THOMAS FRIEDMAN/NEW YORK TIMES

 

 

11 de diciembre 2011- El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, acudió a la Knesset el miércoles pasado y argumentó que el despertar árabe estaba haciendo que el mundo árabe “retrocediera” y se estuviera convirtiendo en una ola islámica, antioccidental, antiliberal, antiisraelí y antidemocrática. Cederle territorio a los palestinos no era prudente en momentos así, dijo: “No podemos saber quién terminará con cualquier pedazo de territorio al que nosotros renunciemos”.

Netanyahu agregó: “En febrero, cuando millones de egipcios abarrotaron las calles del Cairo, comentaristas y bastantes integrantes israelíes de la oposición dijeron que estaban ante una nueva era de liberalismo y progreso. Dijeron que yo estaba intentando asustar a la opinión pública y que estaba del lado equivocado de la historia y que no veo hacia dónde se dirige la situación”.

Sin embargo, le afirmó a la Knesset, los sucesos habían demostrado que él estaba en lo correcto. Netanyahu comentó que cuando les advirtió al presidente Barack Obama y otros dirigentes occidentales que no apoyaran la insurrección en contra del presidente de Egipto en ese momento, Hosni Mubarak, ellos le habían dicho que él no entendía la realidad: “Ahora pregunto, ¿quién fue aquí el que no entendió la realidad?”

El análisis de Netanyahu sobre los peligros que Israel enfrenta es válido, y la situación aún podría empeorar. Lo que es erróneo es el diagnóstico de Netanyahu sobre cómo ocurrió y su receta con respecto a qué se debe hacer al respecto; y esos puntos ciegos también podrían ser muy peligrosos para Israel.

Diagnóstico: desde las primeras etapas, funcionarios israelíes han insistido en que Obama ayudó a expulsar a Mubarak en vez de salvarlo. Tonterías. Los dictadores árabes fueron expulsados por su pueblo; no había forma de salvarlos. De hecho, Mubarak tuvo tres décadas para abrir gradualmente la política egipcia y salvarse. ¿Y qué hizo? El año pasado llevó a cabo las elecciones más manipuladas en la historia egipcia. Su partido ganó 209 de 211 escaños. Es asombroso que la insurrección no ocurriera antes.

No puede descartarse el miedo de Israel a que islamistas tomen el poder, todo a su alrededor. Sin embargo, es una posibilidad tan viva precisamente debido a los últimos 50 años de dictadura árabe, en la cual sólo los islamistas tenían permiso de organizarse en mezquitas al tiempo que ningún partido independiente, secular o democrático, tenía autorización para desarrollarse en la arena política. Esto le ha dado a los partidos musulmanes una ventaja inicial.

Los dictadores árabes eran convenientes para Israel y los islamistas, pero letales para el desarrollo y la educación árabes. Ahora que la tapa se levantó, la transición será incierta. Sin embargo, era inevitable, y la nueva política apenas está empezando: ahora los islamistas tendrán que competir con legítimos partidos seculares.

La prescripción de Netanyahu radica en no hacer nada. Entiendo que Israel no ceda territorio en este incierto período a un dividido movimiento palestino. Lo que no entiendo es lo de no hacer nada. Israel tiene un despertar árabe en su propio patio trasero en la persona del primer ministro Salam Fayyad de la Autoridad Palestina. Él ha sido el líder árabe más radical de todos. Es el primer dirigente palestino que dice: Júzguenme por mi desempeño para mejorar las vidas de mi pueblo, no por mi retórica.

Su enfoque ha sido sobre la construcción de instituciones -incluido lo que los israelíes reconocen que es una fuerza de seguridad que ha contribuido a mantener Israel en paz-, a fin de que los palestinos estén listos para una solución de dos estados. En vez de recompensarlo, Israel ha estado reteniendo 100 millones de dólares en ingresos fiscales de los palestinos que Fayyad necesita -como castigo por la presión de los palestinos en Naciones Unidas por la creación de un estado- a fin de pagarles a las fuerzas de seguridad que contribuyen a la protección de Israel. Eso es una locura.

La mejor defensa de Israel consiste en reforzar el fayyadismo; incluyendo darle a servicios de seguridad palestinos más áreas de responsabilidad para incrementar su legitimidad y dejar en claro que ellos no son los custodios permanentes de la ocupación de Israel.

Esto no sólo contribuiría a estabilizar el propio patio trasero de Israel -y prevenir otra insurrección que se extendería como incendio descontrolado al mundo árabe sin los viejos dictadores para contenerla-, sino que sentaría las bases para una solución de dos Estados y para mejores relaciones con los pueblos árabes. Recuerden, esos pueblos árabes van a tener una voz mucho más fuerte con respecto a cómo son gobernados y con quién tienen paz. En ese contexto, Israel estará en condiciones mucho mejores si se considera que está reforzando a líderes palestinos responsables y democráticos.

Este es un momento sumamente delicado. Requiere de un liderazgo sensato y con visión. El despertar árabe está coincidiendo con las últimas esperanzas de una solución de dos Estados entre israelíes y palestinos. Conservadores israelíes se verán tentados a no hacer nada, a insistir en que no es el momento indicado para correr riesgos -y nunca lo será-, así que Israel necesita ocupar la Ribera Occidental (Cisjordania) y a sus palestinos para siempre. Ese podría ser el mayor peligro de todos para Israel: despertar un día y descubrir que, en respuesta al caótico y turbulento despertar democrático de los árabes, el Estado judío sacrificó su propio carácter democrático.