PETER KATZ

La última guerra, la Segunda Guerra Mundial, involucró en forma irrestricta a la población civil, poniendo en peligro objetivos no militares. Esta nueva estrategia, aberrante, empezó con el bombardeo de Guernica en España. Una ciudad medieval en el país Vasco que no tenía ningún valor estratégico con la guerra civil que asolaba el país. Guernica fue destruida en 23 minutos por una escuadrilla de la aviación alemana, denominada CONDOR. Los pilotos alemanes estaban ensayando lo que después se llamó el “carpet bombing”.

En 1939, Varsovia fue bombardeada para crear pánico entre los ciudadanos que se preparaban para defenderla de las hordas alemanas. Fue una defensa un tanto romántica, cuando en la planicie de Radom, se utilizaron caballos para luchar contra pequeños tanques alemanes de gran movilidad.

En 1940, la ciudad de Rótterdam en Holanda sufrió un bombardeo bárbaro que fue escenificado para causar miedo en la población. De todos modos desapareció el centro y una mitad de aquella histórica ciudad nórdica.

Más tarde, la destrucción de objetivos civiles también le tocó a los alemanes. Justo antes del fin de la guerra, en 1945, fueron arrasadas las ciudades de Bremen, Hamburgo, Dresden y Breslau, para presionar a los alemanes a rendirse antes de que les destruyeran el resto de lo que quedaba de su país. Esa destrucción de ciudades históricas no tuvo los efectos que buscaban los aliados. Hitler en su “bunker” ya no veía objetivamente lo que estaba pasando a su alrededor. Los alemanes ahora sufrían los efectos de su proceder contra los demás.

Había otras formas de ataque destructivas contra la población civil. En la invasión a la Unión Soviética, en 1941, se usaron lanzallamas para quemar chozas y otros tipos de habitaciones vulnerables al fuego. Así avanzaban los alemanes en las estepas rusas quemando todo a su paso.

Hitler dio instrucciones precisas a su Estado Mayor justo antes de la invasión en el sentido de que los judíos y los funcionarios del partido comunista debían ser eliminados en el acto de ser reconocidos. Las construcciones tampoco no interesaban ya que estas tierras iban a ser el nuevo “Leibensraum”, espacio vital, para los germanos.

Esta forma de actuar de los estrategas de los países que participaron en la Segunda Guerra Mundial era nueva y totalmente diferente a las guerras convencionales de los dos siglos anteriores. Siempre se trató de escenificar las batallas en campos abiertos, lejos de los centros de residencia civiles.

En general, las acciones de los ejércitos desde principios del siglo XX, fueron más hostiles, las guerras más ideológicas y por lo tanto más sangrientas, sin respeto a la gente civil.

El primer ejemplo en el nuevo siglo, lo vimos con la masacre de un millón de armenios a manos de los turcos. Un genocidio terrible por razones religiosas y simplemente por odio. Los armenios cristianos tenían que desaparecer.

Siguió la guerra civil en España que empezó con la rebeldía del General Francisco Franco a quien ya había dado su apoyo el ejército del Marruecos Español, contra el gobierno constituido de la República Española en 1936.

En España, entre 1936 y 1939, murieron un millón de personas incluyendo las que fueron fusiladas, diariamente al alba, por los nacionalistas. Los republicanos bombardearon sin parar el Alcázar de Toledo, en donde los vivos caían sobre los muertos. García Lorca cayó bajo las balas de los nacionalistas en Jaen.

Durante la ocupación de Francia por los alemanes, diariamente eran fusilados resistentes en Mont Valerien.

En Babiyar, Ucrania, en Mali Trostenetz y en Khatyn, los fusilados, hombres, mujeres y niños, caían en las fosas, hasta que no cupieron más en la gran depresión geológica que corre de Kiev hasta Minsk, en lo que en aquel entonces era la Unión Soviética.

Una guerra hostil declarada por Alemania a la Unión Soviética, pese al hecho de que habían suscrito un convenio de “no agresión”, por mutuo acuerdo, solo dos años antes.

El ejército ruso ya se había retirado y fueron civiles las víctimas de los soldados alemanes, hubo pocos sobrevivientes. Nunca se había visto una guerra así. Ni los excesos cometidos en estas mismas tierras por los mongoles de Gengis – Khan, de cuyas barbaridades todavía contaban las “babushkas” para asustar a los niños.

Cuando se revertió la conducción de la guerra, y avanzaban los aliados que habían desembarcado en Normandía y los rusos bajaban como hordas en esquíes, vestidos todo de blanco, sobre los alemanes, sorprendidos y helados, como paletas, por el frío invierno ruso, los civiles también fueron alcanzados por los combates y resultaron ser las víctimas.

Al retirarse de Francia los alemanes cometieron, un crimen más, totalmente innecesario al quemar a un conjunto de casas, con todo y sus habitantes, llamado “Oradour”. Ya habían tomado venganza por el asesinato de Reinhard Heydrich, en Bohemia, reuniendo a toda la población de Lidice, fusilando a los hombres y enviando a las mujeres y los niños al Campo de Concentración de Theresiendtadt.

La Segunda Guerra Mundial también hizo nacer el heroísmo de la población civil. Nació la resistencia contra el ocupante. Muchas personas reaccionaron ante el horror y la injusticia, peleando como civiles contra la ocupación. Simplemente se involucró a la población civil, quitando todas las restricciones, todo el respeto a la vida humana, que había existido en un mundo que se auto-nombró civilizado.

Por lo que estamos viendo en las revueltas habidas en los países del Mahgreb, en África del Norte, y en los países árabes del Medio Oriente, el involucrar a la población civil en las batallas, en las luchas armadas, es peor de lo que fue en la Segunda Guerra Mundial.