Por Esther Chaim

Después de acabar la preparatoria en Venezuela y vivir un año en Israel, decidí venirme a vivir a México y empezar aquí una nueva vida. Actualmente tengo 21 años y estudio Psicología.

Quiero empezar estas palabras diciendo que todo lo que escribiré a continuación, es desde un punto de vista que pienso puede considerarse objetivo, ya que mi procedencia venezolana, los distintos viajes que he realizado y mi inmigración a México me han permitido tener una perspectiva bastante amplia y con cierta base de la situación por la que atraviesan distintos países y en especial el manejo de la comunidad judía en cada uno de ellos.

El caso de México se me hace sumamente interesante. A nivel latinoamericano, se podría decir que es un país bastante envidiado, pues tiene una comunidad inmensa, con gran diversidad, oportunidades y un enorme potencial. Caso que es contrario en muchos otros países como Venezuela, que cuenta con un número reducido de miembros en la comunidad judía, mismo que cada vez se ve más disminuido por la situación que está atravesando el país.

Hablando de la comunidad de Venezuela, yo creo que hay algo magnífico en ella, a pesar del reducido número de miembros que la conforman: el hecho de que son únicamente dos escuelas, y es UNA comunidad. Hay Ashkenazim, Sefaradim, Lubavitch, personas con más costumbres que otras; pero todos son uno. Los niños en su mayoría se enteran de que existen diferencias dentro de la comunidad cuando están acabando primaria y al compartir las costumbres que realizan en Pésaj, unos dicen que comen arroz y otros no. Mas lo que siempre se les enseña es que todos son JUDÍOS y listo. Claramente que unos vienen de Europa, otros de lo que era Palestina y otros de España, pero a esto no se le da mucho peso.

Ahora bien, en México ocurre algo que considero muy distinto a lo previamente señalado. Como ya dije es una comunidad muy amplia, con mucha variedad (Halebis, Shamis, Ashkenazim, Sefaradim, etc.), con muchas oportunidades y potencial. Pero, a mi punto de vista, el problema se encuentra en que toda esa variedad de personas, esa diversidad de JUDÍOS, no están jalando juntos; no están encaminados hacia una misma dirección. Se me hace muy valioso y único el hecho de que en un mismo lugar estén tantas personas con proveniencias tan distintas, con historias que comparten unos mismos patriarcas y que con el tiempo fueron tomando caminos tan distintos y se terminaron encontrando en un mismo lugar. Pero ¿acaso esa procedencia debe de ser una identidad distinta para cada uno, que lo diferencie de tal manera que tenga ciertos colegios a los que puede entrar y ciertos otros a los que no?, ¿ciertas Tnuot que lo admiten y otras que lo discriminan?, ¿ciertos templos en los que lo mirarán extraño por estar allí siendo quien es? Yo creo que esa diversidad debe existir para que nos complementemos, aprendamos los unos de los otros, conozcamos mejor NUESTRA historia (porque es de todos) y no para que nos separemos, discriminemos, coloquemos prejuicios y critiquemos al otro.

Si seguimos así, ya no habrá que defenderse únicamente del externo a la comunidad, del terrorista, el ignorante, los de la universidad, los del trabajo y el entorno en general; sino también del “otro” judío que no comprende quién es el que está a su lado.

Mi intención con lo previamente planteado es no sólo cuestionar al lector de este ensayo, sino intentar que, siendo yo un ‘ente’ en cierto grado externo a la comunidad y sin ninguna preferencia por alguno de sus miembros, pueda generar un cambio. Lo que tienen en este país vale oro y millones de veces al vivir en Venezuela tomé a esta comunidad como ejemplo a seguir; como un ideal al que se estaba intentando alcanzar. Pero al estar aquí, muchas veces me pregunto qué es esto, porque en vez de ser la comunidad más unida, con mayor apoyo y más fuerte de Latinoamérica, son una comunidad con buen nombre y buenas posibilidades; pero sin apoyo de los unos con los otros.

Por qué no alcanzar el máximo y entender que si todos trabajan juntos, las Tnuot todas unidas, las comunidades con ciertos proyectos en común, se puede alcanzar algo mucho mejor y más productivo. Decir que todas las comunidades o las Tnout o las escuelas se unan creo que es un imposible; cada una es muy distinta y tiene sus propias ideologías, pero la base es similar y los objetivos son comunes en su mayoría, entonces pueden trabajar juntas; crear proyectos similares al de áreas unidas en las preparatorias o al seminario de líderes de las distintas comunidades realizado en Teotihuacán este año. Que permitan, entre otras cosas, una mayor tolerancia y aceptación entre todos.

Basándome en el libro de Barry Schawrtz de “Por qué más es menos”, creo que el problema es que al existir tanta variedad, las opciones dentro de la comunidad cada vez aumentan más y más: muchas escuelas, muchas tnuot, más templos a los cuales asistir, dos centros comunitarios y así con el tiempo crecerán más las opciones. Y aquí se halla un gran problema: a veces lo mejor no es que exista más sino apreciar las opciones que se tiene y trabajar con ellas sin buscar mucho más de lo ya existente.

DEL LIBRO “IDEAS JÓVENES” DE FUNDACIÓN METTA SAADE