JOSÉ KAMINER

Antisemitismo made in USA

El problema, según algunos antisemitas, era que los judíos como paganos no podían comprender la moralidad cristiana. Consideraban que los hombres de negocios judíos de Hollywood habían corrompido el arte por su excesiva la ambición y que al hacerlo habían contribuido a extender la corrupción moral por toda de América. Eran, en las palabras de Henry Ford, “un ejemplo perfecto del problema cada vez mayor de América, la creciente influencia desde comienzos de siglo ‘del judío internacional’.

El judío internacional es un libro publicado en cuatro volúmenes, traducido a seis idiomas, entre ellos el alemán. El libro tuvo una gran aceptación y fue ampliamente distribuido entre los nazis de Alemania, y en especial Adolf Hitler, quien lo utilizó como una de sus fuentes para escribir Mi lucha, donde cita textualmente partes del mismo, constituyéndose Ford en el único americano citado por Hitler en su obra. Ford y Hitler se admiraron mutuamente, y se unieron financiera, operativa e ideológicamente para llevar adelante varias actividades en conjunto. El libro fue denunciado por la Liga Anti Difamación de los Estados Unidos. Ford fue condecorado por el Estado nazi en 1938, recibiendo la Gran Cruz del Águila Alemana, la mayor condecoración que pudiera recibir un extranjero.
Otro notorio antisemita fue Walt Disney que asistió en compañía del abogado de su empresa, Gunther Lessing, a mítines del German American Bund, organización pro-nazi estadounidense. Walt Disney asistía casi siempre a las reuniones, junto con muchas otras personalidades prominentes de Hollywood, grandes admiradoras del nazismo, de sus ideas y proyectos. Esos encuentros tenían lugar en los hogares de varios actores y músicos famosos, quienes trabajaban activamente para el partido nazi americano. Durante ese tiempo Disney ayudó a organizar a los cineastas independientes contra los judíos de la industria del cine.
También se sabe que Disney fue uno de los pocos empresarios cinematográficos que recibieron abiertamente a la cineasta alemana Leni Riefenstahl en su visita a Hollywood en 1938, cuando la mayor parte de la industria le cerró sus puertas.

La prensa

La prensa también manifestó desapego e indiferencia ante la matanza que tenía lugar en Europa. Uno de los diarios más importantes de Estados Unidos, el New York Times, cuyos dueños eran de origen judío, los Ochs y Sulzberger, mantuvo una valiente actitud, en plena época de aislacionismo antisemita, con una campaña preparando a la opinión pública para su entrada en la Guerra.
Sin embargo cuando hubo que tomar abierto partido por la defensa de la vida de los judíos europeos, declinó la obligación moral que tenía de informar sobre el trágico destino y el exterminio a que fueron sometidos.
Cuando se debió dar la noticia en la primera plana de una muy autorizada versión sobre la noticia de que cuatrocientos mil judíos húngaros estaban siendo deportados para su eliminación, serían asesinados en las próximas semanas, fue relegada a la página doce, donde solo le dieron cuatro columnas. Cuando contó sobre el Levantamiento del Gueto de Varsovia, nunca habló de los resistentes como judíos, siempre se refirieron a ellos como polacos y patriotas de Varsovia, nunca como judíos. Si bien habían eliminado el correo de lectores para no tener que censurar la numerosa correspondencia antisemita que llegaba al diario, es evidente que no hicieron nada de lo que moralmente debían haber hecho por el problema de identidad de sus propietarios que se consideraban a sí mismos como ciudadanos norteamericanos de fe judía.

