IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Veamos quiénes son nazis…

La reciente experiencia que tuvo nuestra querida May Samra en una conferencia en la que se explayó la nueva estrategia palestina (periodistas señalando a Israel como un Estado de conducta similar a la del Nazismo, sentimentalismo a diestra y siniestra con kefyes regalados, y etc.), me hizo recordar alguna tarde, hará unos ocho años, en los que tuve el placer de discutir en una conferencia con el entonces representante diplomático de la Autoridad Nacional Palestina. Fawzi Youssef se llamaba, si mal no recuerdo.

El evento fue organizado por un grupo pro palestino que, en esa ocasión, tenía como objetivo conseguir firmas de apoyo para la causa palestina. Y los alumnos de la escuela de Bellas Artes donde yo daba clases eran sus blancos.

Puedo regodearme y jactarme de que esos tíos salieron con cero firmas. Ningún alumno quiso apoyar la causa después de la monumental revolcada que le pusimos otro profesor y yo al “embajador” palestino (en contra de toda formalidad diplomática, fue presentado con ese título; claro, su informalidad no se limitó a eso: de hecho, se vio peor cuando al terminar el evento me estaba gritando e insultando).

Fue lo de siempre: toda su exposición se baso en un manejo sentimental de la situación, así como una descarada visión parcial y manipulada de la historia.

El representante palestino estuvo acompañado de dos periodistas (cuyos nombres, afortunadamente, no recuerdo), que simplemente hicieron el papel de paleros. Fue morbosamente divertido ver sus caras cuando les dije, textualmente, que las verdades a medias eran peor que las mentiras, y peor aún cuando acusé al “embajador” de tener conocimientos de historia deficientes y sugerirle que se pusiera a estudiar.

Pero es que se lo merecía: salió con la estúpida versión de que la Guerra de los Seis Días había sido un ataque israelí con objetivos expansionistas. ¿Mencionar la previa agresión árabe, y los días y semanas de propaganda en los que anunciaban que iban a destruir Israel y a aniquilar a la población judía? Obviamente no. Ningún palestino en campaña se puede dar el lujo de contar las cosas como son.

Les fue “fatal”. Un simple vistazo a los hechos verificados y verificables desarmó todo su teatro.

Ni modo. La cruda realidad es que los argumentos palestinos son malos. Falsos. Vacuos, Hipócritas. Eso, hasta un republicano -con todas las limitantes que tienen los Republicanos hoy en día- como Gingrich lo sabe.Pero hay que seguir insistiendo, porque son tontos, pero también tercos. Insisten e insisten, y a fuerza de repetir su perorata logran convencer a incautos.

Lo preocupante en esta ocasión es la sistemática insistencia en que Israel se comporta como los nazis alemanes de la II Guerra Mundial.

Falso, por supuesto. Si fuera así, ellos no existirían. Desde el inicio de la primera Intifada, en 1987- hasta la fecha, son alrededor de siete mil los palestinos que han muerto enfrentando al gobierno israelí. En cambio, en la época en la que el Nazismo echó a andar su máquina asesina masiva, tan sólo entre 1941 y 1945 murieron más de 12 millones de personas (6 millones de judíos, como bien sabemos, y otros tantos de gitanos, eslavos, homosexuales, masones, comunistas y disidentes ideológicos).

Si Israel aplicara políticas como las del Nazismo, los palestinos se hubieran extinto en 1988. Tan simple como eso.

Viene la respuesta, tan torpe como la premisa: la actitud es lo que cuenta. No, señores. El Holocausto y la II Guerra Mundial no fueron sólo problemas de actitudes, sino de números. Hay un punto donde una situación deja de ser trágica y se convierte en monstruosa, y lo peor que se puede hacer es no entender esta diferencia.

Por ejemplo: no se puede comparar la II Guerra Mundial con lo que está sucediendo en Siria. Viéndolo fríamente, porque 5 mil muertos no es lo mismo que 55 millones, y porque no es lo mismo un conflicto donde un gobierno está asesinando a sus ciudadanos, que uno en donde todo un continente estuvo en guerra consigo mismo, arrastrando a las dos grandes potencias externas.

Y no se trata de menospreciar a los muertos sirios, sino todo lo contrario: justamente, si ese conflicto no es detenido lo antes posible, y se garantiza la seguridad de la población siria, el problema va a escalar y, por su naturaleza, va a provocar una guerra regional. Y entonces estaremos hablando de una cantidad estrambótica de víctimas, de un conflicto internacional y, en el peor de los escenarios, el uso de armas atómicas.

