MANUEL N. GONZÁLEZ DÍAZ/CRÓNICASDELANZAROTE.COM

Después de pasar tres semanas en Wroclaw, Silesia, Polonia, la antigua Breslau alemana, la tierra de Rabi Nachman, tengo derecho a decir un par de cosas. Vaya por delante que muchos amigos míos,y mi maestro, Shlomo Avayou, de Ga’ash, nunca pisaron Polonia y no tuvieron ni ganas ni la mínima intención de hacerlo, y que en muchos casos, ante la sugerencia, me disuadían. Asociamos Polonia a un gran cementerio judío, es así y así fue la historia. Luego de muchos años, y por razones “familiares”, una profunda relación con la familia Wolkowitz, y toda la historia, que uno tiende a desafiarla: me decidí a cruzar la frontera y entrar.

Tratando el asunto del antisemitismo en este país, vía facebook, con un amigo, me preguntaba que en qué lo notaba… bueno, no sólo te miran raro después de verte en la calle Wolkowitza, donde la Sinagoga de la Cigüeña Blanca, hoy convertida en un teatro, un centro “cultural” donde dan jazz en Shabbat, comiendo en Sarah, uno de los dos restaurantes “judíos” de la ciudad, junto al Centro de Información Judío, restaurante que sólo tiene comida judía polaca, que no kosher/caser, sino porque marcan distancia no más informas del interés en tu visita.

Aquí, en el patio frontero a la Sinagoga, los nazis concentraron, entre 1942 y 1944, a los 20.000 hebreos del lugar, y los mandaron a Auschwitz y similares, pocos sobrevivieron a ésto. El camino de hierro está todavía en la calle, lo encuentras al cruzar el túnel del patio del edificio. Algunos israelís acuden al lugar, el resto, consumidores de éste y otro restaurante que le sigue, son polacos de clase alta… es de buen tono tomar cerveza, leer la prensa o charlar en la terraza del patio donde concentraban a los judíos. Se llega a allí desde Rynek, la antigua plaza del Ayuntamiento,la segunda más grande del país, despues de la de Cracovia, la ciudad del Papa polaco…

En Rynek, centro neurálgico de la City, un enorme centro comercial, no se sorprendan al ver a los vendedores de arte ofertando lienzos pintados con acrílicos, de pésima factura, no ya mediocre, cuadros donde aparece un judío “tradicional”,de barba y peot, con sombrero o kippá, según, con levita o kaftán, según, y en las manos, portando en las manos,entre orgulloso y pícaro, por su rostro sonriente, un zloti, o una bolsa, supuestamnte llena de oro, con otra moneda en la mano derecha,de amarillo reluciente, después de todo zloti es “oro”. Sorprende, y asombra, lo anacrónico del esterotipo,y más sorprende cuando aquí ya no viven judíos -apenas veinte familias que dan para dos minianim-,ya que los liquidaron, no sólo los nazis, sino que no hubo ni protesta ni protección polaca, y no tratemos la cuestión de los más de 5.000 “justos” nacionales (hablamos de un país de millones de sujetos) antes y ahora.

Lo de lo justos… eso se lo cuentan a Spielberg.

Los lienzos, multicopiados en Xerox, se encuentran también en las paredes del comercio del trapero de los suburbios, imagino que creerán que da suerte tener la imagen del judío usurero. Sigo en Rynek. El artesano, escultor que talla madera, ofrece esculturas, que vende como “souvenir”, las más vendidas, las cruces de colgado, pero junto al “universal” aparece de nuevo el infame judío..el tipo talla imágenes del religioso con barba y sombrero ya dicho, atavido de negro escondiendo la bolsa de oro, mostrando el zloti de turno, que encaja en la madera una pieza original, y lo compran los turistas, mayormente polacos…le pregunté al artesano, que qué figura era aquella, entre cristos y osos y más cristos de madera polaca, y me dijo que un “yidoski” (Zydowski), un judío,y lo dijo sonriente, y siguó a lo suyo. El souvenir de la plaza central, municipal, de la ciudad que aspira a ser “capital de la cultura europea” en 2016 es la típica imagen del judío que los nazis divulgaran…porque el antisemitismo no estaba en Alemania, donde la cuestión fue siempre marginal, cuando entonces, apenas una comundad de 300.000 personas en todo el país, estaba en Austria, donde sí vivieron millones, y en Polonia, más millones, y sigue aquí, tan artísticamente arraigado,y sigue en la calle y en sus consciencias de esta manera tan pornográficamente evidente, obvia y,encima, mercantil. Son siglos durante los cuales la Iglesia Católica, dominicalmente, con frases o paráfrasis, con sermones, trata con la feligresía, abundantísima, el deicidio,y cuela. Vaya si cuela, y le ríen la gracia al artesano.

No voy a visitar Auschwitz. Me niego. Auschwitz, y Polonia entera, es un centro turístico antisemita. El “Campo” es un centro desde donde los polacos obtienen rédito económico, una atracción turística,ya sea por el transporte, la estadía o las comidas…el genocidio, 70 años después, es un negocio, y sólo un negocio.

Es una reventa del cepillo de la pasión del cristo, y su semana santa se ha amplido por toda la estación de estío, que el resto del año el stio es difícilmente practicable. No me arrepieto de haber venido aquí, por una vez, y sólo una vez, mi Maestro no tenía razón. He venido y ahora puedo denunciar. ¿Cuanto tardarán en convertir el sitio en Yedwabne, donde quemaron vivos a 1.600 judíos los mismos polacos en 1939 ante el deleite contemplativo de los soldados de la Wehrmach, en otro centro turístico? ¿dónde el parroco local cuando entonces? Es mejor que urbanicen Auschwitz, que lo conviertan en un centro de música “discopolo” para los vecinos del lugar…¿Y qué fue de la matanza de judíos supervivintes de la Shoah, no más acabar ésta, en Kielce? ¿Lo harán otro reclamo turístico? ¿Para cuando un escultura del edificio ardiendo en llamas con una manita de una niña judía tratando de salir por la ventana?

El primer ministro Netanyahu ha suspendido esta semana su gira a Polonia por el conflicto por la carestía de los alquileres en Israel…cuando venga epero que modifique un tanto la agenda, que trate este asunto, o si no, que se de un salto a Rynek y adquiera una de las esculturas ya referidas y la done a Yad Vashem.

Europa se moderniza, se actualiza y se reinventa desde sus raíces…rizando el rizo.

Manuel N. González Díaz es sociólogo, ex voluntario -Hashomer Jatzair- en Kibbutz Ga’ash.