JUAN MANUEL MENES LLAGUNO/SOL DE HIDALGO

Venta Prieta es una comunidad de Pachuca, hoy simbolizada por ser el lugar de ubicación de la Victoria del Viento, monumento erigido en 2010 para conmemorar el Bicentenario del inicio de Independencia Nacional, sin embargo, el sitio es también significativo en la historia regional por haber sido habitado por uno de los primeros grupos de judíos a finales del siglo 16.

Dábase el nombre de “Ventas”, a los sitios construidos a la vera de los caminos, que con mayor categoría que los mesones, brindaban servicios de alojamiento y comida a los caminantes, así como macheros y bastimentos para las recuas que conducían. Uno de estos lugares fue precisamente el ubicado en el cruce de los caminos que conducían de Pachuca a México y Actopan, que con el nombre de “Venta Prieta”; debió fundarse durante las últimas décadas del siglo 16 por la familia de portugueses integrada por Manuel de Lucena y Beatriz Enríquez.

El historiador Luis Rublúo, señala la gran importancia del negocio de Lucena y lo describe de manera amplia: “a la casa del Mercader don Manuel de Lucena se entraba por un tendejón, en el cual la costumbre era el acomodamiento de las barricas de vino, y la guarda de telas, así como de diversos objetos de su comercio, Ahí, trataba sus convenios con la excelente clientela, integrada entre viajeros que iban a la Provincia de Pánuco, a los minerales de la propia Pachuca y Real del Monte o a la Villa de Actopan. Pero en la propia casa existía una estancia particularmente importante, asiento de los recuerdos sagrados y tradicionales para toda una comunidad: fue el sitio reservado para la celebración del sábado, costumbre secreta de una docena de familias portuguesas y españolas, de confesión cristiana, pero en realidad de convicción judía; fieles en su misteriosa “cripta” de la por entonces llamada “Ley de Moysén”.

En efecto, Manuel de Lucena, su esposa y su suegra, practicaban en aquel ritual de la religión judía, entonces proscrita y perseguida por la Corona Española, en todos los ámbitos de sus dominios, tanto en Europa como en América. Por otro lado en la venta recibían apoyo y protección todos los judíos condenados al uso del San Benito, especie de hábito blanco que debía utilizar públicamente el condenado por practicar una religión diferente a la católica, a quien debía segregársele de la sociedad, ignorándolo o tratándolo como apestado de lepra.

Muchos fueron los condenados a uso obligado del San Benito, que aprovechando la lejanía de la Venta Prieta de los Lucena, se despojaban aquí del enorme saco blanco de San Benito, para continuar sus labores normales tanto religiosas como económicas.

Fue en el transcurso de 1596, cuando uno de los vecinos de la Venta de los Lucena, después de percatarse del auxilio que se prestaba ahí, a un condenado al uso de San Benito, decidió denunciarlos ante el Santo Oficio, tribunal que pronto instituyó el procedimiento inquisitorial y meses más tarde Lucena sería condenado a morir a garrote y después ser quemado su cuerpo, en tanto que el otro ajusticiado, Luis de Carvajal, fue sentenciado a morir quemado por no haber abjurado de sus creencias, las sentencias se ejecutaron el 8 de diciembre de 1596, en la Plaza Mayor de la ciudad de México.

Por otra parte, fueron incautados todos los bienes de los condenados, incluyendo la “Venta Prieta”, a fin de ser rematados en pública subasta. No obstante lo buena y acreditada que estaba la Venta de los Lucena, su compraventa fue postergada por varios años, ya que el expediente formado al respecto que obra en el Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado, contiene las diversas citaciones de remate sin que el bien cambiara de manos.

La Venta de los Lucena recibió el nombre de “prieta” como calificativo de la tierra negruzca de las hortalizas, que en este sitio producían las legumbres necesarias para el consumo de los habitantes de los Reales cercanos, el negocio prosperó de tal manera que a su alrededor se edificaron casas y jacales con disposición de pueblo o comunidad, la que recibió el nombre de “Venta Prieta”, porción que hoy forma ya parte de la mancha urbana de la capital del Estado y se constituye como la más privilegiada área de crecimiento de la ciudad, donde, por cierto, subsiste una pequeña sinagoga.

 

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