MASHA GABRIEL/RE VISTA DE MEDIO ORIENTE

El País publica en su sección Tribuna (Opinión) un artículo del catedrático emérito en la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgetown, Norman Birnbaum, titulado: “Estados Unidos impotente ante Israel” (26 de Junio 2011).

En el artículo, Birnbaum asegura que para lograr la paz en Oriente Medio y para no aislarse del resto del mundo, Estados Unidos debe ejercer presión… sobre Israel.

Llama la atención que el análisis de Birnbaum se centre exclusivamente en conseguir que Israel haga o deje de hacer, y que no se mencione una sola vez la responsabilidad palestina en las relaciones entre ambos. No existen en este artículo las siglas ANP (Autoridad Nacional Palestina), no figuran los nombres de Hamás o Fatah (quienes al fin y al cabo gobiernan en Gaza y Cisjordania), ni tan siquiera asoma la palabra “terrorismo”.

Sin embargo sí está omnipresente el “lobby judío” al que Birnbaum acusa de manipular o comprar a oportunistas que apoyan a Israel, también se mencionan dobles lealtades de los judíos estadounidenses y se acusa a Israel del aislamiento de los Estados Unidos. De soslayo, además, se aporta a este menú más bien desequilibrado, la culpabilidad europea por el Holocausto.

Birnbaum escribe:

Ningún tópico ha calado más profundamente que el que dicta que solo Estados Unidos puede empujar a los israelíes hacia unas negociaciones serias.

Podríamos responder que ningún tópico ha calado más profundamente que el que dicta que la paz sólo depende de Israel. ¿Acaso los palestinos no tienen ninguna responsabilidad sobre lo que sucede? ¿Y sobre sí mismos? ¿Que uno de los gobernantes sea un grupo terrorista que abiertamente pide la destrucción de su vecino no tiene ninguna repercusión en las negociaciones? ¿No es relevante que el otro gobernante no quiera reconocer a Israel como un “Estado judío”, y poner fin así a la cuestión “filosófica” de fondo del conflicto?

Birnbaum escribe:

Las encuestas y gran parte de los demás datos disponibles apuntan a que muchos judíos de Estados Unidos, sobre todo de las generaciones más jóvenes, se identifican más con su país que con Israel. El resto forma parte de una minoría dentro de una minoría, que está bien organizada y se sabe hacer oír. Pero incluso esta se encuentra dividida en lo tocante a las políticas israelíes, como demuestra la aparición de J Street, un grupo muy crítico con el actual Gobierno israelí.

Birnbaum se equivoca, o no ha consultado algunos datos. Una reciente encuesta de la empresa Luntz y de la organización CAMERA confirmó un   fuerte apoyo de lacomunidad judía estadounidense a Israel.

La historia ha mostrado que los judíos pueden querer igual “a mámá que a papá”. Sobre todo en el caso de los judíos norteamericanos para los cuales “papá y mamá”, al fin y al cabo, representan los mismos valores.

Sin embargo, según la lectura de Birnbaum, serían “judíos buenos” aquellos que no ven en Israel una patria. Pero poner encima de la mesa la cuestión de las “dobles identidades” no parece digno de un hombre de su nivel, que sin duda sabe que “acusar a ciudadanos judíos de ser más leales a Israel, o a supuestas prioridades judías mundiales, que a los intereses de sus propios países.” está considerado como un mensaje antisemita por parte del Departamento de Estado de Estados Unidos, la European Union Agency for Fundamental Rights (FRA) y la Organization for Security and Co-operation in Europe (OSCE).

No faltan referencias en el artículo a la “primavera árabe”, que le sirve a Birnbaum para colocar en una misma balanza al “intransigente Israel” junto “a corruptas tiranías que van desde la marroquí a la saudí.” Es decir que para este profesor de sociología, una democracia (nº 23 en el ranking internacional) está al mismo nivel que unos regímenes represores, que amordazan la prensa, persiguen homosexuales,  discriminan mujeres y someten a su propio pueblo.

Birnbaum alerta de que quizá exista el riesgo de que al aumentar las presiones externas e internas todo el sistema político israelí se venga abajo, pero es inadmisible que Israel utilice esa posibilidad para hacer un chantaje político. Si se produjera un levantamiento palestino, los europeos podrían considerar el envío de fuerzas de paz a los territorios ocupados.

¿Es decir, que su receta para Medio Oriente consiste en hacer tambalear al país democrático, para después enviar tropas a controlar lo que pase en la zona?

Al impedir que Israel avance hacia una nueva y más terrible Masada, la actual generación europea podría saldar algunas de sus deudas heredadas con los descendientes de los judíos europeos.

Definitivamente no. La terrorífica experiencia vivida por los judíos en Europa, que culmina con el asesinato industrializado de seis millones de ellos, no tiene absolutamente nada que ver con el devenir de un Estado democrático que toma sus decisiones en función de su supervivencia. El empleo del fantasma del Holocausto, un hecho singular y específico, para usarlo contra Israel no es aceptable bajo ningún punto de vista.

Si Europa quiere comportarse como un “amigo”, tal y como reivindica Birnbaum, tal vez debería intentar analizar más en profundidad lo que en Medio Oriente sucede y dejar de juzgar con doble rasero y de cargar las responsabilidades en un sólo lado.

Sea como fuere, los europeos harían bien en aprovechar un momento en el que puede que no solo los árabes y los musulmanes, sino gran parte del resto del mundo, estén preparados para afrontar cambios antes inimaginables.

Ojalá Birnbaum, y tantos otros analistas como él, acierten al hablar con entusiasmo de esos “cambios inimaginables”, pero da la sensación de que al autor le interesa más aferrarse a su optimismo que indagar en la realidad. Por lo pronto, las encuestas posteriores a las revueltas no arrojan excesiva claridad acerca de hacia adonde se dirigen los países. En Egipto, por ejemplo, según el Pew Research, un 52% de la población quiere anular los acuerdos de paz con Israel.

Sin duda Birnbaum no pretende justificar pogromo alguno, pero sus argumentos de “dobles lealtades” y de “lobbys influyentes” tienen tremendas semejanzas con algunos de los falsos postulados de “ Los protocolos de los sabios de Sión”. Se le puede exigir a un profesor como Birnbaum más rigor a la hora de su análisis, ya que sin duda no desconoce que a menudo, la historia del pueblo judío se ha visto salpicada por este tipo de acusaciones que son origen de grandes crímenes e injusticias.