EL UNIVERSAL VENEZUELA

El juicio al criminal de guerra nazi Adolf Eichmann cambio dramáticamente, hace 50 años, la visión del Holocausto. El proceso les dio a las víctimas una voz y un rostro. Hablar de los sucesos traumáticos en los campos de centración y en los guetos ya no era motivo de vergüenza.

Durante los años de fundación del Estado de Israel, muchos supervivientes del Holocausto solo querían olvidar sus dolorosos recuerdos. Solo muy pocos estaban dispuestos a hablar de sus terribles experiencias en los campos de concentración y en los guetos. Incluso en el ámbito familiar más íntimo reinaba muchas veces un silencio oprimente, recordó DPA.

El  juicio a Eichmann, que comenzó el 11 de abril de 1961 en Jerusalén, cambió de golpe esa situación. “De repente ya no teníamos vergüenza de hablar del Holocausto porque ahora había un debate público”, dijo 50 años después Menajem Ben Sasson, presidente de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Despúes de la fundación del Estado israelí en 1948, que dio un hogar a cientos de miles de refugiados judíos, la discusión sobre la Segunda Guerra Mundial se centró principalmente en la lucha de resistencia de los partisanos judíos contra los nacionalsocialistas. En cambio, los supervivientes de los campos de concentración y de exterminio a menudo se sentían incomprendidos. Muchos judíos nacidos en Palestina les reprochaban su supuesta debilidad y preguntaban por qué se dejaron llevar “como ovejas al matadero”.

Sin embargo, el secuestro y el enjuiciamiento de Eichmann marcaron un cambio: las víctimas se convirtieron en acusadores y jueces. Esta posición de fuerza también permitió una nueva franqueza. En muchas familias se contaron por primera vez las experiencias personales (durante el Holocausto), dijo Ben Sasson, cuya madre sobrevivió al Holocausto en Ucrania.

“Fascinada, mi madre estaba durante horas sentada junto a la radio para escuchar el desarrollo del juicio”, se acuerda el presidente universitario, que hoy tiene 59 años. “A ratos estaba muy emocionada, otras veces furiosa. Nosotros éramos niños traviesos, pero sabíamos que durante esas emisiones de ninguna manera podíamos molestar”.

A diferencia de los juicios de Núremberg, los protagonistas del proceso a Eichmann no fueron los nazis, sino la víctimas y sus historias. El fiscal jefe del juicio a Eichmann, Gideon Hausner, persiguió sobre todo un objetivo pedagógico con el proceso, según explica su hija Tami Hausner-Raveh: “Quiso mostrar al mundo lo que había ocurrido”.

Unos 110 testigos relataron sus experiencias traumáticas. En un principio fue muy difícil persuadir a las víctimas de que rindieran su testimonio. “Durante el juicio, sin embargo, se reportaron cada vez más supervivientes dispuestos a testificar, y mi padre lamentó mucho no poder dar la palabra a todos”, dice Hauser-Reveh.

En la memoria colectiva de Israel quedó grabado especialmente el testimonio del escritor Jejiel Dinur, superviviente de Auschwitz, quien habló durante una sesión del juicio de otro “planeta”. Allí, en Auschwitz, “el tiempo no transcurrió como aquí en la Tierra. Los habitantes de aquel planeta no tenían nombre, no tenían padres y no tenían niños”.

Como nombre sólo llevaban un número, según relató Dinur enseñando la cifra tatuada en el antebrazo. Visiblemente emocionado, el escritor describió de forma dramática una visión de los muertos de Auschwitz: “Los estoy viendo, me están mirando, los estoy viendo”. Después emitió un grito y se desmayó.

Eichmann fue ahorcado el 31 de mayo de 1962. Fue la primera y última persona en ser ejecutada en la historia de Israel. “Teníamos que matarlo”, opina Ben Sasson, normalmente contrario a la pena capital. “El Holocausto es un acontecimiento único que exige un castigo único. Si hubiéramos capturado a más nazis, lo habríamos hecho nuevamente”.