EL PAÍS

Pertenecen a una minoría étnica, católica en su gran mayoría, y dispersa socialmente, tras generaciones de represión institucional

“Somos judíos”. Así, escuetamente, algunos chuetas de Mallorca, ciudadanos descendientes de judíos conversos, perseguidos hace siglos por la Inquisición, comunican lo que constituye una novedad “histórica”. El gran rabino de la corte Nissim Karelitz, una autoridad ultraortodoxa de Israel, en apenas tres líneas les “reconoce”. Son, según Karelitz, judíos “auténticos” que no necesitan convertirse. “Somos hermanos de los judíos y por tanto judíos”, escribió a sus amigos un pintor mallorquín implicado.

La cuestión de los chuetas mallorquines y los siglos de antisemitismo institucional y social, la diáspora y cripto judaísmo, ocupan decenas de miles de páginas en más de 200 libros, ensayos monográficos y vastas polémicas antes espinosas. Es materia de best seller insular y de larga duración: desde el panfletario La fe triunfante del jesuita Francisco Garau, que justificó en 1691 los asesinatos inquisitoriales en Palma, hasta novelas de Carme Riera En el último azul (Dins el darrer Blau) de 1994 y otra escritura de la experiencia.

Los chuetas mallorquines (xuetes), pertenecen a una minoría étnica, católica en su gran mayoría, y dispersa socialmente tras generaciones de represión institucional y marginación popular. Hasta los años setenta fueron endogámicos, como respuesta a una estrategia solidaria y de identidad. Acostumbraban a casarse entre los miembros de los clanes y evitaban buscar pareja fuera de la comunidad.

Shavei Israel, una ONG internacional judía, ha alentado la operación retorno “a las raíces” y el reconocimiento rabínico, como hace con otras comunidades judías repartidas por el resto del planeta.

Profesionales y artistas de Mallorca, pertenecientes a este colectivo han emprendido una tarea de recuperación de su memoria familiar y colectiva, desde una perspectiva emotiva, histórica y cultural. Solo unos pocos se han aproximado hasta ahora sin embargo a la religión judía y acuden a la sinagoga de Palma. Los nuevos chuetas, orgullosos de su pertenencia a un grupo perseguido, indagan en los libros parroquiales y registros notariales para rehacer el árbol de sus familias a veces hasta el siglo XVI. Los que prefieren prescindir de la militancia religiosa impulsan debates culturales y aprenden hebreo. Tres de ellos, los artistas Jaume Pinya, Rafa Forteza y Ferran Aguiló, homenajearon a Maimónides, en los 800 años de su muerte. Aguiló reivindicó “la identidad de excluidos -por siglos- de la cruel sociedad mallorquina. No es el apellido que nos convierte en lo que somos sino precisamente esta exclusión”.

Apellidos chuetas y un origen común

Los rabinos que han avalado el microcosmos étnico judío insular sostienen que “no te puedes convertir en lo que ya eres”. Han analizado la gruesa bibliografía y vastas ramas familiares chuetas. El resultado de ese estudio es el certificado rabínico que ahora se hace público. Aguiló, Bonnín, Cortès, Forteza, Fuster, Martí, Miró, Picó, Piña, Pomar, Segura, Valls, Valentí, Valleriola y Tarongí son algunos de los apellidos de las familias perseguidas y señaladas por la Inquisición. Constituyen estas familias el núcleo duro, el tronco de los chuetas, los 15 linajes de las víctimas sacrificadas por la intolerancia de la fe y el poder. Esta singularidad contemporánea se identifica entre de 15.000 y 30.000 ciudadanos de los 800.000 mallorquines que son portadores de los 15 apellidos señalados.

“Los judíos extienden la mano a los chuetas de Mallorca, les decimos que son nuestros hermanos y les pedimos que vuelvan al pueblo de Israel”, han explicado en Palma las autoridades religiosas de Shavei, entidad que encabeza Michael Freund. Dos chuetas y personajes públicos de Mallorca, el cocinero Antoni Pinya y el cronista Miquel Segura se han sumado a su causa y participan en los actos de Shavei Israel.

La huella étnica de los chuetas se encuentra en “un bloque genéticamente homogéneo, después de siglos de segregación social”, según un estudio realizado por la científica Cori Ramón de la Universidad de las Islas Baleares (UIB). El estudio encuentra similitudes entre el ADN de los chuetas y poblaciones judías del norte de África y Oriente Medio. “Hay una gran similitud”, indica Ramón, “aunque no se pueda afirmar que compartan un origen común”.

En Mallorca, el doctor Juan Buades del Hospital Son Llàtzer documentó decenas de casos de la fiebre mediterránea familiar, una singular enfermedad hereditaria diagnosticada a personas originarias del litoral del Mediterráneo: sefarditas, armenios, turcos, norteafricanos y árabes. En el norte de Europa y en Estados Unidos aparece entre las comunidades de judíos asquenazíes.

Un exilio de 600 años

Durante los últimos tres meses, los rabinos de Shavei han estado varias veces en Palma de Mallorca, donde aún queda cierta memoria del Call (la calle) el barrio antiguo de plateros y comerciantes de la comunidad.

Otro rabino y chueta mallorquín, Nicolau Aguiló, que en los años setenta emigró a Israel y se convirtió en Nissan ben-Avraham, es un caso excepcional. Nissan viaja con frecuencia como enviado a España. Y cree que los chuetas han protagonizado un “largo exilio” de más de 600 años. Seis siglos tardó un rabino de Mallorca en explicar de nuevo la Torá judía en su isla tras la aniquilación medieval.

La ola de impacto internacional de los chuetas de Mallorca comenzó en mayo de 2011, cuando el anterior Gobierno de Baleares celebró el primer acto de disculpa oficial por la persecución histórica. El entonces presidente balear, el socialista Francesc Antich habló de “gravísima injusticia cometida”, contra “aquellos mallorquines que fueron acusados, perseguidos, encausados y condenados a causa de su fe y sus creencias”. Hay ya un memorial diseñado, pendiente todavía de levantar.

ENLACE JUDÍO PUBLICARÁ VARIOS ARTÍCULOS ACERCA DE LOS CHUETAS DE MALLORCA.