MARIO NUDELSTEJER

Con la inminencia de presentarse en la Organización de Naciones Unidas (ONU) la moción para “reconocer” y aceptar como miembro un nuevo Estado árabe, de los más de diez existentes, el Palestino, surgen dudas respecto a la seriedad con que los cancilleres y jefes de gobierno de estos países pretenden elevar esa petición ante la Asamblea General (A. G.), el presente mes de septiembre.

La promoción mediática, que se ha convertido en guerra propagandística promovida por la Autoridad Nacional Palestina (A. N. P., o para simplificar, solo A. P.), al parecer cuenta con la venia y respaldo de infinidad de naciones del orbe, que así lo han anunciado.

El procedimiento que rige al máximo foro internacional mundial para aceptar un nuevo Estado miembro, pasa por aprobar primeramente la propuesta en su Consejo de Seguridad, en el que existe la posibilidad de veto de alguna de las potencias del orbe que forman parte de su poder ejecutivo (miembros permanentes). Y respecto al protocolo que rige a ese procedimiento, cabe recordar algunas de las acciones que en el pasado han servido de precedente, para llegar a plantear en la A. G. un voto que se defina por mayoría como el que tanto inquieta ahora.

Hoy Israel es nuevamente el foco de los ataques mediáticos, como lo ha sido en el pasado, en un concierto –el de las naciones-, donde el porcentaje de críticas es el de mayor incidencia si observamos la historia. Tómese en cuenta que Israel se manifestó como Estado en 1948 con la aprobación de su ingreso a la ONU como nación independiente, tras la Partición de Palestina el 29 de noviembre de 1947.

Y entre los precedentes podríamos señalar que a partir de la Guerra de los Seis Días (junio de 1967), conflicto instigado y generado por la Liga Árabe encabezada en aquel entonces por Abdel Gamal Nasser, Presidente de Egipto, cinco países árabes se lanzaron a destruir al Estado Judío en una desproporcionada (favorable a los musulmanes) agresión sin previa declaración de guerra. Pero Israel se defendió y ganó terreno yendo más allá de las líneas de armisticio (que no fronteras, por la falta de reconocimiento de sus enemigos), por lo cual ocupó de Siria las alturas de la Meseta del Golán, de Egipto el desierto del Sinaí y la Franja de Gaza, y de Jordania la Margen Occidental del Jordán conocida como Judea y Samaria.

La administración de esos territorios ha costado al Estado de Israel una fortuna no solo económica sino en vidas y en conflictos constantes, y todavía con una innecesaria exposición de sus ciudadanos al terrorismo que proviene de esas zonas.

En 1975– 76, con auspicios de los países del Bloque Soviético (todos los de la Europa del Este) y las naciones árabes que tenía como aliadas solo para efectos de política internacional, pues jamás ningún país árabe ha pretendido ser socialista y mucho menos con los regímenes dictatoriales que por siglos los han conducido, llevaron a cabo un procedimiento similar a lo que hoy pretenden en la ONU, para desacreditar a Israel, para deslegitimar su natural existencia. Esa ocasión fue aquella impactante moción que señalaba al movimiento de Liberación Nacional del Pueblo Judío, el Sionismo, equiparándolo con una forma de racismo.

Esta idea de deslegitimación surgió en el inicio de las Conferencias Mundiales por la “Década de la Mujer”, cuya inicial reunión se realizó en México siendo Luis Echeverría Presidente de los mexicanos. Allí, ese mismo bloque de aprobación automática (soviéticos y árabes) introdujo el texto anti-sionista en la Declaración de México, que fue aprobada y firmada por el propio mandatario del país anfitrión, el nuestro.

Tal como iba y por el carácter de Derechos Humanos que tenía como fundamento, en la ONU se presentó esa Declaración en la Tercera Comisión que es la que analiza esos temas y donde confluyen todas las iniciativas del renglón. Ahí, además del bloque de aprobación automática que ya mencionamos, muchos otros países comprometidos con el avance de las feministas y el apoyo al desarrollo de la población mundial de las mujeres, que sin embargo en países del África y árabes no ha surtido efecto alguno pues siguen postradas como en antaño, aprobaron dicha moción que casi unánimemente afirmaba la supuesta inclinación racista del Sionismo.

Uno de los ejemplos del manejo político audaz y sin embargo también mordaz lo fue la actuación de Chile, si no mal recordamos, que en esa Tercera Comisión (de Derechos Humanos) votó a favor, y en la A. G. se postuló en abstención. Pero México, por órdenes de Echeverría que buscaba para sí la Secretaría General de la ONU y se sentía adalid del entonces llamado Tercer Mundo, votó a favor de la Resolución. Consecuentemente, se desencadenó lo que históricamente se ha dado en llamar el “boicot turístico” de los judíos contra nuestro país.

Hoy la historia no es muy diferente. La campaña mediática contra Israel está en su apogeo y ya ha habido muchos países que manifiestan su respaldo a reconocer como miembro, de forma unilateral, a ese Estado Palestino, como lo pretende presentar la A. P. Sin embargo y ante la posibilidad de veto de los países con estatus permanente en el Consejo de Seguridad, que es la forma protocolaria de cursar una solicitud de esta naturaleza, se pretende presentar la moción directamente a la A. G.

Estados Unidos ya ha definido su disposición de vetar la propuesta en el Consejo de Seguridad, y ha anunciado que procederá a congelar su participación en muchas de las comisiones de la ONU, en caso de llevarse directamente a su Asamblea.

En México el Partido del Trabajo (PT) tiene planeado hacer un llamado al Ejecutivo y a la Cancillería, con la aprobación de la Cámara de Diputados, de una propuesta para que México se sume al apoyo que busca la AP en la ONU, y en cierta forma lo expuesto por los dirigentes de esa bancada es tan carente de un análisis profundo de lo que ocurre en Oriente Medio, que podría derivar nuevamente en un conflicto de intereses con muchos de los países del orbe y especialmente con los Estados Unidos, donde la población judía es más reactiva a las posturas de vecindad, y podría derivarse en una situación como la de 1975– 1976.

Consideramos que el manejo político, aunque se vislumbra el apoyo de muchas naciones para admitir al inexistente (por inviable, aun) Estado Palestino, tendrá un resultado fallido, porque como Chile, en la aplicación directa de una resolución en la A. G., muchos que se han manifestado a favor finalmente votarán en abstención.

Y habrá que remitirse solo a la prueba, sin más.