Si no entendemos la diferencia entre un nivel de conflicto y otro, no seremos capaces de identificar la ruta que nos lleva desde una cosa hasta la otra. Y esa es la mejor manera de garantizar la catástrofe. Quienes banalizan lo que fue el Holocausto, son los principales culpables de que algo similar pueda suceder otra vez.

Pasemos a otro punto: ¿quiénes son los nazis de hoy?

Tampoco es tan difícil de contestar. Basta con revisar un poco de información. Empecemos con otra pregunta: ¿cuál es el problema de que se construyan asentamientos judíos en Judea y Samaria?

Muchos amigos -de izquierda, naturalmente- me han repetido que eso afecta el proceso de negociación, y que Israel haría mejor en no construir. No les convence el argumento de que ese territorio se puede negociar, que al fin de cuentas no es tan extenso (en total, ni siquiera es el 5% del territorio potencial para el Estado Palestino.

Al final, la idea que manejan es que es la actitud -otra vez la actitud- lo que afecta y enturbia el panorama.

Pero sigo con la duda. Por ejemplo, todas las comunidades de origen extranjero que residen en México han construido centros comunitarios en la capital y otras ciudades. Así, aparte de nuestro propios espacios judíos, están el Club Libanés, la Alianza Francesa, el Orfeo Catalá, y otros más.

¿A alguien se le ha ocurrido la tontería de que esto es parte de una invasión extranjera colectiva a la soberanía nacional? Es obvio que no. Son, simplemente, gente de origen extranjero (la mayoría, en realidad, son legalmente mexicanos) viviendo en México.

Del mismo modo, muchos judíos, libaneses, franceses, catalanes y cuanto extranjero o descendiente de extranjero gusten, compran propiedades en el país. Terrenos, casas, edificios. Y si no los compran, los construyen. ¿Y acaso alguien se ha quejado de que eso es un proyecto expansionista y colonialista que está socavando la integridad territorial mexicana, a favor de Francia o Catalunya?

Es obvio que no. Se necesitaría ser muy tonto para decir algo semejante.

Y esto me lleva a una pregunta: ante un eventual acuerdo que defina fronteras entre Palestina e Israel, ¿acaso los colonos judíos no se pueden quedar viviendo en Palestina, del mismo modo en que hay franceses, españoles, alemanes, chinos, japoneses, coreanos, libaneses o australiandos viviendo como extranjeros en tantas partes del mundo? Estaríamos hablando de, simplemente, un grupo de judíos viviendo en Palestina, así como hay judíos viviendo en México, o mexicanos viviendo en Estados Unidos, o chinos viviendo en todos lados.

No.

Los palestinos -y me refiero a funcionarios de gobierno haciendo declaraciones oficiales- ya declararon que Palestina debe ser un territorio “libre de judíos”. Los judíos podemos vivir en cualquier lugar del mundo, pero no en Palestina.

Dicho en otras palabras: Palestina deberá ser un país en donde una persona, por el simple hecho de estar vinculado con un grupo étnico-cultural definido, no tendrá derechos.

Nazismo, señores.

Se les nota a leguas la ideología cocinada en la enferma cabeza de Yasser Arafat, cuyo inspirador fue su tío, el Mufti de Jerusalén, el principal aliado del nazismo en Oriente Medio durante los aciagos años de la II Guerra Mundial.

Nazismo, burdo y descarado, aunque en su tercermundista versión palestina.

Con eso estamos negociando (y eso, a veces). Con neo-nazis mal aspectados, que van por todos lados luciendo su radicalismo enfermo y escondiéndose en el sentimentalismo de su kefyes regalados.

Mientras, a nosotros no nos queda más remedio que seguir creyendo en la negociación. De otro modo, la única alternativa es la guerra. Y lo trágico es que son ellos quienes la van a perder, porque Israel no se puede dar ese lujo.

Pero no por eso hay que callarnos. No por eso hay que tolerar la hipocresía. No por eso hay que aceptar la absurda idea de que nosotros tenemos que ser siempre los que ceden, los que hacen autocrítica, los que dan pasos para la paz.

A veces hay que poner las cosas en claro, pésele a quién le pese.

Y por esas palabras, vuelvo a recordar a ese representante de la Autoridad Palestina que aquella tarde salió enfurecido, barrido y humillado de una conferencia en una Preparatoria.

Y todo, por sus deficientes conocimientos de Historia, trágicamente revueltos con su farsa sentimentaloide.

Lo que se llega a ver en estas épocas postmodernas…