ÁLVARO SOTO / ABC.ES

MADRID – El cese de un diputado tory por fotografiarse junto a un amigo disfrazado de nacionalsocialista reaviva los fantasmas de la relación entre la alta sociedad británica y el Tercer Reich.

Hace 20 años, un abogado norteamericano expuso una ingeniosa ley, a la que se bautizó con su nombre. La ley de Godwin reza: “A medida que una discusión online se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno”. Pero parece que la ley no se limita al mundo de Internet. Una variación podría ser: “A medida que un miembro de la alta sociedad británica consume bebidas alcohólicas, la probabilidad de que realice un comentario elogioso sobre Hitler, o se disfrace de nazi, aumenta vertiginosamente”. El último caso lo ha protagonizado un joven diputado conservador, Aidan Burley, que ha sido expulsado de su puesto de secretario parlamentario después de aparecer con un amigo que iba vestido de nazi durante una despedida de soltero. Burley ha pedido disculpas, pero no le ha servido de nada: ha tenido que dejar su prometedora carrera política. La sociedad británica en su conjunto no tolera ni una broma sobre los nazis. No está bien visto. Los londinenses, por ejemplo, aún recuerdan la batalla de Inglaterra, en la que a punto estuvieron de sucumbir ante la terrible aviación alemán.

Sin embargo, una pequeña pero influyente parte de Gran Bretaña sigue pensando que el Tercer Reich no fue tan malo. Al fin y al cabo, Hitler fomentó valores caros a las élites británicas: el orden, la disciplina, el orgullo de pertenecer a una supuesta raza superior, la estética apabullante de sus desfiles… No resulta extraño que hasta Eduardo VIII (reinó desde enero hasta noviembre de 1936) mostrara públicamente sus simpatías hacia el régimen nazi. Y del rey abajo…

En los últimos años, varios escándalos han agitado el fantasma de las relaciones entre el Reino Unido y los nazis. El primero y más importante ocurrió en 2005. ‘The Sun’ publicó unas fotografías en las que un sonriente príncipe Enrique, el hijo pequeño de Carlos y Diana, portaba, en una fiesta de disfraces, un uniforme de la Alemania de los años 30 y un brazalete con una esvástica. El titular de ‘The Sun’ fue tan impactante como las imágenes: ‘Harry, el nazi’. El príncipe tuvo que pedir disculpas.

El caso de Max Mosley fue aún más truculento. El jefe de la Federación Internacional de Automovilismo fue ‘pillado’ por una cámara oculta en una “orgía nazi”. Mosley se dejaba azotar por unas prostitutas disfrazadas con trajes nazis, mientras otras vestían como presas de un campo de concentración. Los antecedentes de la familia Mosley añadieron más morbo al asunto. El padre de Max, Oswald Mosley, fue uno de los invitados a la boda de Hitler.

Pero no fue Max Mosley el único preboste del mundo del motor que manifestó sus simpatías con los nazis. En una entrevista, Bernie Ecclestone, patrón de la Fórmula 1, aseguró que Hitler “había conseguido que las cosas funcionaran”. Y aunque aseguró que se le había malinterpretado, Ecclestone escribió un capítulo más de esta extraña e incomprensible relación entre los británicos y los nazis.