MATILDE SERNA

Una nota del periodista Pepe Eliaschev denunciando un pacto argentino-iraní de silencio sobre los atentados contra intereses judíos desnuda una red de compromisos.

El 26 de marzo pasado, el periodista Pepe Eliaschev escribió en Perfil una nota donde denunciaba un supuesto pacto entre el Gobierno argentino y su par iraní para dejar en el olvido los casos de la AMIA y la Embajada de Israel (1992 y 1994).

Según esa especie, el Ministro de Relaciones Exteriores de la República Islámica de Irán, Alí Akbar Salehi le habría entregado un documento secreto a su Presidente  Majmud Ajmadineyad, uno de sus cuyos párrafos diría que “la Argentina ya no está más interesada en resolver aquellos dos atentados, pero que en cambio prefiere mejorar sus relaciones económicas con Irán”. Uno de los responsables de la redacción sería el propio Canciller Héctor Timmerman.

Desde Ucrania, Timmerman disparó sobre Eliaschev negando la especie y acusando de ser todo parte de una operación en contra su viaje a Israel.

Tomado por el enojo, el Canciller defenestró al autor del escrito a quien calificó de ser un oportunista y un “pseudoperiodista”.

Como es de práctica, el periodista devolvió los epítetos acusando a Timmerman de “pesudocanciller” y de haber sido un colaboracionista de la Dictadura de los setenta.

Por sobre el intercambio de acusaciones, flota en el ambiente una sensación de cercanía, por no decir simpatía, con el Gobierno de Ahmadijenad; una prolongación del eje Bolivia, Venezuela – Irán.

Y no es para menos, otro “pseudo”, esta vez “pseudofuncionario” como el piquetero Luis D’Elía paseó por esas tierras y hasta sacó al aire en su programa de radio a uno de los acusados por los atentados, quien desligó a Irán del tema.  El personaje en cuestión (Moshen Rabbani) fue agregado cultural iraní en la Argentina.

Bajo el humo levantado por la polémica, lo cierto es que la situación parece haber quedado desactivada pero no explicada, sobre todo por las actitudes del canciller argentino que cerró una rápida visita de dos días a Israel donde eludió el tema cada vez que le fue planteado.

Néstor Kirchner había calificado a la cuestión como “deshonra nacional”, luego de otras investigaciones llevaran nuevamente todo en dirección a la Tierra de la Revelación con indicios razonables. En el momento fue el Gobierno argentino solicitó a Interpol la detención de varios súbditos iraníes.

En los hechos hubo una suerte de doble discurso. Por una parte el Gobierno argentino llegó a denunciar a Irán incluso ante la ONU, pero por otra parte se pusieron paños fríos a la situación y dentro de esa discreción todo, especialmente las relaciones comerciales se desarrollan con normalidad.

En fondo parece haber alguna sustentabilidad para este “pacto” y no es otro que el desarrollo económico. Baste recordar los esfuerzos de Irán por hacer amigos en Latinoamérica, entre los cuales Brasil en tiempos de Lula llegó a ser uno de los más cercanos, cosa que por supuesto no fue bien vista por los Estados Unidos, bastante riguroso con el gobierno de Teherán.

Si bien Timmerman calificó de “ridícula” la situación, nunca negó la posibilidad de existan celebrados acuerdos secretos, lo cual explicaría porqué la Argentina nunca podría participar en un boicot comercial o económico con Irán.

En tanto Israel continúa manteniendo una política de prudente silencio sobre esas cuestiones. Nada dijo cuando Argentina reconoció al Estado Palestino y continúa en la tesitura iniciada con Kirchner de mantener buenas relaciones. La comunidad judía en Argentina, después de la de Nueva York, es la más numerosa.

Sin embargo, cuando en noviembre de 2009, Simón Peres visitó Buenos Aires no dejó de expresarle a Cristina Kirchner la preocupación del Estado de Israel por el avance y la presencia de los intereses iraníes en América Latina y sobre todo en la República Argentina.

Indudablemente, la pelea entre el Canciller y Eliaschev es la punta de iceberg que hace pensar cuánto tiene de cierto el dicho que reza: “cuando el río suena…”

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