RABINO CARLOS A. TAPIERO*

Queridos amigos:

No: no se trató de un error el título de este Mensaje – “de la muerte a la vida” -, aunque normalmente, en el mundo que nosotros conocemos, el orden es y debe ser inverso – de la vida a la muerte -. La Shoá significó la reversión de toda la Civilización y de sus valores; del orden del mundo ilustrado; de lo humano en la humanidad. Para quienes estuvieron del lado de las víctimas, la experiencia cotidiana era la de la muerte – una muerte que los perseguía en las garras de la bestia nazi, y que los alcanzaba permanentemente –. Así murieron 6.000.000 de nuestros hermanos; en el interior de Hungría, por ejemplo, 400.000 judíos fueron asesinados en 57 días, en el eficiente trabajo realizado por los colaboradores húngaros de los nazis -.

Hubo quienes lograron escapar del reino de la muerte. Ése fue el caso de Annaliese Borinski , la joven madrijá de Macabi HaTzair en Alemania que logró hacer aliá, reconstruir su vida en el kibutz Maayán Tzví (fundado por janijim de Macabi HaTzair) y transformarse en Ora Aloni, el nombre que hizo propio en Israel, y que la distinguió como educadora cuando pasó de la muerte a la vida.

Su historia, y la de su bandera de Macabi HaTzair, son profundamente inspiradoras. Anneliese – nacida en 1914 en el seno de una familia poco vinculada al judaísmo y al sionismo – , encontró su identidad nacional judía en el marco de Macabi HaTzair. Macabi HaTzair, como los demás movimientos juveniles sionistas, acrecentaron sus actividades con el propósito de acelerar la emigración de jóvenes judíos a la Tierra de Israel, especialmente después del ascenso de los nazis al poder. Para prepararlos a la vida del kibutz, fueron establecidas granjas agrícolas de entrenamiento. Una de las granjas perteneciente a nuestro Movimiento Juvenil estaba ubicada cerca del pueblo de Ahrensdorf, relativamente cerca de Berlín. Jóvenes de 15 a 17 años con sus líderes – entre los que se encontraba Annaliese – vivían en esa granja. El entrenamiento comprendía tareas agrícolas en horas de la mañana, por la tarde lecciones sobre temas relacionados con sionismo y judaísmo – como historia judía, Biblia y hebreo – y, durante la noche, debates y actividades culturales. Al llegar a los 18 años los jóvenes trataban de encontrar el modo de emigrar a la Tierra de Israel.

Annaliese llegó a Ahrensdorf como líder juvenil en 1937 (a los 23 años) para preparar a los más jóvenes para su aliá, y continuó como líder incluso durante los dos años en que la Gestapo misma controló la granja (1939-1941, años en los que se produjo un deterioro tremendo las condiciones de vida). Con el cierre de la granja y el envío de todos los jóvenes al campo de Neuendorf (donde habían sido concentrados distintos grupos de judíos realizando trabajos forzados bajo la supervisión de la Gestapo), Anneliese mantuvo su responsabilidad como líder, exigiéndose a sí misma – como lo hicieron también los restantes líderes, miembros de la hajshará – la disciplina que había mantenido en Ahrensdorf.

De todos los símbolos que caracterizaban el ethos juvenil macabeo, la bandera de Macabi HaTzair (que en esos tiempos tenía en su centro una Flor de Lis, por su carácter scóutico) era el más significativo . Los líderes de Macabi HaTzair (entre ellos Anneliese), estando aún en la granja de Ahrensdorf – e intuyendo que su situación, que ya era tremenda, empeoraría aún más –, decidieron hacer de ese símbolo de unión y de acción uno de esperanza: cortaron la Flor de Lis del Flor del centro de la bandera, y la enviaron a Israel, a los miembros de nuestro Movimiento juvenil que ya se encontraban en la Tierra de Israel, con dos jóvenes que lograron la autorización para salir de Alemania. Escribe Anneliese en su diario:

“¿Qué podíamos enviar con dos mujeres que regresaban a la patria, a la Tierra de Israel? ¿Qué podíamos enviar como un símbolo claro que expresara a nuestros compañeros del Movimiento que no los habíamos olvidado, y asegurarnos a su vez que nosotros no seríamos olvidados?

