ETHEL BARYLKA/MUJER Y JUDAÍSMO

Parashat Masei

De los treinta y siete versículos dedicados al vagabundeo del pueblo de Israel por el desierto (Números 33:1-37), treinta y uno inician con el verbo vaisú, -y se movieron, y se desplazaron. ¿Qué importancia tiene este verbo? ¿Qué nos significa? ¿Acaso el texto es únicamente un documento histórico? Si lo fuere, es bastante incompleto ya que además de los nombres geográficos no hay constancia de nada importante que hubiera podido suceder allí, excepto las marchas y las contramarchas. También es más que claro que la travesía entre Egipto e Israel pudo haberse realizado por sendas muchísimo más breves. Si partimos del pensamiento de Maimónides en su Guía de los Descarriados (3:50) “sabe, que todo relato que encuentres en la Torá, tiene utilidad fundamental, y por ello, cuando veas narraciones aparte de los mandamientos y creas que no había necesidad de recordar el relato, o que es muy extenso, no es sino para que tú no ves los detalles que llevan a recordar lo recordado”.

De allí aprendemos que es probable que tantos pormenores sugieran que no sólo debemos prestar atención al objetivo sino también a la senda. La dilación y el detenimiento en los fragmentos del camino nos enseñan hasta donde es importante. Hay quienes piensan que sólo el objetivo es significativo por lo que todos los caminos son legítimos siguiendo la frase que “los medios justifican los fines”.

Otros entienden que no todas las vías son justas, pero igualmente no se pueden detener y gozar del andar y comprender el significado y la trascendencia de cada paso, porque todo su esfuerzo está dedicado a lograr el objetivo de la fantasía que cuando llegue allí, todo se solucionará mágicamente. Que cuando llegue a la Tierra prometida todo funcionará correctamente.
Los cuarenta años del desierto no fueron sólo un castigo sino una lección indicadora. El pueblo debía comprender la trascendencia del camino. La persona debe entender que lo importante no sólo es llegar al fin, sino también el transitar hacia él.

La senda es parte de la meta.

Ello se ve más claramente si recordamos que la mayoría de los que salieron de Egipto no llegaron a Israel. Ellos tuvieron que encontrar un significado especial a su permanencia en el desierto, también cuando eran conscientes que no ingresarían a Israel.
En el momento de salir al camino correcto para obtener el objetivo  adecuado, la senda se ve distinta.

El rabino Abraham Itzjak Kuk, en su comentario a Berajot 59 enseñó: “Ciertamente, quien sostiene que cuando arribe al fin expectable para él, alcanzará la placidez, se equivoca  en el significado de su objetivo, dado que piensa en lo que ha descrito en su imaginación cuando estaba lejos de su alcance, y no comprenderá que cuando llegue a él, le esperará otra esfera mayor de un objetivo más sublime”.

Un movimiento perpetuo hacia lo más noble, eminente y elevado, hacia lo más auténtico. En esa búsqueda vital, toda llegada es sólo un inicio. Todo logro es un hito en el camino para la continuidad. El arribo a la Tierra de Promisión, no es suficiente por si mismo, la pregunta de cómo se llega no es menos relevante ni valiosa.