RABINO MARCELO RITTNER

El pueblo de Israel había llegado a su destino y solo faltaba cruzar el Jordán. De alguna forma, llegaban al final de su viaje. Y tal como lo hacemos nosotros al llegar a casa después de un viaje, recordando y contando a otros nuestras vivencias, así la Torá nos cuenta en detalle los lugares que visitó el pueblo de Israel en el desierto.

Cuarenta y dos paradas, cuarenta y dos veces  tuvieron que acampar y levantar campamento para seguir la marcha hacia el destino fijado.

Para nosotros, que somos especialistas en vivir a máxima velocidad, la lectura puede llegar a parecernos innecesaria, una lista aburrida de lugares, porque al final del viaje, ¿qué recordarán los Benei Israel? La salida y la llegada. Sin embargo, quiero decirles que este recuento que hace Moshé trae varias enseñanzas relevantes, que quiero compartir.

“Éstas son las travesías de los Benei Israel, que salieron de la tierra de Egipto por sus huestes, bajo la mano de Moisés y Aarón”.¿Por qué, para qué, registrar todos estos lugares?

Busco unas fotos que mi nieto me pidió para la escuela, para una tarea sobre raíces familiares. Me siento en la sala con una caja que no recordaba fuera tan grande. Y a medida que tomo esas fotografías en mi mano, comienzo a evocar lugares, momentos, reconozco rostros y me emociono muchísimo. Hasta que una voz me distrae: “¡Mira abuelo, en esta foto te pareces muchísimo a mí! ¿Y éstos eran tus papás? ¡Que chistoso cómo se vestían! ¿Ésta era tu casa cuando eras chico? ¿A poco ésta es de tu Bar Mitzvá? ¿Y ésta es cuando te casaste con la abue? Abu, mira ¡hasta tenías pelo! ¿Y ésta es de mi hermana?”.

“No, esa foto es de tu mamá cuando era bebé en Buenos Aires, y esta de tu tía cuando nació en Israel, y esta es del tío en Brasil…”.“Éstas son las travesías de los Benei Israel”… Ahora la lectura de la Torá tiene más sentido. Los años han pasado como inevitablemente deben pasar. Nuestros niños son adultos con ramas y frutos propios. Y algunos seres queridos ya no aparecen en las nuevas fotos. Y a pesar que me gusta pensar que sigo siendo joven, nunca falta quien te llama a la realidad, como la cajera de la farmacia que me pidió mi credencial de la tercera edad.

Como cantaba la admirada Mercedes Sosa: “Los años pasan, nos vamos volviendo viejos, cada cosa es un recuerdo que nos vuelve a la memoria”.  La Parashá es un recordatorio de la potencialidad que el viaje de la vida que realizamos pueda ser algo maravilloso.

Porque a lo largo del viaje registramos a personas queridas, momentos y lugares especiales que al recordarlos dan sentido a nuestra historia personal. Viajamos juntos hasta que en algún momento y en algún lugar, ya no están en las fotografías.¿Saben algo? A medida que seguimos el viaje, aparecen nuevos rostros, que curiosamente, que por sus rasgos, por sus gestos, por su sonrisa, nos hacen evocar a quienes perdimos a lo largo del camino. Junto a fotos blanco y negro que me recuerdan lo maravilloso de mi infancia junto a mis padres encontré fotos a colores con niños que algún día con la ayuda de Dios seguirán el viaje después de nosotros.

“Éstas son las travesías de los Benei Israel”. La Torá enseña que cada momento, cada parada son valiosos y enseña que el destino no es tan importante como saber disfrutar el viaje. Nosotros, quienes estamos agitados y permanentemente corremos para llegar tarde, debemos aprender a darnos el tiempo para vivir el momento. Debemos crear eslabones de una cadena de memorias y recuerdos con la gente que salió en “las fotos” de los lugares de nuestra travesía. El Midrash refuerza esta idea cuando nos enseña que la fe y la confianza se construyen de recuerdos y experiencias compartidas.Creo que hay una segunda enseñanza. La razón de mencionar la larga lista de nombres y lugares es para destacar que en la vida los atajos no sirven.

Moisés enseñó al pueblo de Israel que cada paso y cada etapa del camino fueron necesarias. A pesar de los momentos de alegría y sonrisas o de tristezas y lágrimas, cada parada fue una etapa necesaria para dar forma a la identidad y carácter del pueblo.

Sabemos que no deberían haber tardado más de once días en cruzar el desierto. Pero había una tarea más importante que llegar rápido a la Tierra Prometida. Nosotros constantemente buscamos atajos que nos aseguren llegar más rápido, ser los primeros. Cuando somos niños, no podemos esperar para el próximo cumpleaños. Cuando somos adolescentes, no podemos esperar tener la edad suficiente para conducir. En la universidad queremos graduarnos pronto para conquistar el mundo. Cada momento es una anticipación de otro, hasta que llegamos a un punto del camino donde comenzamos a mirar hacia atrás. Entonces deseamos tener quince o veinticinco o treinta años otra vez.

Lo triste es que siempre queremos estar en un lugar distinto al que estamos. Y la Torá nos resalta que la vida es un viaje, que a lo largo del camino hay paradas, y que cada una tiene su razón y significado. Recordar las etapas no es acerca de la nostalgia, es para entender cómo los viajes físicos y espirituales son importantes para nuestro crecimiento, nuestra inspiración, nuestra fe.

Recordar es reconocer a quienes en cada parada, en cada foto, a lo largo del camino nos dieron un destino hacia el cual dirigir nuestra vida.
 “Ele Masei benei Israel. Éstas son las travesías del Pueblo de Israel”.  ¿No sería una buena oportunidad que en este Shabat nos demos el tiempo para recorrer con la memoria nuestro viaje personal?

Shabat Shalom.