PETER KATZ EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO

Los judíos llegaron a los vastos territorios rusos, vía Polonia, en el siglo XV. Se encontraron documentos en una Basílica Ortodoxa cerca de Kiev, que atestiguan este acontecimiento.

Unos años más tarde, ya estando establecidas varias comunidades judías, llegaron los Khazares, un pueblo asentado en el oriente, que se había convertido al judaísmo. Desde el rey hasta el último ciudadano. Pidieron asilo. Ellos estaban huyendo de las huestes mongoles, quienes invadieron parte de Asia y Europa, sembrando la muerte y dejando a los habitantes aterrorizados. Llegaron a Ucrania y se mezclaron, sin problema, con los judíos, porque estaban circuncidados.

En 1796, la Emperatriz Yekaterina II decretó en forma de Ukaze, el establecimiento de una Área autorizada para colonización y asentamiento de judíos. La “Chertá Yevreyeska Ozleti”. Los historiadores llaman a esta zona “Pale of Settlement”, “Zhidovskaya Vorota”, llamaban a los asentamientos Khazares. Son mencionados por primera vez en los siglos XI y XII.

Esta concesión dio un gran impulso al establecimiento de aldeas, de granjas agrícolas, de talleres y hasta de fábricas. El territorio iba desde Kiev, en realidad desde el Mar Báltico, en el norte, hasta Odessa, en el Mar Negro. Se establecieron ranchos agrícolas en Crimea y en el Cáucaso, que era parte de Ucrania en aquel entonces.
Los judíos de Ucrania y Belarus, muchos de los cuales vivían en ciudades como Kiev, Minsk y Smolensk, en la sede del Imperio, cuya capital era San Petersburgo, eran cultos y prósperos. Habían estudiado en escuelas rusas desde la emancipación, muchos tenían carreras y trabajaban, tanto en empresas privadas como en agencias del gobierno imperial.

A diferencia del grueso de los judíos rusos, quienes vivían en las aldeas de la “Chertá”, los que habían estudiado y adquirido cultura general, vivían en la capital, San Petersburgo, en las ciudades que ya hemos mencionado, y en Odessa, para citar las más pobladas. Esta última tenía una comunidad judía de 183 mil almas, antes de la Revolución de 1917. Para establecerse y vivir en San Petersburgo, el judío necesitaba un permiso especial de residencia.

Los judíos de las ciudades habían alcanzado un mejor nivel económico, vivían generalmente en departamentos modernos. En la casa hablaban ruso y los hijos iban a buenos colegios particulares. Muchas veces terminaban su carrera en una universidad rusa o extranjera.

Al mismo tiempo que las familias adineradas pertenecían a la burguesía rusa, muchos de los hijos de estas eran revolucionarios. Los judíos participaron activamente en la primera Revolución de 1905 y en mayores números en la de 1917.

Cuando hablamos de estos judíos, que vivieron en estas ciudades hasta el triunfo de la Revolución de 1917, no debemos de olvidar el impacto que empresarios judíos tuvieron en la economía rusa. En 1867, se formó la Compañía para la construcción del Ferrocarril Transibérico. Los iniciadores eran capitalistas judíos, quienes invitaron a otros rusos a participar. En esta época se crearon varias industrias textiles.
La construcción de la línea férrea que iba de Moscú hasta Vladivostok, tardó 20 años en construirse y fue un milagro de ingeniería, en su época. La mayoría de los ingenieros mecánicos y civiles eran judíos.

No olvidemos que el ORT “Obchestvo Razunie Truda” y la OSE “Ojranie Sdroviya Yevreiska” fueron fundadas, la primera en 1880 y la segunda en 1912, en San Petersburgo. En un principio, judíos locales sostenían su operación.

Hombres de negocios judíos como el Barón Horace de Gunzburg, lograron ser recibidos por la Corte, lo cual favoreció el llevar a cabo negocios con el Estado. Había profesores universitarios judíos. El director del Conservatorio Nacional de Música de Moscú, era Antón Rubinstein.
Después de la Revolución, las leyes de asentamiento cambiaron y los judíos que así lo deseaban, podían ahora vivir en cualquier ciudad de la vasta Unión Soviética.

Muchos judíos se integraron a la administración del Estado y trabajaron en oficinas del gobierno. Hubo diputados judíos en la “Duma”, el Parlamento tradicional ruso, que sobrevivió a las vicisitudes de la Revolución.

