MOISÉS NAÍM

¿Cómo explicar que Estados Unidos y Europa estén bombardeando a Trípoli con misiles y a Damasco con palabras? ¿Por qué tanto empeño en sacar al brutal tirano libio del poder y tanto cuidado con su igualmente salvaje colega sirio? Comencemos por la respuesta más común (y errada): es por el petróleo. Libia tiene mucho y Siria, no. Y por tanto, según esta explicación, el verdadero objetivo de la agresión militar contra Libia son sus campos petroleros. Siria se salva por no tener mucho petróleo. El problema con esta respuesta es que, en términos de acceso garantizado al petróleo libio, Gadafi era una apuesta mucho más segura para Occidente que la situación de caos e incertidumbre que ha producido esta guerra. Las empresas petroleras de Occidente operaban muy bien con Gadafi. No necesitaban cambiar nada. Una segunda, y común, manera de contestar la pregunta es denunciando la hipocresía estadounidense: Washington nos tiene acostumbrados al doble rasero y a las contradicciones en sus relaciones internacionales. Esta tampoco es una respuesta muy útil, ya que no nos ayuda a entender las causas de estas contradicciones.

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Los sirios desafían a los tanques sin más armas que sus deseos de cambio

¿Qué protege, entonces al carnicero de Damasco de un tratamiento como el que le está siendo propinado a su homólogo Libio? Las razones humanitarias que justificaron el ataque contra Gadafi -el cual apoyé- son tanto o más validas en el caso de Siria. Tan sorprendente como la brutalidad genocida de la familia Asad es la suicida valentía de los sirios. Desde hace dos meses salen a las calles a enfrentarse a los tanques y las balas sin más armas que sus deseos de cambio. Los masacran, los torturan, encarcelan a sus familiares y, sin embargo… siguen las protestas. Aun en las ciudades asoladas por las atrocidades de los militares y las milicias civiles (las temidas shabia) y declaradas por el Gobierno “en calma” y “bajo control” la gente vuelve a las calles a protestar. Y los vuelven a masacrar. Mientras esto sucede, la reacción de Estados Unidos y Europa es, por decir lo menos, anémica. De nuevo: ¿por qué?

1. Porque Siria es militarmente más fuerte que Libia. Siria cuenta con una de las Fuerzas Armadas más numerosas, mejor equipadas y entrenadas de Oriente Próximo. También cuenta con armas químicas y biológicas y sus fuerzas paramilitares están entre las 13 más grandes del mundo. Este no era el caso de los militares libios, a quien Gadafi mantenía fragmentados y no muy bien equipados.

2. Fatiga. Libia agotó el poco apetito que quedaba en Estados Unidos para involucrarse en guerras que no fuesen motivadas por claras amenazas a sus intereses vitales. Los disidentes sirios pagan las consecuencias de las largas y costosas guerras de Estados Unidos en Afganistán e Irak y de la incursión en Libia. El apoyo militar de Washington a causas remotas será en adelante más limitado y selectivo. Y, en lo que a guerras se refiere, sin Washington Europa no existe. Esto deja muy solos a los heroicos disidentes sirios.

3. Los vecinos. Libia tiene de un lado a Egipto y del otro a Túnez, las joyas de la primavera árabe. Siria limita con Líbano, Israel, Irak, Jordania y Turquía. Está todo dicho.

4. Los aliados. Gadafi no tiene aliados y hasta sus propios hijos querían apartarle del poder. En una decisión sin precedentes, la Liga Árabe apoyó la intervención contra él. En cambio, Bachar el Asad tiene poderosos aliados dentro y fuera de la región, comenzando por Irán. Y, por tanto, Hezbolá y Hamás. Ni siquiera está claro que Benjamín Netanyahu y el Gobierno israelí prefieran una caótica transición en Siria o mantener a los Asad en el poder. Hasta la revista Vogue se sintió atraída por esta familia y le hizo un glorioso reportaje a Asma Asad: “La más fresca y magnética de las primeras damas… con sus ojos y cabellera castaños, largo cuello y gracia energizante”. Es difícil bombardear a alguien así.

5. No tenemos a quién apoyar y no sabemos quiénes son. Hace poco, dos altos funcionarios de la Casa Blanca declararon que la débil respuesta de su Gobierno a los acontecimientos en Siria se debe en parte a que no tienen interlocutores válidos en la oposición. No saben con quién hablar. Otro alto funcionario estadounidense -que exigió el anonimato- me insistió en que, de caer el régimen sirio, el caos y las matanzas serían mucho peores de lo que ha sido en otros países árabes donde se ha dado una transición.

Puede ser. Pero de esto no parecen haberse enterado los sirios. Ellos siguen saliendo a las calles a pedir libertad. A cualquier precio.

EL PAÍS