LEÓN OPALÍN CHMIELNISKA

Históricamente la región del Medio Oriente ha sido clave para los intereses geopolíticos de Occidente por ser la principal productora de petróleo en el mundo. Desde una óptica convencional, el Medio Oriente se refiere a la Unión de Eurasia y África, entre el Mar Mediterráneo y el Océano Indico; básicamente incluye a Bahrein, Egipto, Irán, Irak, Israel, Jordania, Kuwait, Líbano, Omán, Qatar, Arabia Saudita, Siria, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Yemen y los territorios de la franja de Gaza y Cisjordania. Por su relación cultural, étnica, política y económica, se suele incluir en esta región al Magreb (Argelia, Libia, Marruecos, Mauritania y Túnez .

En el contexto de la caída del Shá de Irán, Mohammad Reza Pahlevi, en 1979, y el arribo al poder de los Ayatolas a esa nación, que instauraran un régimen teocrático, derivó en un apoyo sistemático de EUA y Europa, tanto económico como militar a varios países del Medio Oriente para que contuvieran el expansionismo de los integristas islámicos, hecho que en tres décadas conformó un bloque de más de 20 naciones árabes gobernadas a través de férreas dictaduras seculares, teocráticas, militares y monárquicas, varias de las cuales lograron modernizarse con el tiempo, empero, todas, polarizaron a las sociedades propiciando una inequitativa distribución de la riqueza. En un entorno de gran pobreza éstas dictaduras reprimieron violentamente el desencanto social que se generó.

El acceso de la población de las economías dictatoriales del Medio Oriente a las tecnologías de la información y la comunicación empezó a concientizarlas de que fuera de ellas existían sistemas democráticos que propugnaban por el bienestar de la gente. Paralelamente, la crisis económica global que se registró a partir del tercer trimestre del 2008, acentuada por la reciente problemática alimentaria mundial, provocó que los ánimos de la ciudadanía llegara al límite de tolerancia a la represión y que enardecida por la injusticia de que era objeto, saliera a las calles para protestar en forma violenta, exigiendo libertad y la caída de sus caudillos.

Asimismo, detrás del descontento popular y la ola liberalizadora que se ha registrado en varias naciones del Medio Oriente, está la amenazadora presencia de organizaciones terroristas y de gobiernos fundamentalistas islámicos que buscan establecer regímenes teocráticos como alternativa a las dictaduras y que al final de cuentas crearían mayores restricciones y rígidos controles a la vida cotidiana de la población. Preocupa en particular las movilizaciones populares en Egipto, que tiene la mayor población del Medio Oriente, 85 millones de habitantes, en las que ha participado la Hermandad Musulmana, la cual ha sido prohibida por el gobierno de ese país en virtud de que durante varias décadas ha buscado desestabilizarlo con actos terroristas para ascender al poder y estructurar una dictadura al estilo de Irán. La Hermandad Musulmana constituye un verdadero reto para mantener la paz en Egipto, ya que en la práctica es la única oposición estructurada y con un programa específico. Si la Hermandad Musulmana tomara el poder, el riesgo de un conflicto armado entre Egipto e Israel es muy grande porque se podría romper el Acuerdo de Paz que ha estado vigente entre ambos países durante más de 30 años.

Si Egipto cae en las “garras” de la Hermandad Musulmana, Irán “lo estará esperando a la vuelta de la esquina y podría caer toda la región del Medio Oriente”. En este sentido, EUA y sus aliados tendrían que vigilar que la transición en Egipto y en otras naciones del Medio Oriente para reestablecer los derechos ciudadanos no sea cosmética, sino que se lleve a cabo un cambio de régimen que propugne por la libertad y la justicia. La transición debiera ser pacífica para evitar mayores derramamientos de sangre. La estabilidad del Medio Oriente depende no sólo de que se concrete la paz entre palestinos e israelíes, sino, de un profundo cambio político en las anquilosadas dictaduras de la región.

La intolerancia no es una alternativa para resolver los candentes problemas de desempleo, pobreza, y en general del rezago social que prevalece en el Medio Oriente. Los fundamentalistas islámicos se están expandiendo peligrosamente por todo el mundo, incluso ya están cobrando fuerza en Latinoamérica; en este sentido, la Secretaria del Departamento de Seguridad de la Patria de EUA, planteó recientemente un hipotético escenario de una alianza entre los terroristas de Al Qaida y de la organización delictiva de los Zetas que opera en México a fin de realizar acciones de sabotaje en EU. En este último país también se ha considerado que la delincuencia organizada en México “es una forma de insurgencia que potencialmente podría tomar el control del gobierno”.