En la época post – revolucionaria hubo Premios Nobel, ganados por científicos y escritores judíos rusos como Lev Landau y Petr Kapitza. Marc Chagall, de Vitebsk, fue Comisario de Cultura en su ciudad natal. Pisarro y Chaim Soutine, ambos judíos rusos, emigraron a París a raíz de la Revolución. Otros judíos que participaron en la Revolución y que tuvieron puestos importantes en la dirigencia comunista fueron: Grigori Zinóviev, Lev Kámenev y Karl Radek, entre otros.
Después de la Guerra Patriótica, la Segunda Guerra Mundial, en la que cayeron 200 mil soldados judíos rusos, empezó un periodo de represión sangrienta, conducida por José Stalin, dirigida específicamente contra judíos acusados de tendencias sionistas cosmopolitas y de ideas burguesas, persecución que costó la vida a los más valiosos intelectuales renombrados: David Bergelson, Salomon Mijoels y Peretz Markish. Isaac Babel, quien escribía en ruso, murió en su celda de la cárcel de Lubianka, en Moscú.
Después de la caída del régimen comunista, subió al poder Mijael Gorbachov, y permitió la libre emigración de más de un millón de judíos rusos al Estado de Israel. También hubo una fuerte emigración de judíos rusos a los Estados Unidos de Norteamérica y a varios países de Europa Occidental.

La herencia que nos dejaron los judíos rusos es impresionante. Activistas pre-sionistas, que lograron animar a jóvenes estudiantes universitarios, antes de que lo hiciera Theodor Herzl. Personalidades como Ajad Haam y Menajem Ussishkin, quienes inspiraron a los jóvenes para hacer la Primer Aliya que llegó a Palestina, en 1881. Los Biluim (Beit Ya’akov Lekhu Venelkha) y los Jovevei Zion, llegaron un año más tarde.

Escritores como Sholem Alejem, Mendele Mojer Sforim y Boris Pasternak. Políticos como Vladimir Jabotinsky. Soldados como Yosef Trumpeldor en Israel y el Mariscal Rokosovsky en la Unión Soviética. Fueron de origen ruso, así como David Shazky, creador y director del Museo Bezalel en Tel Aviv.

En la actualidad quedan, probablemente, 100 mil judíos en el país en el cuál llegaron a ser 3 millones 200 mil judíos, antes del Holocausto. Lo que fue el Imperio Ruso, después la Unión Soviética, y ahora la Federación de Estados Rusos.

Es interesante notar que ahora, después de la caída del régimen comunista, llegaron a Rusia un grupo de maestros y profesores “Jasidim de Lubavich” quienes se dedican a “recuperar”, como misioneros, a jóvenes judíos rusos que ya estaban “perdidos”, como resultado del ambiente ateo propagado por los comunistas. Tratan de revivir en ellos sentimientos judíos que fueron eliminados por los cambios políticos habidos. Son un grupo reducido pero muy efectivo.

En los años 30, del siglo pasado, les fue ofrecido a los judíos un territorio, un “rayon”, en el extremo oriental del país, cerca de la frontera con China. Birobidjan, al que había que llegar después de varios días de viaje en el Tren Transiberiano. En realidad fue un engaño. En las escuelas, en lugar de Historia del Pueblo Judío, se enseñaba la Historia de los Heroicos Pueblos de la Unión Soviética. Aunque la enseñanza era en idioma yidish, el contenido no era judío.

Los que llegaban para ser habitantes de Birobidjan, no podían volver a viajar. Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió de refugio para comunistas judíos de los países ocupados por los alemanes. Al amparo del pacto Ribbentrop – Molotov, pudieron viajar. Después de la Guerra Patriótica, 1941 – 1945, se desintegró este proyecto y las familias judías que vivían allí se reintegraron a las ciudades rusas.

Las represiones anti-judías de Stalin siguieron hasta su muerte en 1953. Varios procesos fueron iniciados contra judíos que habían hecho grandes aportaciones a la vida cultural y científica de la Unión Soviética. Algunos habían recibido el Premio Lenin, el mayor reconocimiento para civiles rusos.

Esta política anti-judía se extendió a los países socialistas. Hubo un juicio contra Rudolf Slansky y Arthur London, miembros del gobierno checoslovaco, quienes fueron condenados a muerte y fusilados. Lo mismo le aconteció a Imre Nagy en Hungría. En contra posición, Stalin dejó salir a Trotsky al exilio, Lev Davidovich Bronstein. Llegó a México como asilado político. Después fue asesinado en su oficina en Coyoacán, Distrito Federal.

La Federación de Repúblicas Rusas es un país inmenso, también es un país muy rico. Cuenta en la actualidad con 142 millones de habitantes. Los judíos han aportado mucho, han vivido ahí por 6 milenios. En la actualidad quedan aproximadamente 100 mil judíos en este vasto territorio. Durante su estancia en Rusia han tenido que soportar los pogroms y los mortíferos ataques de los Cosacos. Durante la Guerra Patriótica tuvieron como enemigo letal, no solo a los alemanes, sino a Hitler y más tarde a Stalin. Después de la muerte de Stalin, afortunadamente también fue asesinado “La bete noire”, Lavrenti Beria, quien ejecutaba las órdenes de su jefe. La aportación de los judíos rusos, a la cultura judía y universal, fue inmensa.

 

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