JOSE KAMINER

La responsabilidad del encumbramiento del régimen nazi y la indiferencia ante el proyecto político de una política clara del destino que se reservaba en primer lugar para los judíos y otras víctimas elegidas para su eliminación, involucró a numerosos protagonistas de su tiempo. Entre ellos puede incluirse a los dirigentes políticos de los países que determinaban entonces la política mundial, tales como Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña y Francia.

Para lograr algunas de las respuestas a las preguntas que nos cuestionamos del panorama judío en los Estados Unidos en particular es necesario recurrir al pasado de este país, a la historia del antisemitismo existente allí, especialmente en las décadas de los treinta y los cuarenta. Es indudable que existió un apoyo por parte de los dirigentes políticos y de grupos de elite norteamericanos hacia el nazismo, en tanto que en otros casos, las simpatías hacia el régimen nazi fueron más solapadas.

A través del estudio de los procederes de la sociedad estadounidense ante el creciente avance del nazismo hacia el poder, de las posiciones de sus personalidades más influyentes y de la prensa norteamericana tal vez podamos comprender cómo permanecieron firmemente inactivos frente a los peligros y los actos cometidos por los nazis contra los judíos. Quizás podamos llegar a comprender esa complaciente aprobación que ha sido una de las formas de complicidad que permitieron el ascenso de Hitler al poder.

La situación económica provocada por la Depresión había creado una enérgica hostilidad en la sociedad norteamericana, esto determinó la indiferencia del gobierno hacia los refugiados y lo que explica que muy pocos judíos pudieron entrar a los Estados Unidos escapando al destino que les esperaba en Europa.

El gobierno se mantuvo alejado ante los problemas del judaísmo europeo, cuando todo comenzó evitó presentar cualquier tipo de reclamo formal ante el gobierno alemán. Muchos funcionarios del Departamento de Estado consideraban que las historias que se contaban eran una mera exageración, producto de los “horrorosos relatos que se contaban durante la Gran Guerra”.

Uno de los motivos que se usaba para justificar esta indiferencia era que si se reconocía la brutalidad del nazismo debía realizarse una política de aceptación de refugiados. Un gran sector de la población consideraba a los judíos y otros inmigrantes, como una amenaza para su propia subsistencia ante el problema de la escasez de trabajo y empleo, convicción que era compartida por los congresistas.

El antisemitismo y el aislacionismo eran sentimientos en la sociedad, había una gran resistencia por parte de gran parte de la población estadounidense a participar en una guerra a la cual consideraban ajena. Uno de los personajes políticamente influyentes dentro de la opinión pública, fue Joe Kennedy, embajador norteamericano en Gran Bretaña. En esa función demostró con toda claridad su apoyo a Hitler y su régimen. Durante una reunión de 1938 en la embajada alemana en Londres, Kennedy le aseguró al embajador alemán que América deseaba fuertemente mantener relaciones amistosas con Hitler.
También le dijo, de embajador a embajador, que un informe reciente que circulaba diciendo que había restricciones alimentarias para la población alemana porque la comida era reservada para el mantenimiento del ejército, seguramente era una mentira.

En el año de 1933, los Estados Unidos experimentaron “una explosión de fervor antisemita”. Los judíos fueron culpados por la crisis económica mundial y fueron acusados de ejercer una influencia indebida en la administración de Roosevelt. Había discriminación en el empleo para los judíos, lo mismo que “números clausus” en colegios y universidades.

Cuando Estados Unidos entraron a combatir en la Segunda Guerra los graduados de las universidades como Yale, Columbia y otras, entraban directamente como oficiales, los judíos con las mismas condiciones eran rechazados en cuerpos de oficiales de la marina, así como en la Inteligencia de la Fuerza Aérea. Donde los gentiles entraban sin problemas los judíos eran rechazados. A uno de los protagonistas de este problema le informaron con toda franqueza que la fuerza aérea no quería judíos. Para unirse a los marines una de las razones del rechazo hacia los judíos estaba relacionada con la respuesta a la pregunta de porque se alistaban voluntariamente. La respuesta equivocada era “para combatir al nazismo”, la correcta era “para luchar contra los japoneses.” Era también muy visible la discriminación y racismo hacia los negros dentro de las fuerzas armadas. El sentimiento de ser también víctimas de la discriminación, impulsó a muchos judíos a unirse a la lucha por la defensa de los derechos civiles de los negros.

Durante la Segunda Guerra Mundial lucharon 550.000 judíos aproximadamente, entre hombres y mujeres. El equivalente a 37 divisiones. Algunos de estos soldados se enfrentaron al antisemitismo, o se encontraban con gente que nunca había visto un judío.