El New York Times no fue el único en adoptar esa actitud pero su responsabilidad frente al tema era mayor, era el diario más respetado en el país, con una gran capacidad informativa, especialmente sobre temas de política exterior por la cantidad de periodistas y medios que tenía para informar. Hay quienes prefieren creer que si hubiera utilizado su primera plana para contar las atrocidades del nazismo, los norteamericanos hubieran reaccionado antes.
También el resto de los medios de prensa, aquellos que no era considerados antisemitas, diarios tales como el New York Herald Tribune, el Washington Post, y Los Ángeles Times se rehusaron a publicar las noticias sobre el genocidio judío en Europa porque no las creían, algunos esgrimieron la excusa de que en ese momento estaban convencidos de que esos informes eran exagerados y sobredimensionados para aumentar la recaudación de fondos para los refugiados.
La prensa también manifestó desapego e indiferencia ante la matanza que tenía lugar en Europa. Uno de los diarios más importantes de Estados Unidos, el New York Times, cuyos dueños eran de origen judío, los Ochs y Sulzberger, mantuvo una valiente actitud, en plena época de aislacionismo antisemita, con una campaña preparando a la opinión pública para su entrada en la Guerra.
Sin embargo cuando hubo que tomar abierto partido por la defensa de la vida de los judíos europeos, declinó la obligación moral que tenía de informar sobre el trágico destino y el exterminio a que fueron sometidos.
Cuando se dio la noticia de la versión confirmada sobre cuatrocientos mil judíos húngaros estaban siendo deportados para su eliminación, a los que se agregarían otros trescientos y cincuenta mil que serían asesinados en las próximas semanas, fue relegada a la página doce, donde solo le dieron cuatro columnas.
Cuando se publicó sobre el Levantamiento del Gueto de Varsovia, nunca se dijo de los combatientes como judíos, siempre se refirieron a ellos como polacos y patriotas de Varsovia.
Es evidente que no hicieron nada de lo que moralmente debían haber hecho por el problema de identidad de sus propietarios que se consideraban a sí mismos como ciudadanos norteamericanos de fe judía.
El New York Times no fue el único en tomar esa actitud pero su responsabilidad frente al tema era mayor, era el diario más respetado en el país, con una gran capacidad informativa, especialmente sobre temas de política exterior por la cantidad de periodistas y medios que tenía para informar. Hay quienes prefieren creer que si hubiera utilizado su primera plana para contar las atrocidades del nazismo, los norteamericanos hubieran reaccionado antes.
También el resto de los medios de prensa, aquellos que no era considerados antisemitas, diarios tales como el New York Herald Tribune, el Washington Post, y Los Ángeles Times se rehusaron a publicar las noticias sobre el genocidio judío en Europa porque no las creían, algunos esgrimieron la excusa de que en ese momento estaban convencidos de que esos informes eran exagerados y sobredimensionados para aumentar la recaudación de fondos para los refugiados.
Para la primavera de 1944, los Aliados sabían de los gaseamientos en los campos de exterminio. Los líderes judíos suplicaron sin suceso al gobierno estadounidense que bombardeara las cámaras de gas y vías de tren que llegaban al campo. Desde el 20 de agosto al 13 de septiembre de 1944, la fuerza aérea de los Estados Unidos bombardeó el complejo industrial de Auschwitz-Monowitz, menos de cinco millas de las cámaras de gas en Birkenau. No obstante los Estados Unidos mantuvieron su política de no-participación en rescate, y no bombardearon ni las cámaras de gas ni las vías de tren usadas para transportar prisioneros.
En enero de 1944, Roosvelt estableció la Junta para los Refugiados de Guerra por parte del departamento del Tesoro para facilitar el rescate de los perseguidos en peligro Fort Ontario en Nueva York empezó a servir ostensiblemente como un puerto libre para los refugiados. Pero los que llegaron allí no eran de las áreas ocupadas por los nazis, provenían de las zonas liberadas y gran parte de ellos fue un aporte notable a la ciencia y a la cultura estadounidense, no eran inmigrantes comunes.

Históricamente es muy reciente todo lo acontecido. La existencia del nazismo es una responsabilidad histórica que incumbe a numerosos protagonistas que aún permanecen en las sombras sin asumir en toda su magnitud la responsabilidad de los millones de muertos que produjo esta guerra.