LEÓN OPALÍN

En la presente era globalizada de las economías la competividad de los países es fundamental para que sus empresas puedan mantenerse y crecer en el ámbito de los mercados. Destaca que en la globalidad se ha acentuado la competencia en virtud de la apertura e integración de los procesos productivos y de comercialización, así como la de los sistemas financieros que operan como uno solo las 24 horas al día. La integración propicia que las unidades productivas desarrollen una combinación optima de factores para enfrentar con eficacia a sus rivales.

Otros factores que incrementan la competitividad se vinculan a la desregulación interna de las economías, a existencia de esquemas fiscales simplificados que incluyen estímulos al ahorro y la inversión, y, que el sector público propicie un clima favorable para el desarrollo de los negocios; en este sentido, es fundamental que garantice la existencia de un Estado de Derecho y la seguridad física de la ciudadanía. Asimismo, es básico que exista una buena infraestructura física, de logística y de tecnologías avanzadas que no sean onerosas. Paralelamente, es importante contar con mano de obra calificada y un elevado espíritu innovador del empresariado para correr los constantes riesgos inherentes al mundo de la globalización.

Así, es preciso concebir a la competitividad como un proceso continuo para mejorar los niveles de vida de la gente y evitar que en aras del eficientismo de corto plazo, se degrade el medio ambiente y sistemáticamente se desocupe a la fuerza laboral, y se provoque el desplazamiento territorial de grandes núcleos de la población. En la globalización resulta vital que las empresas a nivel nacional funcionen en congruencia con la actividad productiva del mundo, entre otras cosas, con esquemas laborales flexibles y marcos jurídicos modernos que no causen disfuncionalidad  de los mercados. Al respecto, la Organización Internacional del Trabajo considera que la inadecuada e insuficiente legislación laboral vigente en México, que no ha registrado modificaciones en más de cuatro décadas, es unas de las razones principales por la que no se ha observado mejoría en la competitividad de las unidades productivas y ha inhibido la creación de empleos.

Por otra parte, los acelerados cambio que impone la economía global en relación al uso de tecnologías, sobre todo las de la información y la comunicación, determinan nuevos enfoques en materia educativa para que la mano de obra, en diferentes niveles y especialidades, sea competitiva; de aquí, la conveniencia de armonizar los sistemas educativos con los informativos por medios interactivos “donde no solo se juega a la competitividad, sino también la identidad cultural, y, cada vez más, la participación ciudadana “.

Se necesitan enfoques educativos que sean compatibles con las nuevas formas de producir y trabajar. La educación constituye hoy día un eslabón para articular el avance productivo y para la integración cultural y la movilidad social. “Una sociedad con altos niveles de escolaridad tiende a ser más igualitaria en sus estructura e ingresos y a tener mayor cohesión cultural y a impulsar el desarrollo en virtud de los adelantos en la productividad“. Por lo demás, con la apertura de las economías se origina que estas dependan de manera ascendente de la incorporación de inteligencia y el conocimiento a los sistemas productivos y las destrezas para incorporarlas a las nuevas formas de trabajo.

Para elevar la competitividad de los países y asegurar adelantos efectivos en la integración de su fuerza de trabajo a la globalización, no solo se necesita más educación de esta última, también se requiere mayor calidad en la enseñanza. Igualmente, es importante tener presente que los gobiernos no tienen suficientes capacidades y recursos para educar y capacitar a los trabajadores, empleados y profesioncitas; en este sentido, el sector empresarial tiene que desempeñar un papel activo creando una infraestructura propia y/o canalizando recursos para financiar la educación en general, y la capacitación de la mano de obra, en particular.

La globalización ha creado un ambiente inmediato de innovación y competencia que ha conducido a que muchas veces las empresas no se preocupen suficientemente por la calidad de los bienes y servicios que elaboran; por ello, por ejemplo, millones de automóviles se han tenido que regresar a las fábricas de ensamble para corregir fallas, que a veces pueden ser mortales para los usuarios de los vehículos. Frente a el frenético apresuramiento de las empresas para obtener resultados se esta manifestando un fenómeno denominado “slowdown“(SD).

La filosofía básica de SD es que las compañías e individuos reduzcan la ansiedad por el apresuramiento para obtener resultados, no sólo en la actividad empresarial, sino en la vida cotidiana. La actitud sin prisas no significa “hacer menos, ni tener menor productividad, por el contrario, implica realizar cosas con más calidad y más productividad, con mayor perfección, atención a los detalles, y, a la vez, con menos estrés“.

El movimiento por SD esta cobrando fuerza en Europa y se ha fijado como meta retomar los valores esenciales del ser humano. SD busca crear un marco de trabajo “menos coercitivo, más alegre, más leve, y por lo tanto más productivo, donde la gente se realice“. SD favorece el incremento de la productividad y la calidad de las empresas a través del desarrollo de “programas de calidad sin prisa“;“ aquellos que están tan ansiosos de vivir el futuro, se olvidan de vivir el presente, que es el único tiempo que realmente existe“. La globalización es un proceso ineludible, solo queda hacerlo más humano, racional y distribuir equitativamente sus frutos.