SHULAMIT BEIGEL

Hijo mío, apaga la luz

Respondiendo a una nueva incitativa del Presidente de su directorio Eli Glikman, la Corporación Eléctrica de Israel, Jevrat Hajashmal , ha lanzado una vez más una millonaria campaña publicitaria tendiente a convencer al público sobre la necesidad de reducir el consumo de la luz. La iniciativa contó con la aprobación y el aplauso de la directiva de la empresa.

Después de leer los avisos y mirar las películas publicitarias, viejas y nuevas, de Jevrat Hajashmal, el pobre consumidor siente que se va a electrocutar o que va a arruinar al país cada vez que su mano se acerca al interruptor de la luz. Además, vive con tremendos cargos de culpa por el solo hecho de negarse a utilizar velas.

Para quien no lo sabe, existe en Israel un organismo denominado el Contralor del Estado y Comisionado de Quejas, cuerpo elegido por el Parlamento (la Kneset), y receptor de las quejas de cualquier persona contra el Estado y los entes públicos.

Pues bien, en varias ocasiones y la semana pasada nuevamente, un grupo de ciudadanos se han quejado de que los 12.700 obreros y empleados de Jevrat Hajashmal (que a diferencia del común de los mortales no pagan por la luz que utilizan), consumen un promedio de electricidad tres veces mayor que el resto de la población.

Conclusión: La directiva de la electricidad de Israel haría mejor en poner orden en su propia casa antes de intentar ordenar la del vecino. Y tu mi querido hijo, sigue prendiendo la luz sin que se te aceleren las palpitaciones, al menos hasta que aquellos que predican, empiecen a hacerlo con el ejemplo. El problema es que soy yo la que tiene que pagar la cuenta a fin de mes.

Espía egipcio en Israel, una historia de amor

Los recientes acontecimientos en la Embajada israelí en Egipto, no son sino una gota más en este vaso que se está llenando y que nos preocupa a todos, sobre todo porque Israel tiene un acuerdo de paz con Egipto, que si bien es una paz fría, esto debería garantizarle una frontera segura. Pero todo mundo habla de política y yo prefiero hablar de la gente de la calle, de la gente común y corriente, como usted y yo. Por lo cual les cuento que cayó en mis manos una serie de la TV egipcia basada en la vida y aventuras de un tal Jack Beton, especie de James Bond árabe, que supuestamente vivió en Israel entre 1955 y 1968, cumpliendo distintas misiones de espionaje bajo la cobertura de un próspero hombre de negocios judeo egipcio. La serie, en tres partes, y que se ha transmitido ya varias veces en la televisión egipcia con mucho éxito, se llama Ra’ fat E-Haggan y cuenta la vida del espía, basada en el libro del famoso escritor Saleh Mursi.

Refaat Ali Suleiman Al-Gammal, como se llama el espía en árabe, nació en 1927 y murió en 1982. Llegó a Israel en 1956, quedándose aquí durante 17 años. Hoy en día es considerado como un héroe en Egipto. Mientras estuvo por estas tierras, asumió el nombre de Jacques Beton, un judío que había nacido en 1919, de padre francés y madre italiana. Cuando la serie se transmitió por primera vez en Egipto hace ya varios años, ninguna institución o persona en Israel confirmó o desmintió la existencia del tal Beton, y ello a pesar de que la serie egipcia le adjudica haber logrado acercarse a figuras de primera línea en el quehacer político y militar israelí, como Golda Meir y Moshé Dayán.

El extraño silencio en torno a la existencia de Beton se rompió por primera vez hace ya varios años y apareció nuevamente en estos días, en circunstancias en que una señora llamada Edna Marash, madre de una conocida modelo israelí de nombre Sharona Marash, admitió haber sido la amante de un judío egipcio llamado Jack Beton durante los sesentas.

Marash, que en los noventas, cuando salió por primera vez la información, era una mujer aun bella y elegante a pesar de sus 63 años, nació en Hungría y llegó a Tel Aviv ya divorciada, en 1949. Conoció a Beton por casualidad, mientras esperaba un autobús en la calle Ben Yehuda de esta ciudad. El romance entre ambos duró, con altibajos, varios años. Marash recordaba que Beton frecuentaba mucha gente importante, incluido el establishment político, económico y militar de la época. “Sí, siempre andaba con mucho dinero, y nunca era del todo claro de donde lo obtenía”, contaba con nostalgia.

La Señora Marash se negó siempre a creer que su ex amante era un espía egipcio. ¿Por qué? “En primer lugar, porque Jack”, recordaba, “no era inteligente, ni hábil, ni brillante”, condiciones que ella creía debería tener cualquier espía que se precie de serlo. En segundo lugar, porque le contaron que en la TV egipcia hace el papel de Jack un joven alto, atlético y guapo, mientras que el Jack Beton que ella conoció y amó era chaparro, medio calvo y ligeramente cojo.

