EDUARDO HADJES NAVARRO

Estas dos últimas semanas hemos estado estudiando en las respectivas Perashiot, las rivalidades que se producen entre dos hermanos, Esaú y Jacob, incluso desde antes de nacer. Hoy, al introducirnos en Vayishlaj, estamos presenciando la fuerza de los lazos de sangre en el desenlace final. Un abrazo los une, cuando lo esperable era una batalla, para la cual ambos se habían preparado, ya que Esaú se hace acompañar por cuatrocientos de sus hombres y Jacob divide tanto a su propia familia como los presentes que envía a su hermano.

Si Jacob fue capaz de vencer al Ángel de Dios, ¿no podría haber prevalecido sobre su hermano, en vez de humillarse y ofrecer presentes?

Esto nos deja una gran enseñanza ya que es frecuente ver como hermanos, padres e hijos, primos o cuñados, se pelean por problemas materiales, al punto de no volver a hablarse, desperdiciando de esta manera, en forma lamentable, la posibilidad que D’os nos está dando, de poder disfrutar del cariño inigualable que debe primar entre los miembros de una familia.

Aun cuando muchos otros tópicos son presentados en esta porción de la Torá, quiero invitarlos a que nos detengamos en este tema, que tiene proyección universal y su realidad es y seguirá siéndolo, mientras el hombre continúe prefiriendo los bienes terrenales por sobre la parte espiritual que cada uno de nosotros trae como bagaje sagrado y que, tan frecuentemente relegamos equivocadamente, a un segundo plano.

Tal como nos sucede en la vida diaria, los que hemos seguido atentamente el estudio de Toledot, Vayetzé y hoy Vayishlaj, tenemos muy claro que ambos hermanos creían tener la razón en cada uno de los enfrentamientos que tuvieron. Si a Esaú no le importó vender su primogenitura por un plato de lentejas, ¿por qué no estaba en su derecho Jacob de recibir la bendición de su padre?

Si Jacob tenía derecho a recibir esta bendición, al haberla comprado ¿por qué debió mentir y disfrazarse para lograrla?

Trasladando estas preguntas a nuestros días, ¿cuántas veces hemos discutido con un hermano, estando convencidos de que nosotros tenemos la razón? Cada vez que volvamos a tener una discrepancia, recordemos esta parte de la historia de nuestros ancestros y no permitamos por ningún motivo ni bajo ninguna excusa, que el creer que nosotros estamos en lo justo, nos permita, sin que tengamos que lamentarlo posteriormente, pelearnos al punto de olvidar todo lo mucho que nos une. Es preferible que aceptemos hoy una injusticia con nosotros, antes de que seamos los autores de dicha iniquidad. Esto es válido no sólo con nuestros parientes. También nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros correligionarios, son merecedores de esta prueba a la que voluntariamente debemos someternos, si realmente estamos asimilando las enseñanzas que diariamente nos entrega la Torá y deseamos, fervientemente, desde lo más íntimo de nuestro ser, tratar de superarnos y luchar en busca de la perfección, la cual jamás será alcanzada pero siempre deberá ser añorada y buscada, sin importar los costos que ello implique.

Esta mañana me he permitido compartir con ustedes estos pensamientos que creo son el resumen ético y moral no sólo de estas tres Perashiot tan unidas entre sí, sino que representa lo básico del judaísmo, esperando que su lectura resulte provechosa y enriquecedora para todos y cada uno de los aquí presentes.

Si esto se traduce en el inicio de una nueva manera de enfrentar nuestra vida, mejor aún.