JOSÉ KAMINER TAUBER

Shavuot es la segunda de las tres fiestas de peregrinaje del Judaísmo en el tiempo que existía el templo de Jerusalén (Shalosh Regalim – שלוש רגלים).

El nombre de la festividad tiene su origen en este hecho (Shavuot – שבועות – plural de Shavua – שבוע, semana.) Shavuot es la Fiesta de las Semanas, da el sentido mismo del tiempo propio, es cuando toda imagen de libertad es una realidad. Shavuot quiere decir no sólo “semanas” (Shavuot) sino también “juramentos” (Shevuot)  que D-os e Israel intercambiaron el día de la entrega de la Torá, por parte de Dios a Moisés, en el Monte Sinaí de permanecer fieles el uno al otro, por siempre. Se celebra cincuenta días después de la ofrenda del Omer (49 días entre la Pesaj y Shavuot).

Es el cumpleaños y también el aniversario del fallecimiento del Rey David, en la sinagoga leemos Meguilat Ruth que narra la historia de sus antepasados.

Las festividades judías tienen muchos aspectos de significado que son paralelos entre sí. Históricamente, Pesaj celebra la formación del pueblo judío, Shavuot celebra la entrega de la Torá, y Sucot celebra el viaje del pueblo judío por el desierto en su camino hacia la Tierra de Israel.

En el momento de la entrega de la Torá. El mundo era el espejo de D-os, quien era el único Creador y Maestro. Sin embargo, una vez que fue entregada al pueblo judío, se le asignó una misión al hombre. Como él es responsable del mantenimiento de la Torá y de promulgar su código moral. Dependiendo de él construir o destruir el mundo.

El judaísmo exige de nosotros un sentimiento muy fuerte de responsabilidad personal, y al mismo tiempo, un reconocimiento de la totalidad de D-os.

Se nos impone que debemos hacer el bien como si todo dependiera de nosotros, mientras le rezamos a D-os con un sentimiento de máxima fragilidad humana. Debemos cumplir sus preceptos al máximo, sin perder nunca de vista la omnipotencia de D-os.

Si el hombre viviera solamente con un sentimiento de la omnipotencia de D-os, eludiría sus obligaciones, adoptando una actitud fatalista de “nada tiene sentido”, y no lograría nada. Por el otro lado, si solamente tuviera en cuenta las capacidades que le han concedido, sería arrogante y egoísta.

Lo que generalmente pasa es que terminamos inclinándonos emocionalmente hacia una perspectiva o la otra, dependiendo de las circunstancias particulares.

Esta paradoja es uno de los grandes temas teológicos, llamado el libre albedrío versus la omnisciencia Divina. Y más allá de cómo decidamos entender esto de manera intelectual, en la práctica, vivimos con ambos entendimientos como verdades, cada uno utilizado en su aplicación correcta.

Esta dualidad – de asumir el manto de la responsabilidad al mismo tiempo que creemos que todo viene de D-os – se expresa a sí misma más claramente que nunca durante el ciclo agrícola. Desde que la semilla es plantada hasta que el grano es cortado, solamente D-os está involucrado en su desarrollo. El acto de “cortar el grano” marca el rol del hombre para procesarlo: trillar, aventar, tamizar, moler, etc. A través de sus acciones el grano se convierte en alimento comestible.

En esa crítica intersección de poner la hoz (guadaña) en el tallo, el grano pasa del dominio de la providencia Divina al mundo de la responsabilidad y la capacidad humana.

Un puente similar entre dos dominios se expresa a sí mismo en el momento de la entrega de la Torá. Antes de que la Torá fuera entregada desde el cielo, el mundo era el espejo de D-os, quien era el único Creador y Maestro.

Ha sido señalado que el número de generaciones desde el comienzo del mundo hasta la entrega de la Torá es 26, que es el valor numérico del nombre inefable de D-os, connotando que todas esas generaciones vivieron solamente como una expresión de la benevolencia de D-os. Ellos no tenían una misión clara que los definía como merecedores de existencia por sí mismos.

Incluso en el relato de la Creación hay una pista del rol futuro del hombre. El sexto día de la creación está escrito de una manera que alude al sexto día del mes de siván, día en que sería entregada la Torá. Los rabinos nos enseñan que la creación del mundo por parte de D-os estuvo condicionada a la futura aceptación de la Torá por parte del hombre. Puede que todo haya sido obra de D-os, pero todo esto dependía del hombre en su ‘razón de ser’.

“Tenemos en una mano el tallo de la generosidad de Dios, y en la otra, la hoz (guadaña) del esfuerzo humano.”

Más aún, D-os nos ha dado la oportunidad de ser parte de su sabiduría, para que la misma idea le pertenezca tanto a D-os como al hombre, al mismo tiempo.

Cuán apropiado es que también sea la festividad de ofrendar los primeros frutos a D-os cuando teníamos el Templo Sagrado. Mientras el fruto todavía está creciendo, es obvio para todos que todo está en las manos de D-os. Si esperáramos hasta mucho después de la cosecha, posiblemente nos hubiésemos acostumbrado a la noción de que es “nuestro” y agradecerle a D-os sería tardío y superficial.

 

 

#Shavuot