ENRIQUE RIVERA

El espacio de la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de las Bellas Artes, resultó, a todas luces, un espacio pequeño, especialmente para la extraordinaria personalidad de las dos mujeres allí presentes: Poniatowska y Carrington.

En cuanto hubo oportunidad, y los guardias revisaron mi credencial, tuve acceso a la sala que ya estaba llena. Los presentadores, el moderador y la figura de “Elenita” (como le llamábamos por reflejo o cariño en los años de la universidad) en la mesa de honor daba cuenta de la obra “Leonora”, Premio Seix Barral 2011, sobre una mujer, mitad mito, mitad leyenda, pero en suma una mujer sensible, de carne y hueso y talento que hasta nuestros días desborda.

Ahí, a pesar de lo limitado, los ríos de tinta convertidos en palabras, en anécdotas, imágenes, en datos inéditos para unos, para otros o para todos, viajaban sin fronteras. Uno de los presentadores señalaba: “Elena es la escritora que mejores retratos hace”. Otro daba cuenta de que Leonora fue declarada loca, cuando alzó su voz para defender a los judíos contra Hitler y el nazismo:

“A Leonora le importan las injusticias sociales, es una defensora extraordinaria de los judíos porque vio cómo los encerraban en campos de concentración y porque ella vivió personalmente la Segunda Guerra Mundial”.

Para escribir la novela la autora conversó en muchas ocasiones con Carrington, que vive en México desde inicios de la década de los cuarenta y con quien desde entonces entabló amistad.

Pero como a Carrington no le gusta que la graben, Poniatowska hizo apuntes en una libreta, buscó en libros y recordó algunas charlas de antaño.

Carrington, nacida el 6 de abril de 1917, renunció en Inglaterra a una vida aristócrata para dedicarse al arte. A los 20 años escapó a Francia de la mano del pintor judío alemán Max Ernst, uno de los mayores exponentes del surrealismo. 

Con él vivió tres años, en el sur de Francia, donde se relacionó con artistas como André Breton, Pablo Picasso, Salvador Dalí y otros, a los que acusó de machistas.

La invasión nazi a Europa separó a la pareja y como consecuencia de dicha separación, Leonora fue encerrada en un manicomio. 

En Portugal se casó con el escritor mexicano Renato Leduc, de quien se separó poco después de llegar a México. Luego se casaría con fotógrafo húngaro judío Emerico Weisz, ya fallecido, con quien tuvo dos hijos: Pablo y Gabriel.

Ambos, hoy, se consideran judíos.

En un artículo de La Jornada, Poniatowska describe lo que llama “el núcleo Weiz Carrington”, una especie de búnker tras la segunda guerra mundial:

“El núcleo Weisz-Carrington fue muy cerrado porque en la familia privó la atmósfera de persecución traída de la Segunda Guerra Mundial. Chiki Emérico Weisz, el fotógrafo húngaro ayudante de Robert Capa, salía de un campo de concentración (ya en el Holocausto habían asesinado a dos de sus hermanos) y Leonora venía de Nueva York, después de haber huido de St. Martin d’Ardeche, Francia, y sufrido mucho en Santander, España.

Los Weiz- Carrington se encerraron en sí mismos y hasta la fecha giran dentro del círculo de los judíos que huyeron de Europa.

En Hungría, los campos de exterminio acabaron con hombres, mujeres y niños obligados a llevar la Estrella de David sobre su ropa. En las tarjetas de racionamiento, la policía ponía una “j” por judío, y la ignominia nazi quedó grabada en el antebrazo de muchos europeos que lograron sobrevivir y denunciar el Holocausto. En México, en 1946, cuando nació Gabriel, filósofo y poeta, los judíos de varias nacionalidades se unieron para protegerse, y cuando nació Pablo, el 14 de noviembre de 1947, ya la familia era lo que se ha dado en llamar un núcleo dispuesto a resistir todos los embates de la vida.

Ni Leonora ni Emérico tenían un solo pariente en México, se apoyaron en otros judíos que padecían la misma soledad. No es que los Weisz fueran practicantes, lo que sí, en el colegio inglés Westminster a los niños Gaby y Pablo les recordaban que habían matado a Cristo, y eso los marcó, sobre todo a Gabriel, quien es más propenso a la angustia que Pablo”.

Por haber sufrido en dos continentes los embates del antisemitismo, Leonora es , sin duda, una judía “honoraria”.