo que ha sido calificado como una “frágil” mayoría simple. (La Knesset cuenta con 120 miembros en total).

Sin embargo, aunque endeble en número, se trata de una coalición mucho más coherente tanto en la ideología como en la praxis. La presencia del laborismo en una coalición con las características que ha tenido la que formó gobierno en 2006 –preponderencia de partidos de derecha como Israel Beiteinu y el Shas- había representado siempre una piedra de tranca en la toma de decisiones por parte del gobierno, aunado a la ubicación de ministros laboristas en varias carteras como el ministerio de Asuntos para las Minorías y el ministerio de Industria y Comercio.

Uno de los temas donde esta dificultad era más evidente era el relacionado con el propio conflicto árabe-israelí. Desde el primer momento, el laborismo ha mostrado sus reticencias a la decisión de Netanyahu de congelar el proceso de paz y mantener la construcción de asentamientos en Jerusalén, así como una posición relativamente flexible respecto a las negociaciones, hasta el punto de amenazar con abandonar la coalición si no se retomaban las conversaciones directas con los palestinos.

La decisión de las restantes toldas, fundamentalmente Likud e Israel Beiteinu, de mantener la política de asentamientos y condicionar las negociaciones a una paz duradera había marcado esta distancia entre ellos y el laborismo y, a su vez, la distancia entre el partido y Barak, más plegado –en su carácter de ministro de Defensa- a las posiciones de Lieberman y Netanyahu.

Interés nacional: supervivencia

Una distancia que se convirtió en ruptura definitiva con las declaraciones de Barak al renunciar, cuando prometió que “Atzmaut” es “un partido de centro y sionista”. La primera definición recuerda la voluntad política de los electores israelíes en 2006, que con su voto hacia la derecha dieron a entender el fracaso que representó el gobierno de Kadima en uno de los temas fundamentales del país: la seguridad.

El carácter sionista, por otra parte, muestra el deseo de Barak de rescatar el interés nacional del país, que desde su fundación no ha sido otro que garantizar su supervivencia en un medio hostil. Una posibilidad que sólo puede materializarse a través del ideal sionista, enterrado por la izquierda tanto en la teoría –con el debate sobre el “post-sionismo” como en la práctica, haciendo peligrar mucho de la esencia de Israel en función de unos hasta ahora infructuosos esfuerzos de paz.