LIOMAN LIMA

Más de seis décadas después de la Segunda Guerra Mundial, continúa el misterio y la impunidad de oficiales y civiles nazis emigrados a Latinoamérica.

Centenares de ellos pusieron popa hacia la región cuando la derrota alemana era inminente y, salvo pocos casos, residieron y residen aún en países del área ante la mirada cómplice de muchos gobiernos.

La mayoría murió sin enfrentar juicios por sus crímenes, pero algunos viven aún, estima el Centro Simon Wiesenthal (SWC), una organización internacional judía encargada de “cazar” nazis.

Según uno de los especialistas con mayor conocimiento del tema a escala mundial y director del SWC en Jerusalén, Efraím Zurroff, la muerte de muchos por el paso del tiempo no implica que no queden criminales nazis.

Es altamente probable que haya algunos ocultos, principalmente en Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Bolivia, las principales naciones suramericanas a donde emigraron después de la guerra, aseguró Zuroff a Prensa Latina.

Estos países, en ese orden, fueron los mayores receptores de nazis tras la guerra, aunque también emigraron hacia Perú, Venezuela, Colombia y casi todo el resto de América Latina.

El historiador argentino Carlos de Nápoli, experto regional en el tema, aunque reconoce que quedan pocos, señala la probabilidad de encontrarlos en barrios de Latinoamérica bajo la imagen de ancianos emigrados.

“La mayoría de ellos convivieron aquí en forma pacífica durante dos tercios de siglo, por lo que son considerados, incluso, hasta buenos vecinos”, indicó en entrevista con Prensa Latina.

Para de Nápoli, no es de extrañar que vivan aún, pues la longevidad podría ser una característica de estas personas, si tenemos en cuenta el prototipo requerido en aquella época para ser oficial hitleriano.

Los adolescentes o jóvenes aspirantes al escuadrón de defensa o SS, por ejemplo, además del examen de “pureza de sangre” desde 1750 en adelante, debían cumplir ciertos requisitos de fortaleza física y buena salud, argumenta.

“También debían pasar otra prueba, denominada de Higiene Racial o Genética, en la que se evaluaba tipos de enfermedades hereditarias y la ancianidad de los progenitores”.

De acuerdo con la historiadora húngara Irén Suskó, profesora de la Universidad de La Habana, un factor incidente en la impunidad de estos criminales es que la mayoría de ellos no fueron figuras importantes durante del fascismo.

“En los llamados juicios de Nuremberg se juzgó a los principales líderes (los que no escaparon o no se suicidaron), pero los oficiales de más baja categoría fueron indultados por un supuesto cumplimiento del deber”, indicó Suskó a Prensa Latina.

Como en sus barrios y países todo el mundo sabía quiénes eran, muchos decidieron emigrar hacia zonas lejanas, para hacer borrón y cuenta nueva.

Según este investigador argentino, aunque el interés de los alemanes en el Cono Sur se perfiló desde finales del siglo XIX, con la llegada de Hitler al poder diversos hechos manifestaron la inclusión del área en los planes de expansión fascistas.

Entre ellos, señala el apoyo de fuerzas germanas a Bolivia durante la Guerra del Chaco.

De Nápoli asevera que en el Lloyd Aereo Boliviano, creado durante esa época, había capitales, aviones y pilotos de guerra alemanes.

Más aún, sostiene que las fuerzas fascistas practicaron por primera vez durante esa conflagración la llamada Blitzkrieg o “guerra relámpago”, táctica de combate aéreo nazi.

Suskó señala que tradicionalmente se considera que la primera incursión de la aviación fascista (Luftwaffe) ocurrió durante la Guerra Civil Española, pero al parecer anteriormente Hitler probó sus equipos y estrategias en el conflicto entre naciones suramericanas.

El historiador argentino también recuerda la compra por alemanes de tierras, estancias y empresas en zonas de Argentina y Brasil, destinadas a la construcción de estructuras para proveer petróleo, puerto seguro y abastecimientos a barcos y submarinos.

Destaca el poco conocido suceso de intentos nazis de apoderarse de las islas Malvinas, en poder de Gran Bretaña.

En diciembre de 1939, las tropas hitlerianas pretendieron desplazar a los ingleses de ese archipiélago en el Atlántico, lo que provocó el único episodio de la guerra en América del Sur, la Batalla del Río de la Plata.

De igual modo, una invasión dirigida por el comandante supremo de la Luftwaffe, Hermann Göring, probó apoderarse del territorio noruego en la Antártica, hechos estos que mostraron el marcado interés de los fascistas por la región, afirma de Nápoli.

El día después de la guerra

Investigaciones de Gaby Weber para su libro “La conexión alemana” revelaron que cerca de 20 submarinos repletos de jerarcas y sus tesoros se hicieron a la mar desde Noruega hacia distintos puntos del orbe.

El estudio “Ultramar Sur”, realizado por de Nápoli y Juan Salinas, estima que al menos seis de ellos, con cerca 50 jefes nazis, llegaron a la Patagonia tras el fin del conflicto mundial.

La doctora Suskó apunta que esta huida masiva ocurrió cuando la guerra había terminado, pero los alemanes todavía controlaban áreas estratégicas en Escandinavia.

De Nápoli alega que el éxodo fue conocido como Übersee Süd (en alemán), y fue descubierto mediante un telegrama enviado por el secretario de Hitler, Martin Bormann.

No está claro quiénes ni cuántos abordaron estos sumergibles, pero existen versiones de que el mismo Fuhrer podría haber escapado en alguno, tras dejar un doble en Berlín.

La hipótesis cobra fuerza cuando se recuerdan supuestos planes de exilio trazados por la piloto alemana Hanna Reitsch, quien al parecer, ideó desde 1934 estrategias para un eventual asilo del jefe nazi en Brasil o Argentina.

Testimonios recogidos en este último país en 1945 aseguraron haber visto a un hombre y una mujer misteriosos descender de un barco alemán (supuestamente Hitler y su amante Eva Braun).

Para de Nápoli, la ausencia de elementos probatorios del suicidio del jefe del Nacionalsocialismo en Berlín también permitió difundir esa leyenda.

Suskó, por su parte, aunque reconoce la no existencia de pruebas concretas de la muerte del Fuhrer, opina que no hay tampoco evidencias de esa eventual huida a Latinoamérica, más allá de mitos y alegatos dudosos.

Lo cierto es que en submarino, barcos o cualquier otro medio, cerca de mil nazis emigraron hacia la región, entre jerarcas, oficiales de menor rango o civiles, según cálculos del SWC.

Esta organización estima que solo a Argentina llegaron entre 150 y 300 de ellos. Sin embargo, de Nápoli valora la cifra como demasiado pequeña, si tenemos en cuenta que existen pruebas documentales del arribo de más de 500 científicos fascistas a ese país.