No dudamos ni por un instante. La respuesta era obvia. Formados ante la bandera, Herbert cortó la Flor de Lis del corazón de la enseña y la presentó a Jana como recuerdo de todos nosotros para los compañeros en Israel. Cantamos el “Hatikvá” y “Seú Tziona” y desfilamos.

La Flor llegó con ellas a Israel. Junto con el corazón de la bandera trajeron nuestra historia directamente al movimiento “Gordonia – Macabi HaTzair”.

A finales de 1942 la situación en Alemania se deterioró aún más. Circulaban rumores sobre la desaparición de personas, y, entre éstas, la de muchos de los padres de los jóvenes, que habían sido deportados a Polonia o aprisionados en Alemania. Después del asesinato de Alfred Selbiger , dirigente de Macabi HaTzair en Alemania, se apoderó de los jóvenes líderes macabeos la sensación de que algo todavía desconocido los separaría. Comenzaron a llegar al campo de trabajo forzado en Neuendorf listas de miembros destinados a deportaciones a destinos ignotos – que fueron, de hecho, deportaciones a la muerte –. Cuando llegó la lista que incluía los nombres de los líderes macabeos, ellos decidieron realizar una ceremonia en la que cortaron “la bandera cuyo corazón ya estaba en la Tierra de Israel”, tomando cada uno un retazo de ella. La idea era que el grupo se reuniría en la Tierra de Israel y reconstruiría la bandera, manteniendo así sus ideales de aliá y de construcción del Estado Judío – representado en la reconstrucción de la bandera -. Con visible emoción, Anneliese describe en su diario el episodio:

“7 de abril de 1943: Afuera están los guardias de la Gestapo. Se nos prohíbe salir al patio, comenzamos nuestra reunión final. Una vez más, cada uno está vestido de azul y blanco. Cantamos. Traen las banderas. A una le falta el centro. Herbert toma la “bandera del corazón roto” y la corta en doce retazos. Los distribuye entre tres compañeras y cuatro compañeros que serán responsables por cada grupo, uno para el compañero que será responsable por los de “sangre mixta” que quedarán en Alemania, y una parte a cada uno de los cuatro líderes. En esa oportunidad prometemos el uno al otro que cuidaremos de los retazos, y que cuando volvamos a reunirnos en la Tierra de Israel los armaremos para formar nuevamente la bandera”.

A mediados de 1943 los líderes y los jóvenes restantes en Neuendorf fueron deportados a una prisión en Berlín y de allí enviados a Auschwitz (más tarde se enteraron de que su deportación había sido parte de una masiva operación contra los judíos alemanes llevada a cabo “en honor” al cumpleaños de Hitler). En Auschwitz los muchachos fueron separados en grupos diferentes, pero gracias a la determinación de los líderes lograron permanecer en contacto y pasar información entre ellos. Anneliese, que asumió la responsabilidad por sus educandos con gran seriedad, trató de ocuparse de ellos e incluso de hacerles pequeños regalos para sus cumpleaños. Ella escribe:

“Sabíamos que era importante permanecer unidos [el grupo de Macabi Hatzair], con nuestros ideales y nuestra meta de llegar algún día a la Tierra de Israel trayendo los retazos de la bandera con nosotros. En nuestra inocencia creíamos que eso era lo más importante. En los primeros días en Auschwitz no sabíamos que era cuestión de vida o muerte, y quizás fue mejor que no lo entendimos. El primer día sufrimos en Birkenau [parte de Auschwitz] una tortura tras otra que creo que nos habría roto si no hubiéramos estado concentrados en esos ideales en los que creíamos, y que nos daban fuerzas… estábamos tan centrados en ellos, que nada nos parecía importante – a pesar de todo lo que nos estaba ocurriendo…”.

Durante toda la época de prisión en Auschwitz, Anneliese conservó el trozo de bandera, a pesar de la dificultad en esconder objetos personales y los constantes registros.

“…Los únicos objetos personales que nos permitían guardar eran los zapatos. Eso era muy importante, porque yo, por ejemplo, dentro de los zapatos, debajo de la suela – me di cuenta enseguida, cuando tuvimos que desvestirnos – puse mi trozo de bandera, que era muy importante para mí conservar en un lugar seguro. Y allí quedó bastante tiempo, y a veces había lo que se llamaba “visitas”, o sea un registro corporal minucioso – y entonces lo escondía en otros lugares, porque los SS sabían por supuesto que era posible esconder todo tipo de objetos en los zapatos.”

