MATTI FRIEDMAN – ASSOCIATED PRESS

Preciosos manuscritos de la Biblia originarios de la comunidad judía de Damasco, en Siria, se exhibieron durante varias horas este miércoles (5 de Octubre) ofreciendo un vistazo poco común a una colección que incluye a libros llegados a Israel en operaciones clandestinas antes de que la antigua comunidad judía desapareciera a finales del siglo XX.

La exposición se llevó a cabo en la Biblioteca Nacional de Israel. Por motivos de seguridad y de conservación, la mayor parte de la colección se ha expuesto sólo una vez previamente, también por unas pocas horas, hace más de una década. La colección consta de 11 volúmenes. Tres de ellos, entre los cuales está el libro más antiguo e importante de la colección, fueron sacados de las bóvedas de la Biblioteca Nacional y aparecieron durante el simposio la tarde del miércoles.

Contando desde 700 a 1,000 años de antigüedad, y escritos en el Oriente Medio y Europa, los pergaminos de los manuscritos poseen una meticulosa caligrafía hebrea e ilustraciones en tinta y pan de oro. Algunos de ellos poseen una intrincada micrografía, una decoración realizada mediante numerosas y diminutas letras hebreas.

Ninguno de ellos fue escrito en Damasco, sino que llegó hasta allí para ser almacenado en las sinagogas de la ciudad en el curso de los siglos.

Son conocidos colectivamente como las “Coronas de Damasco“, “corona” es un término hebreo usado a veces para describir los manuscritos bíblicos especialmente importantes y venerables.

La comunidad judía de la capital siria permaneció allí durante más de 2,000 años hasta que sus miembros fueron expulsados por las persecuciones del gobierno y la violencia colectiva relacionada con el incremento del nacionalismo árabe y el establecimiento de Israel en 1948. Otra muy antigua comunidad judía, y la segunda del país en importancia, la ubicada en su centro financiero, Aleppo, corrió la misma suerte, al igual que muchas otras en todo el mundo árabe. Un continuo río de emigrantes judíos logró escapar tras el primer momento de la creación de Israel, con la ayuda de agentes israelíes que utilizaron las rutas del contrabando a través del Líbano y Turquía.

La mayoría del resto de la comunidad judía abandonó Siria en la década de 1990, después de que el fallecido dictador de Siria, Hafez Assad, cediera a las presiones internacionales y les permitiera salir. La mayoría se establecieron en Israel y los EEUU. Un puñado, no más de varias docenas, permanecen aún en Damasco.

La más antigua de las “Coronas de Damasco” fue escrita a finales del siglo X d.C. en lo que hoy es Israel. Debido a que muestra la influencia de dos escuelas rivales de eruditos textuales, ha proporcionado a los investigadores modernos una importante información sobre cómo evolucionó el texto bíblico. Fue comprada por un famoso coleccionista británico de manuscritos, David Salomón Sassoon, en 1914, y trasladado a Gran Bretaña. La biblioteca se adquirió en 1975.

Otro de los libros más importantes que se exhibió el miércoles, fue una Biblia de 700 años de edad, que los eruditos creen que fue escrita en Italia y había realizado un viaje arriesgado a Jerusalén.

A partir de finales de 1970, una mujer judía de Canadá, Judy Feld Carr, llevó a cabo un gran esfuerzo a la hora de facilitar la salida de los judíos de Siria, recaudando dinero en las sinagogas de América del Norte, sobornando a funcionarios sirios, enviando emisarios y llevando a cabo una operación de inmigración independiente durante más de 20 años a partir de su sala de estar en Toronto.

En total, el esfuerzo de Judy Feld Carr facilitó la emigración de más de 3.000 judíos de Siria.
Judy Feld Carr conoció la existencia del manuscrito, afirma ella, de los judíos sirios que ya habían huido, y envió a un contacto a Damasco en 1993. Ella identifica solamente a ese hombre como siendo un cristiano occidental que murió el año pasado.

Feld Carr orquestó una reunión en Damasco entre su enviado y el rabino de la comunidad, nos comenta. El rabino le pasó el libro, y el hombre lo sacó de contrabando fuera del país oculto bajo una gabardina en una bolsa de plástico negro. El libro llegó hasta Feld Carr en Canadá y finalmente a Israel al año siguiente.

Mientras el libro estuvo bajo su posesión, Feld Carr observó en él dos registros de compra adjuntos al manuscrito. Uno de ellos mostraba que había cambiado de manos en España antes de que los judíos fueran expulsados del país en 1492, y el segundo relataba otra venta en el Imperio Otomano, donde encontraron refugio muchos judíos sefardíes.

“Pasó de Castilla a Italia, a Constantinopla, a Damasco, y luego a Toronto. Éste libro es la propia historia del pueblo judío”, nos dice.
Los ocho libros que no fueron exhibidos el miércoles de la Biblioteca llegaron a Israel en la década de 1990 en las más oscuras circunstancias, sacados de contrabando de Siria a través de Occidente en una operación llevada a cabo por los servicios de inteligencia de Israel. Algunos detalles de esa operación de contrabando han sido revelados. Aviad Stollman, el curador de la Biblioteca a cargo de la colección, nos dice que esos ocho libros no se exhibieron para evitar poner un foco en una historia que sigue estando en gran parte clasificada.

En Damasco, los manuscritos fueron guardados en algunas de las 24 sinagogas que existían antes de la emigración de la comunidad judía. Fueron exhibidos solamente en ocasiones especiales o con el permiso de los líderes de la comunidad, nos dice Shlomo Baso, un rabino nacido en Damasco. Shlomo Baso huyó a Israel en 1985, a los 33 años, yendo de excursión a través de la frontera montañosa de Siria con Turquía, y con su esposa y sus cinco hijos pequeños.

A principios de 1990, cuando los judíos huyeron en masa de Siria, se trajeron los rollos de la Torah que habían utilizado durante siglos. Algunos pergaminos fueron desmantelados en segmentos, que se distribuyeron entre los emigrados y ocultados en su equipaje. Cuando las piezas llegaron a Israel, Baso los cosió de nuevo y reconstituyó los rollos. Hoy en día, su sinagoga en un suburbio de Tel Aviv alberga cuatro rollos de Damasco de unos 300 años.

Los libros que se expusieron en la Biblioteca Nacional de Israel, la mayor parte de la colección, se expusieron sólo una vez antes, y también durante unas pocas horas, hace más de una década.
“Cada comunidad tiene algún tipo de riquezas. Nosotros éramos ricos en libros”.