EL UNIVERSAL

 

El tacto de Esther recorre la madera del vagón que, por el tratamiento de conservación, se ve limpio y sin rastro de lo que sucedió en su interior; pero si se le pone en contexto y se compara con lo que se observa en los videos y las fotografías que están alrededor, el estremecimiento llega, inevitable.

Es lo que describe Esther que le ocurrió frente al vagón original de Polsen exhibido en el Museo Memoria y Tolerancia, en el cual fueron transportados hacia los campos de concentración miles de judíos y otros “indeseables” para los nazis.

El viaje en ese tren, en condiciones inenarrables de hacinamiento, hambre y terror, fue preludio de muerte para ellos y la historia, no por conocida deja de ser impactante.

Esther, como nieta de refugiados judíos en México conoce la historia del Holocausto, desde el antisemitismo europeo del que surgió el nazismo, hasta la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial y la proscripción del nazismo, que en realidad no termina del todo.

Esa historia está contenida en el Museo Memoria y Tolerancia, donde se ilustra, con una museografía sobrecogedora, la política antisemita del nazismo, el camino hacia el Holocausto, la noche de los cristales rotos, el comienzo de las deportaciones y los guetos.Más allá, al continuar el recorrido en espiral, está la Solución Final, la Conferencia de Wannsee, los campos de exterminio, el genocidio, la resistencia y la liberación.Sobre este tema cuántos libros se han escrito, cuántas películas se han filmado, cuántas reflexiones se han hecho; es ‘una historia superconocida’ de lo que puede hacer el odio y la intolerancia hacia el otro, el que no es como uno y por ello se le quiere exterminar.

En ese episodio histórico, además de los millones de muertos en los campos de batalla y en las ciudades, en la retaguardia se procedió a la eliminación sistemática de millones de personas: seis millones sólo por ser judíos.Además, 3.5 millones de prisioneros de guerra soviéticos por ser eslavos, cientos de miles de serbios, gitanos, homosexuales, discapacitados, presos políticos, sólo por ser ellos mismos.Los acontecimientos y la sucesión de hechos que lo permitieron están bien documentados. Nunca más debe suceder algo parecido, se prometió a sí misma una humanidad doliente y sorprendida.

Pero, aun cuando en menor escala, el odio y la intolerancia volvieron a aparecer; más bien nunca se han ido del todo. En el mismo Museo Memoria y Tolerancia se da cuenta de ello, como ejemplo está el genocidio de los armenios a manos de los turcos en 1915.

Luego del Holocausto y del sufrimiento que dejó la Segunda Guerra Mundial, las pulsiones más negativas del ser humano se mantuvieron vigentes, muestra de ello son los hechos que rescata para la memoria el museo sobre la matanza perpetrada por el Jemer Rojo en Camboya entre 1975 y 1979.También la represión contra los indígenas guatemaltecos entre 1981 y 1983; las matanzas en Ruanda de 1994; las guerras fraticidas por la desintegración de Yugoslavia en 1995 y las permanentes luchas intestinas en Dafur desde el 2003 y hasta la fecha.Este recorrido por lo más negro y sombrío del ser humano contemporáneo es sólo el antecedente para entender y promover el valor inapreciable de la diversidad y la tolerancia, que integra la parte esperanzadora de este asomo a los abismos por parte del museo.

El Museo Memoria y Tolerancia abrió sus puertas hace un poco más de un año, en octubre de 2010, y desde entonces ha recibido a más de 200 mil visitantes que lo mismo se conmueven ante la memoria que reflexionan sobre la tolerancia.El museo ha sido incorporado a la Coalición por la Corte Penal Internacional, que es la mayor asociación mundial por la causa de la justicia internacional, ya que está facultada para perseguir a los responsables de crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad.Lástima que no todos los países, sobre todo los más poderosos, hayan aceptado su jurisdicción.Pero eso no ha impedido que dos mil 500 organizaciones de 150 países, entre ellas el Mueso Memoria y Tolerancia, participen en la coalición que dirige la lucha mundial contra el genocidio, crímenes de guerra, y crímenes de lesa humanidad a través del compromiso con los derechos humanos y la justicia.

Así se explica también que el museo organice también actividades como conferencias, cursos, presentaciones de libros, talleres, ciclos de cine, y diferentes actos artísticos y culturales relacionadas con su objetivo de conservar la memoria y promover la tolerancia.Aparte de la exposición permanente hay un espacio para las temporales: La que todavía está abierta hasta el 20 de noviembre fue inaugurada por el Dalai Lama y está dedicada al Tíbet, Recuerdos de la Patria Perdida.Los anteriores fueron: “Frente al Espejo: Una Mirada a los Indígenas de México”; “Nunca más. A 35 años del Golpe cívico-militar en Argentina”; y “Exilio Arte y Discurso”, cuyos títulos dan cuenta de la vocación de este nuevo espacio museístico.Indudablemente que un museo no puede evitar el estallido del odio cuando éste se presente, pero al menos ayudará a formar a los hombres que traten de evitarlo.

Así lo dejan ver algunos testimonios de los visitantes, quienes, después de recorrer con atención el museo expresaron que lucharán contra el odio, por conservar la memoria y promover a tolerancia y la diversidad.En el propio recinto se define: “Tolerancia. Es la relación armónica de nuestras diferencias. Ahí está la clave de la convivencia”.