YOSSI KLEIN HALEVI

Ahora que se va a proceder a votar en la ONU el reconocimiento de un Estado palestino, y que antiguos aliados en la región del Estado judío (como Turquía y Egipto) son abiertamente hostiles, gran parte de la comunidad internacional está culpando a Israel de su propio aislamiento.

Si tan solo Israel hubiera pedido disculpas a Turquía por haber matado a nueve de sus “pacíficos” activistas nacionales que viajaban, el año pasado, en la flotilla hacia Gaza, prosigue ese argumento, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan no estaría ahora amenazando con enviar buques de guerra frente a las costas israelíes. Si Israel se hubiera disculpado ante Egipto, por la muerte accidental de seis de sus soldados, cuando helicópteros israelíes entraron en territorio egipcio persiguiendo a terroristas, una multitud en Egipto no habría saqueado la embajada israelí en El Cairo tras negarse, los líderes egipcios, a responder a las llamadas desesperadas de los dirigentes israelíes.
Y solo con que Israel hubiera detenido la construcción en los asentamientos y ofrecido, a los palestinos, una solución justa, ahora no estaría ante el intento de propiciar una solución impuesta por la ONU en vez de un proceso de negociación.
Esa convergencia en las culpas se produce en un momento de vulnerabilidad espiritual para los judíos. Esta es, después de todo, nuestra temporada de contrición. Como nos acercamos a Rosh Hashaná (Año Nuevo Judío), se intensifica el proceso de autoexamen. Y como la tradición judía pone de relieve, la base de la penitencia es disculparse. Antes de buscar el perdón de D-os, hemos de buscar el perdón de aquellos a quienes hemos ofendido o herido, incluso sin saberlo.
Sin embargo, y ante la atmósfera actual, los judíos harían bien resistiendo la tentación de echarse la culpa. Las disculpas tienen la intención o el objetivo de curar o sanar. Sin embargo, los que exigen las disculpas de Israel no están buscando la reconciliación. Al contrario, tratan de tipificar como delito al propio Estado judío y de anular su derecho a defenderse.
Si las disculpas son necesarias, deben basarse en los datos verdaderos. Erdogan comenzó a desmantelar la alianza turco-israelí mucho antes del incidente de la flotilla, a la que, luego, tomó como pretexto para romper los lazos con Israel. Su objetivo no es restaurar las relaciones turco-israelíes, sino reforzar su imagen en el mundo musulmán como líder que humilló a Israel. Sin embargo, imbuidos del espíritu de penitencia propio de este tiempo, Israel podría ofrecer a Erdogan la siguiente solución: le pedimos disculpas por la pérdida de vidas y, usted, se disculpa por fomentar que, los yihadistas turcos, traten de violar el cerco legal y moral de Israel contra el régimen terrorista en Gaza.
Lo mismo sucede con Egipto, Israel se disculpa por la muerte accidental de soldados egipcios, aunque aún no está claro si fueron muertos por fuego israelí o por un suicida palestino, mientras que, Egipto, se disculpa por la atmósfera de odio instigada por el gobierno contra Israel como, por ejemplo, una de las últimas portadas de una de las revistas más importantes (y gubernamental) de Egipto, que retrata a Netanyahu vestido de Hitler.
La cuestión palestina es mucho más complicada.
Israel, el mundo árabe y los líderes palestinos comparten, juntos, la culpa por la tragedia palestina. Bajo el hecho de las circunstancias- en una atmósfera de mutua penitencia – Israel se disculparía por su papel en el desplazamiento y la ocupación de los palestinos. Y los palestinos se disculparían por su papel en el fomento del rechazo, dentro del mundo árabe, al regreso a casa del pueblo judío, fomentando la renovación del antisemitismo a una escala global. Y luego, cada parte, perdonaría a la otra por haber estado tan atrapada en su propio trauma que no pudo reconocer el trauma de la otra. Pero Israel no es el culpable de la falta de paz. Quiero ver a mi gobierno declarar la congelación de los asentamientos, transmitir el mensaje a los palestinos y al mundo árabe que no tiene interés en mantener la ocupación, aparte de las obvias necesidades de seguridad, y que el pueblo judío no volvió a casa para negar, a otro pueblo, su propio sentido de hogar. Sin embargo, la congelación de los asentamientos, esencial para nuestra propia integridad, no llevó de vuelta a los palestinos a la mesa de negociaciones.
Los diez meses en que se detuvo la construcción de los asentamientos por parte de Netanyahu no tenían precedentes, y esa es la expresión que utilizó la secretaria de Estado Hillary Clinton. Sin embargo, la Autoridad Palestina continuó boicoteando las conversaciones. ¿Podría ofrecer Netanyahu a los palestinos un estado a lo largo del equivalente a las fronteras de 1967? Mi opinión es que sí pero a cambio de la aceptación palestina de un Estado judío y del abandono de su demanda de un retorno de los refugiados a Israel. Y me gustaría que, explícitamente, lo ofreciera, incluso si eso significaba arriesgar su coalición.
Pero, en verdad, la cuestión sobre lo que Netanyahu podría hacer resulta irrelevante. Ya se les ofreció el equivalente a las fronteras de 1967 por parte de los ex primeros ministros de Israel, Ehud Barak y Ehud Olmert. Los dirigentes palestinos rechazaron sus ofertas porque se negaron a renunciar al “sagrado” derecho de retorno, tal como el presidente de la AP Mahmoud Abbas lo denomina. Lo que traducido significa el “derecho sagrado” a destruir el Estado judío a través de su subversión demográfica. El gobierno de Netanyahu no es la causa de la ruptura del proceso de paz, sino su resultado.
La tentación existente en los judíos de auto – recriminarse está profundamente arraigada en la psicología sionista. El sionismo, después de todo, fue una revuelta contra el fatalismo judío. Si esa situación era insostenible, entonces parece claro que la culpa la tenía la falta de iniciativa judía. “Si ustedes lo quieren”, dijo el fundador sionista Teodoro Herzl, “no será un sueño”.
Derechistas e izquierdistas israelíes están de acuerdo en que, Israel, puede determinar unilateralmente su propia realidad, con independencia de las circunstancias externas. Si Israel carece de seguridad, se insiste desde la derecha, eso es porque no proyectamos la suficiente energía y capacidad de disuasión.
Y, si Israel no tiene paz, se insiste desde la izquierda, se debe a que no fuimos lo suficientemente generosos en nuestras concesiones.
Derecha e izquierda eluden, implícitamente, la responsabilidad de los árabes como un factor independiente, con su propia voluntad y su propia agenda.
Pero ¿qué pasaría si el mundo árabe no acepta la legitimidad de Israel? ¿Qué pasaría si el Oriente Medio está experimentando transformaciones que tienen poco, o nada, que ver con lo que quiere Israel? Este Rosh Hashaná voy a pedir perdón por mis pecados y por los pecados colectivos de Israel, como requiere la liturgia. Pero me negaré a disculparme políticamente para que esas disculpas no puedan manipularse en mi contra. No hay ninguna obligación religiosa de colaborar en mi propia demonización. No voy a buscar el perdón de aquellos que niegan mi derecho a existir.