PETER KATZ

Es sorprendente ver cómo ha aumentado el interés de públicos no judíos en todo el mundo, por conocer más sobre los acontecimientos relacionados con la Shoá. Tal vez la razón sea la aparición de nuevos museos que muestran al público una infinidad de información gráfica sobre este periodo negro.

La mayoría de estos lugares exhiben, con un realismo histórico, lo que sucedió con los judíos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, cuentan con el servicio de guías bien preparadas, para que el visitante pueda al menos tratar de comprender la vida y la muerte de las víctimas de este infierno.

Para la mayoría es un capítulo de la historia que no conocían.

No estoy enterado del número exacto de estos museos que actualmente existen en el mundo. Muchos de ellos con ampliaciones fotográficas bien realizadas, algunas de un realismo hiriente. La gente se detiene, las observa con incredulidad. En algunos visitantes se ve una reacción dolorosa. A veces surgen lágrimas. En casi todas estas exhibiciones, el espectador tarda una hora, mínimo, para verlas con detenimiento

Estos lugares, que muestran el horror de los Campos de Concentración y los de Exterminio, los procedimientos industriales empleados para asesinar a los reos como si no fueran humanos. Estos acontecimientos, vistos en forma de un realismo que únicamente pudo ser captado por una cámara fotográfica. Estos son los recintos y la información gráfica que quedó de este periodo de la historia, visitado por un público heterogéneo que buscan convencerse de que realmente tuvo lugar esta tragedia humana.

También muestran, en el caso del Museo de Memoria y Tolerancia en la capital mexicana, los rostros de algunos de los perpetradores. Humanos sin expresión y no diferentes de otros habitantes del planeta. Gentes comunes y corrientes, que hacían su trabajo como burócratas.

En igual forma, después de tantos años de haber sucedido, nos piden a los sobrevivientes, testimonios y pláticas para escuelas secundarias y preparatorias del sistema educativo mexicano. Es decir, no para estudiantes judíos, sino para estudiantes de colegios laicos, y también algunos católicos del sistema educativo privado de este país, que quieren oír una versión de la historia, contada por alguien que la vivió.

Para marcar el “Día Internacional para conmemorar a las víctimas del Holocausto”, proclamado por las Naciones Unidas, el 27 de enero de cada año, el público no judío que acude a estos actos es numeroso.

En todos los países, las Comisiones de los Derechos Humanos, participan en este evento. Este día se ha convertido en una fecha del calendario civil.

Para nosotros es reconfortante ver este renovado e incrementado interés del público. Mientras estemos, participaremos en todos estos eventos.