Los jóvenes miembros de Maccabi HaTzair – hombres y mujeres – estuvieron presos en Auschwitz cerca de dos años. Como otros prisioneros, fueron destinados a trabajos forzados y sufrieron la tortura del hambre, el frío y la humillación. Muchos sucumbieron a las terribles condiciones. Anneliese Borinski abandonó Auschwitz en una “marcha de la muerte” en enero de 1945 junto con jóvenes del grupo a su cargo. Escaparon de la columna en la zona de Leipzig y llegaron a la zona de ocupación americana.

Anneliese emigró en 1945 y se estableció en el kibutz Maayan Tzvi; y, desde su matrimonio, se llamó Ora Aloni. Hasta sus últimos días trabajó en educación. En un intento de recapitular su salvación, Anneliese/Ora dijo: “Si hoy quisiera explicar… cómo lograron salir con vida del… campo de concentración, campo de muerte… puedo decir esto: creo que eso está basado en tres factores esenciales – el primero, que es el más fuerte, es el apoyo mutuo que recibimos de cada uno, y a pesar de estar separados, de algún modo siempre estuvimos en el seno de nuestros compañeros. Siempre estábamos el uno para los otros y sentíamos que los otros estaban para uno. Aun cuando no estábamos todos juntos, nos sentíamos siempre unidos y nunca completamente solos. Por lo menos tres, cuatro o cinco estaban juntos. Eso ayudaba mucho, de forma práctica así como emocional. Nos daba mucha fuerza y para mí, también estaba el sentido de responsabilidad, la sensación de que tenía que hacer todo lo posible para llegar a algún lugar en el que podría ver quién estaba todavía con vida y tratar de reunir a todos nuevamente, y de ser posible llegar a la Tierra de Israel.

El segundo factor fue definitivamente la esperanza y la expectativa incólumes de que algún día las cosas mejorarían, y de que llegaríamos a la Tierra de Israel, y que debíamos estar allí. Eso se manifestaba en cada pequeña celebración, en cada Oneg Shabat, en Yom Kipur, no sé, en las promesas que hicimos y expresamos en símbolos que cuidamos con tanto empeño, en la bandera, el retazo de bandera que no dejé de seguir llevando conmigo.

El tercer factor, quizás más complejo, diría: cierta fortaleza propia del espíritu, y reacciones rápidas y adecuadas, algunas veces absolutamente necesarias – y también suerte.”

El retazo de la bandera llegó a su destino, a la Tierra de Israel, junto con Anneliese/Ora. Su hijo la donó en el 2007 al Museo del Holocausto, Yad Vashem, en Jerusalem, donde está hoy expuesta. Los demás retazos se perdieron, junto con la vida de la mayoría de los miembros de la granja de Ahrensdorf.

Una historia de supervivencia con final feliz, en el mar de tristeza, masacre y desolación que la Alemania Nazi y sus muchos, muchos secuaces sembraron en las filas de nuestro pueblo. Un ejemplo del espíritu macabeo de solidaridad, resistencia, responsabilidad mutua, ahavat Israel y sionismo. Un episodio que fue de la muerte a la vida – tal como el Estado de Israel mismo fue fundado -.

Quiera Dios que sepamos unir los retazos de nuestras banderas macabeas desgarradas por el asesino nazi durante la Shoá, reconstruyendo nuestro presente en el marco de los mismos ideales que nuestros jóvenes sostuvieron aun en los campos de la muerte: continuidad judía y sionismo.

Quiera Dios que sepamos ser dignos continuadores del mensaje de vida y de acción que los asesinados y los sobrevivientes nos legaron, multiplicando la vida judía por doquier a través de nuestra decidida acción en todas las comunidades judías del mundo y en nuestro magnífico Centro, el Estado de Israel.

Y quiera Dios que durante el próximo Yom HaShoá sepamos recordar a las comunidades judías arrasadas de cuajo: lo extraordinario de sus vidas, de su producción y de su creación, y sus pequeñas anécdotas – que nos ayudan a dimensionar el inconmensurable tamaño de la tragedia -.

Que las memorias de los 6.000.000 de asesinados sean siempre benditas,y recordadas, honradas y perpetuadas por nuestras obras,

¡JAZAK VE’EMATZ!

*Vice-Director General & Director de Educación, Unión Mundial Macabi