ESTHER SHABOT/TRIBUNA ISRAELITA

El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, ha cobrado una notable centralidad en el escenario internacional con motivo de su campaña diplomático-política para que en Naciones Unidas se reconozca al Estado palestino. Tal protagonismo le ha servido sin duda para elevar su popularidad entre los propios palestinos, en contraste con la pérdida de atractivo sufrido por el Hamas que gobierna Gaza, marginado como está de los acontecimientos que tienen lugar en los salones de la ONU. A pesar de haberse anunciado hace medio año que la ANP y el Hamas se reconciliaban, las cosas quedaron sólo en declaraciones pero sin una integración real de ambas partes. Aún más, el Hamas ha expuesto con claridad su rechazo a la política de Abbas de llevar el tema del Estado palestino a la ONU, rechazo fundado en su convicción de que el camino para el cumplimiento de las aspiraciones nacionales palestinas es únicamente el de la lucha armada destinada a eliminar la existencia del Estado de Israel.

Pero hay además otros importantes factores que desde hace algunos meses han contribuido a un debilitamiento del Hamas más allá de los daños que le significó su guerra contra Israel a fines del 2008. Se trata básicamente de las consecuencias de las revueltas registradas a lo largo de este año en el mundo árabe, en la medida en que cada país árabe en capacidad de apoyar al Hamas en sus confrontaciones con Israel, está ahora ocupado en el manejo de sus propios conflictos internos cuya gravedad ha sido y sigue siendo mayúscula en la mayoría de los casos. De hecho, la mayor parte del respaldo tradicional al Hamas ha provenido siempre de Siria, Irán y el Hezbolá libanés, y es claro que en las circunstancias actuales tal respaldo ha dejado de operar.

Como es sabido, el régimen de Bashar Assad en Siria lleva seis meses tratando de sobrevivir mediante la brutal represión y el asesinato de sus ciudadanos inconformes por lo cual nada más alejado de sus posibilidades e intereses inmediatos que el ocuparse de la suerte del Hamas en la Franja de Gaza. Irán por su parte, sigue siendo el gran defensor de Assad y en esa calidad ha exigido al Hamas manifestar su solidaridad con el dictador de Damasco. Sin embargo, tal exigencia es imposible de ser atendida por el liderazgo del Hamas, porque después de todo ningún palestino, incluidos los altos jerarcas del Hamas, pueden darse el lujo de apoyar abiertamente a un régimen cuyo aparato de represión es visto en las imágenes de las cadenas televisivas bombardeando no sólo a su propia población sino también a campamentos de refugiados palestinos en la ciudad portuaria de Latakia, por ejemplo. Aún los oficiales del Hamas que residen habitualmente en Damasco han evitado pronunciarse a favor de las acciones llevadas a cabo por los esbirros de Assad.

En este contexto, Irán ha puesto fin o al menos ha reducido significativamente su ayuda financiera a Gaza con la cual se pagaban los salarios mensuales de cerca de 50 mil empleados gubernamentales y personal de seguridad. Y por último, en Gaza se observa hoy por hoy una interesante paradoja: desde que en 2007 Israel impuso su bloqueo a la Franja, Hamas recibió considerables recursos económicos provenientes de su estricto control de los túneles por donde se contrabandeaban productos y armas. Cobraba impuestos y contribuciones diversas sobre los cientos de mercancías que pasaban por los cerca de un millar de túneles excavados para conectar subterráneamente a Egipto con Gaza. Ahora bien, después del incidente de la flotilla turca de hace un año Israel se vio obligado a aflojar el cerco sobre Gaza lo cual permite la entrada más fluida y más barata de productos desde los cruces con Israel. Igual efecto ha tenido la apertura parcial del cruce de Rafah hacia la Franja que el nuevo gobierno egipcio ha aprobado. Ambas situaciones han acabado con el monopolio que el Hamas tenía de la economía local y han significado una reducción notable de sus ingresos percibidos anteriormente por la vía clandestina de los túneles.