El Jack Beton real murió, según indican varios testimonios, en Alemania, en 1982. El otro, el joven espía, guapo e inteligente, que veo en estos días en DVD y que se imaginan los televidentes egipcios, vivirá en cambio eternamente.

Las carpas ya no están, y ¿qué es lo que queda?

Fue la alegría de un grupo pequeño primero, grande después y sorpresa para ellos mismos, donde el contenido fue más importante que la forma; donde las charlas por las noches, los debates y la camaradería, fueron apenas una excusa que sirvieron para derramar durante días, que se convirtieron en siete semanas, el cariño y la solidaridad que tal vez tenían escondidos, o no sabían que era tan grande.

Durante toda esta época, a veces sin demasiado esfuerzo, en otros momentos con mucho trabajo y dedicación, estos grupos de gente joven, y otros no tanto, estuvieron trabajando para lo mismo. Tal vez ellos mismos sabían poco de su vida verdadera, pero desde ahora seguramente se conocerían mejor. Porque a veces, un solo momento nos revela cosas que durante mucho tiempo no conocemos, o entendemos o vemos.

Estaba conversando hace unos días con algunos jóvenes mientras deshacían sus carpas. Miriam me decía que hubo momentos durante el proceso, en que se sentió descorazonada, y que deseaba retirarse, rendirse e irse a casa a dormir tranquilamente. Y no lo hizo, porque fue ayudada por los demás. El pensar en un ¿para qué sigo?, esto no vale nada, un no puedo, son sentimientos que no son un motor que motive fuerza. “La fuerza”, me dijo, “está en el continuar, a pesar de los momentos de debilidad y desilusión que cualquiera pueda tener. Los seres valientes son aquellos que aceptan con igual ánimo tanto la derrota como los triunfos. Y esta etapa de carpas y manifestaciones y convivencia, no fue solo una época de lucha más, sino un conocimiento o reconocimiento acerca de la fuerza de la continuidad y el triunfo de la perseverancia”.

“Es verdad”, intervino David, un religioso que nos escuchaba, “la lucha y los debates que llevamos en estas últimas semanas los estudiantes de Israel, fueron demasiado complejos, y a veces no pueden entenderse con esquemas simples. Por eso debemos intentar tener una visión amplia y generosa también. Es la única manera de sobrevivir a los momentos difíciles. Y nosotros lo hemos logrado”.

“Durante estas semanas de compenetración entre nosotros, de dormir en las carpas, en el calor, el ruido, a veces nos costaba o no teníamos ganas de hacerlo. Hubo también situaciones de enojo por tal o cual cosa entre nosotros. Personalmente y como creyente, no creo que haya en el enojo nada bueno y del cual pueda uno sentirse orgulloso. Más bien es una debilidad. Entre gente que lucha por una idea común, entre gente que se respeta, el enojo no debiera existir o debería ser momentáneo. Algunos se fueron, pero los que quedamos entendimos esta realidad y la superamos. Tal vez no tuvimos grandes logros con respecto a las viviendas, porque el gobierno actual no quiere ceder a nuestras demandas, pero estamos unidos para la próxima”.

“No tuvimos grandes logros políticos, es cierto”, me dice Jonathan, un estudiante de la Universidad del Tel Aviv, “pero algunos momentos o situaciones no pueden describirse, porque son tan evidentes y subjetivos.

¿Cómo podemos describir el sabor de un mango, el dolor que sentimos por algo o el amor? Pues no, no se puede. Por eso, pienso que cualquier descripción que hagamos de estas semanas en que dormimos y vivimos en las carpas no la podemos hacer, porque no podemos describir lo que cada uno de nosotros sintió, pero que era, pienso, la alegría del compartir, del estar juntos; y hoy en día que no digan que no logramos nada, pues somos una fortaleza para otros cuando haya tormentas”.

Crisis hospitalaria

Una vez más las noticias locales nos hablan de que los ministros no se ponen de acuerdo acerca de la forma de solventar el déficit y la inoperancia del sistema hospitalario. Una vez más se conforman comisiones investigadoras sobre el tema.

A pesar de no ser una experta en estos asuntos, me permito comentarles acerca de las principales conclusiones a las que seguramente llegará la docta comisión.
1. Después de muchos estudios e investigación hemos llegado a la conclusión de que el sistema hospitalario no está en crisis. Está, más bien, al borde del colapso.
2. Las soluciones que proponemos no tienen nada de original, son en realidad idénticas a las presentadas por las honorables decenas de comisiones que nos precedieron, con un esfuerzo perdido.

Yo personalmente, a fin de que los señores ministros tomen conciencia de la gravedad del problema, sugiero internarlos en algún hospital público mientras duran las deliberaciones y hasta que se conforme una nueva comisión investigadora. Tal vez ahí dentro logren llegar a algunas conclusiones, y prueben el chocolate.