JUAN TAIFELD

Los israelíes conocen bien la broma que dice que la sociedad israelí está dividida en tres partes: aquellos que van al ejército, otra parte que trabaja y otra parte que es la que paga impuestos. El problema, es que ¡¡siempre es la misma tercer parte la que carga con todo!!

Hace unas semanas explotó la bomba social de este sector, que trasciende a diferencias políticas, religiosas, étnicas o de género. Gracias a las redes sociales, la posibilidad de hacer escuchar las demandas de la sociedad, especialmente la de los jóvenes, se ha hecho más accesible y más popular.

Así que a raíz de una iniciativa de una joven israelí que decidió montar una tienda de campaña en la Avenida Rotschild en Tel Aviv como protesta a los altos costos de la vivienda en Israel, se le sumaron decenas de miles de personas que sufren mes a mes el degaste social que ha sufrido especialmente la clase media del país. Una clase media trabajadora, en su mayoría con licenciaturas y maestrías, padres jóvenes que no pueden seguir afrontando gastos de alquiler o hipotecas al alza, aunados a los altos gastos de educación para sus hijos de entre 0 y 4 años, y con elevado nivel en el precio de los alimentos (no olvidemos la lucha por bajar el precio del queso cotage como preludio a la presente lucha social), aumento en el precio de la gasolina, etc.

Esta disminución en el poder adquisitivo de la clase media que es la que lleva al frente al país, llegó a un punto de ebullición social, donde este sector que generalmente es una voz silenciosa, ha dicho !!basta!!

Aún es difícil predecir hacia donde girará esta ola social que exige una redistribución de la riqueza del país, que en un principio parecía carecer de una dirigencia clara, pero con el tiempo se están consolidando y esclareciendo las demandas, para generar un cambio en el carácter que debe tener un Israel moderno, que ha visto la crudeza que la política de privatizaciones que comenzó a mediados de la década de los 90´s ha llevado a este país, siendo conscientes de la necesidad de llevar adelante una economía de mercado, pero con una sensibilidad social que sea más justa con sus ciudadanos.

Este sistema de bienestar social, es lo que en los años 20´s llamó Roosevelt ¨Big Bussiness, Big Government¨. Un sistema en el cual el gobierno no deje abandonado a sus ciudadanos en manos de empresarios cuyo objetivo principal es el de generar ganancias a cualquier costa, sino un gobierno y una política que regule y que vele por los intereses de las clases medias y bajas.

Parte de la rabia que tiene este grupo es que durante meses los datos macroeconómicos de Israel arrojaron cifras fabulosas, con una tasa de desempleo menor al 7% y con un crecimiento constante del PIB, pero se han errado y confundido los conceptos básicos en lo que a términos económicos se refiere: la economía es una herramienta que debe estar al servicio de la sociedad, no es la sociedad la que debe servir al sector económico empresarial.

Y con el estallido de esta clase social, comienzan a escucharse las demandas sectoriales que son parte de esta olla a presión. Los primeros fueron los médicos que ya desde antes que comenzara la revuelta de Rotschild ya habían comenzado una huelga, realizando demandas en lo que se refiere al sector de salud pública que en un momento era parte del orgullo nacional, pero que se ha deteriorado en la última década, congelando las condiciones salariales de los médicos y enfermeras, aumentando además la carga laboral de los mismos para una sociedad con una tasa de natalidad de más del 4% anual.

El mensaje fue claro para las nuevas generaciones de estudiantes de medicina: por más amor que se tenga a una de las labores más loables que existen como es la medicina, la posibilidad de mantener una vida respetable como médico, no es real. No es casual entonces la carencia de anestesiólogos, ginecólogos y neurólogos (solo por nombrar los de mayor demanda) existente en todos los hospitales públicos de Israel.

Más adelante llegaron sectores como el lechero, los taxistas, los discapacitados que no reciben una pensión acorde a los aumentos de precio del país, ancianos que viven debajo de la línea de la pobreza, y la lista seguirá extendiéndose conforme más sectores sientan que son también ellos parte del problema nacional de personas que no logran vivir de forma honorable y honesta. Y también están otros sectores que se sienten solidarios y que han decidido demostrarse a favor de la causa. Es este el caso de los diversos movimientos juveniles israelíes que pasan días y noches junto a las decenas de puntos de protesta que de forma improvisada se han creado en varias ciudades del país.

Así que no se trata de una protesta de jóvenes “yapis” de una Tel Aviv cosmopolita, se trata de una protesta nacional que incluye también a la población árabe israelí y a los colonos de Cisjordania.

Si bien como mencioné antes, es difícil predecir el efecto de esta nueva protesta, que ha roto también los esquemas de derecha e izquierda, halcones y palomas, lo que es claro es que la atención pública se ha desviado a las necesidades candentes que vive la sociedad, y que no pueden seguir esperando a que se resuelvan los conflictos políticos con los palestinos. Si bien, las revueltas sociales comenzaron con la llamada primavera árabe, ahora estamos viviendo en pleno el verano israelí, caluroso climáticamente pero por sobretodo socialmente.

Esperemos que el sistema político en general y el gobierno actual en particular, sean lo suficientemente perceptivos para comenzar a generar un cambio de raíz en la distribución de la riqueza y en el orden de prioridades que este país, y su clase media, se merece.

Personalmente dudo que el gobierno de Netaniahu lo logre, ya que él ha sido partidario de un Israel neoliberal, privatizado y capitalista a morir. Pero también es político pragmático, y entiende que sin un cambio sustancial en su presunta concepción económica, en las próximas elecciones no contará con el apoyo de este sector.