SANTIAGO TRANCÓN

El legado judío en nuestro país ha sido borrado hasta extremos absurdos. Por ejemplo, la historia de la literatura oculta que Luis Vives, Antonio de Nebrija, Jorge de Montemayor, Fray Luis de León, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Vélez de Guevara, Tirso de Molina, Luis de Góngora, Fernando de Rojas, Francisco Delicado, Mateo Alemán o el propio Miguel de Cervantes, eran descendientes de judíos. Hay muchos más.

El origen converso de Cervantes ya lo defendió Américo Castro. Por mi cuenta, añado aquí algunos argumentos para los más escépticos:

En primer lugar, su apellido.

Adoptar el nombre del lugar de procedencia es algo muy común, y más entre conversos. Ahí están todos los Toledo y Toledano. Cuando ese apellido no levanta sospechas, se mantiene; cuando sí, se cambia por otro que camufle el origen judío y, a ser posible, haga a su portador descendiente de nobles o cristianos viejos. El cambio o la diversidad de apellidos es un indicio bastante fiable del origen hebreo.

Hay dos pueblecitos que llevan ese nombre, uno perdido en los Ancares (hoy Lugo), y otro en Sanabria (hoy Zamora). Ambos están en lo que siempre se llamó “los Montes de León”, de donde dice explícitamente Cervantes que “proviene su linaje”. El nombre alude a la abundancia de ciervos y corzos (todavía hoy es así). En ambos pueblos, además, se da el otro apellido, Saavedra. En el Cervantes ancarés hay incluso una casa-palacio de los Saavedra. El escudo nobiliario de este palacio se encuentra hoy en la Calle del Agua de Villafranca del Bierzo, la calle principal de la antigua judería. Yo he visto este apellido en varias tumbas antiguas del cementerio villafranquino.

Hay muchas pequeñas aldeas de esta zona, cercana a la raya de Portugal, donde sabemos que se refugiaron los conversos después del decreto de expulsión de 1492. No muy lejos, en el corazón de los Ancares leoneses, está Guímera, un pueblo entero de conversos dedicados al comercio ambulante. (Guímera proviene de Guemerá, uno de los libros básicos del judaísmo).

Pero hay otros muchos indicios.

Don Quijote nunca afirma, en contra de lo que hace Sancho, que él es cristiano viejo, sino sólo cristiano. Nunca come cerdo, salvo “duelos y quebrantos los sábados”. Este plato, tan extrañamente llamado, se compone de “huevos con tocino y chorizo”, pero ¿por qué llamarlo “duelos y quebrantos” y comerlo, precisamente los sábados? “Duelos y quebrantos” para los conversos, por quebrantar la ley que prohíbe comer cerdo, y en sabbat, día de descanso y oración. Era una forma obligada de demostrar que no se era “judaizante”. No hay otra forma de explicar este nombre.

La olla que come don Quijote todos los días (o sea, el cocido), además, tiene “algo más de vaca que de carnero”; tampoco aparece aquí el cerdo, curiosamente, en contra de lo que era habitual.

Cervantes muestra conocer bien el Antiguo Testamento, al que cita varias veces, pero no al Nuevo. En todo el Quijote sólo aparece una iglesia, y con ella “se topan” él y Sancho “de noche”. Dice también que la lengua hebrea es superior a la árabe [1]. Atribuye la autoría a Cide Hamete Benengeli, por si acaso. Su padre era cirujano, profesión de judíos. Él mismo fue recaudador de impuestos y se dedicó a no se sabe qué negocios, pero el caso es que fue excomulgado dos veces y dos veces estuvo en prisión.

Al comienzo de El Quijote habla de “un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”. “Lugar” es sinónimo de “aldea pequeña” y el “no quiero acordarme” es un acto voluntario, no olvido. ¿Por qué no quiere “acordarse” de su lugar de origen? Hay quien dice, exageradamente, que eso de “la Mancha” encubre “la mancha de los judíos”, o sea, el deicidio, acusación que tanto arraigó en la imaginación popular y que ha llegado intacta hasta hoy.

Un último dato: la supuesta partida de nacimiento de Alcalá de Henares. Este documento apareció a mediados del siglo XVIII, y es una partida de bautismo de “Juan Carbantas Cortinas”, a suyo margen se ha puesto, con mano distinta, “Miguel”. Demasiado sospechoso. Había que darle un lugar de nacimiento digno a quien se había convertido, tres siglos después, en el más importante escritor español. Judeo-español, hay que precisar, de origen converso, posiblemente nacido en una aldea perdida en los intrincados Montes de León.

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