DES-ATADA

Despertó cuando la inspiración divina ya había hilado grandes madejas de palabras en su mente. En el momento en que cobró conciencia, lo entendió: era un extraordinario himno al Creador, de una hermosura aún no alcanzada, una sinfonía de letras sin par, que el Todopoderoso le dictaba desde las alturas .

El esplendor de los vocablos lo deslumbró, llenándolo de vigor. Ésa era la obra cumbre de su vida, por la cual sería reconocido y alabado. Inspiraría a hombres y mujeres para que reconocieran la grandeza del Eterno.

Extendió el brazo para tomar el cuaderno que siempre yacía allí, listo para estos eventos nocturnos, pero sólo encontró la superficie lisa del buró. Se incorporó un poco para encender la lamparita junto a la cama, pero su brazo se paralizó de pronto: ¡ no podía hacerlo! ¡Por eso mismo no estaba el cuaderno! Él mismo lo había guardado diligentemente en un cajón la víspera del día sagrado, el día que todo judío digno de este nombre espera durante la semana como un enamorado añora a su prometida: Shabat.

Las palabras seguían agolpándose dentro de su cerebro. Nacían con una velocidad inaudita, encajando en perfecto orden. Ni siquiera habrá que hacerle correcciones. Volteó de nuevo hacia el cajón. Nunca he desacrado el Shabat, mi D-os, lo sabes bien. He acatado Tu mandamiento siempre: Recuerda el día de Shabat para santificarlo.

Seis días trabajarás y harás todo tu trabajo.

Y el séptimo día será un descanso ante D-os, tu D-os. No hagas ningún trabajo….

Señor, esta oda es tuya. Te traerá gloria y la compartiré contigo. Tú mismo me la estás enviando. Ten piedad de Tus criaturas y de tus creaciones. No las dejes desaparecer en el limbo.

Presas de un imparable frenesí, las palabras seguían multiplicándose, llenando todos los recovecos de su alma. Nunca se ha concebido algo así. Es poesía pura y etérea, es esencia divina hecha letra. No. Es una prueba que D-s te envía :¿ Qué tanto tu orgullo de escritor resistirá la tentación de transcribir el texto? En el momento en que tus dedos sostengan la pluma, las letras se evaporarán. Y habrás pecado.

En su vientre, una amarga sensación que identificó como miedo se empezó a esparcir. Se perderá, se perderá por siempre ¡ no lo permitas, D-s! Tú me lo has transmitido, es tanto obra Tuya como mía. A la vez, la fuerza de la creación seguía obrando y frases cada vez más bellas se añadían a las anteriores. Las pronunciaba con fervor, envuelto en sudores. Su cuerpo entero, apoyado sobre los codos, temblaba frenéticamente.

Decidió entonces aprenderse el himno de memoria. Repitió una y otra vez las hileras de palabras. Mejor duérmete, ya no hay nada qué hacer, no transgredirás. No. Parecía que todo había sido dicho del Creador, pero he encontrado otra manera de dirigirme a Él. Me recordarán por los siglos de los siglos, generaciones conocerán mi nombre. Permite conservar, D-s de mis padres, esta oda a Tu magnificencia. Déjame completarla, déjame difundirla. Déjame adorarte con mis palabras. Tus palabras.

La noche fue interminable. A grandes zancadas recorrió su cuarto, repitiendo enloquecido vocablos que acababan por entremezclarse. Cien veces se detuvo delante del cajón maldito, retirándose aterrorizado por lo que estaba a punto de cometer. Se asustó a sí mismo cuando se vio en un ventanal, alumbrado por la luz de la luna, un hombre acabado y medio enloquecido , que gritaba al vacío: ¡Ayúdame, D-s mío, no me dejes pecar!

Cuando la luz del sol alumbró su habitación, al escritor le quedaban sólo hebras, sólo fragmentos. Se quedó postrado como un padre que sostiene a su hijo moribundo.

Alabada sea Tu Voluntad en los cielos como sobre la tierra, Amén.